Periódico de la Asociación de Amigos de Labros
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A. M. Y.
"Solo tenía tres años cuando nos vinimos. Pero no puedo olvidar mi infancia allí. Son muchos recuerdos. Iba siempre con mi hermana y Jesús a jugar a casa de la tía Luisa, nevaba mucho, el Leoncio organizaba la cabrada abajo, la yegua blanca de mi abuelo..." Antonio guarda también en su memoria anécdotas de aquellos años en Establés, el pueblo de su padre, y lamenta no poder venir este verano porque espera su segundo hijo. "Claro que sueño con el pueblo. Es raro el día que por hache o por be no hablemos de Labros en mi casa. Unas veces porque nos acordamos de la tía Lucía y el tío Germán y los llamanos. Otras, sale el hombre del tiempo en televisión y le digo a mi hijo Oriol, espera que vamos a ver qué hará en el pueblo", cuenta. La proyección demográfica indica
que, de seguir así, el último labreño apagará
la luz en torno al 2070. "Siempre llevas dentro que eres de Labros y el
último que ha nacido allí. El pueblo cambia, pero no en su
tranquilidad y en otros atractivos que los nacidos no podemos olvidar.
Aunque no sepamos definir bien. ¿Quién puede pensar en que
va a desaparecer?", agrega aparentemente sin dudas.
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