LABROS

Periódico de la Asociación de Amigos de Labros 



 
Núm. 17
Verano 1998
 
 
 
 
Paseo
virtual
por 
Labros
 
 
 
DESCRIPCIÓN
COSTUMBRES
PATRIMONIO
 
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PASAN LOS DÍAS  

Hace ya más de 30 años que nació el último niño en Labros, pero todavía somos 159 los que hemos visto la luz aquí; cifra nada desdeñable si pensamos que las 60 casas del pueblo no albergaron nunca una población superior a los 300 habitantes. El número real -en otra época que no sea el verano- se reduce hasta la decena, porque casi todos andamos repartidos por el ancho mundo, predominantemente en Madrid, Zaragoza y Barcelona, como puede leerse en otro apartado.  

Pero además de por nacimiento, hay muchísimos más labreños por casamiento, herencia o querencia. Muchos no han roto nunca con esa ligazón que les une al pueblo con estancias frecuentes, otros la han recuperado al cabo de generaciones: por curiosidad, de tanto oír hablar a los mayores o por el simple placer de encontrar la paz y el paisaje que ofrece un lugar como Labros, cuna de sus antepasados. Lo cierto es que todos -incluidos los descendientes que crecen bien ajenos a este mundo rural- se sienten labreños de corazón, viendo al pueblo como algo suyo, como una parte de sus raíces.  

A todos llamamos desde aquí para que no nos quedemos viendo pasar los días, mientras la destrucción se nos apodera. Igual que se han construido nuevas casas y se han hecho arreglos en otras, deberíamos seguir luchando contra el abandono y el paso de los días que tanto daña a bienes de todos: primero fue la Iglesia, víctima de la desidia episcopal, que arrastró con ella la Escuela, donde casi todos aprendimos a leer y escribir. Hoy, en parte por el progreso que eliminó su uso, están hundidos o hundiéndose los pajares y las parideras; las piedras de las cerradas se convirtieron en grava para las carreteras y ya no queda quien arregle un portillo en los caminos de las eras o en las paredes de los huertos. El último ejemplo es el tejado del transformador que, desde 1922, nos traía al ponerse el sol aquella luz temblorosa que gastábamos casi con miedo y que se iba con las tormentas.  

Para que también empieza a tener alguna gotera el tejado de la ermita. ¿Podríamos hacer algo?