LABROS

Periódico de la Asociación de Amigos de Labros


Núm. 20
Verano 2001



 
 

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Labros

 
 
 
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Isabel Rodríguez, maestra durante 1955-57: "Labros sigue siendo mi primer pueblo"

Antonio Martínez Yagüe

Ha tenido 45 años y otros 1.500 alumnos para olvidarnos. Perno no lo ha hecho. Natural de Ciudad Rodrigo (Salamanca) y hoy jubilada en Alcalá de Henares (Madrid), guarda un vivo recuerdo del que fue "y sigue siendo mi primer pueblo".

"Con toda la ilusión de mis 22 añoss fui por tren hasta Ariza; de allí en coche a Mochales, y luego a Labros, quizás en carro o alguna caballería...", rememora su primer viaje al pueblo. "Soltera y recién salida de la Escuela de Magisterio, no me atreví a alojarme en la casa del maestro. Me hospedé durante los dos años en casa del alcalde, el tío Guillermo. Nunca he olvidado el buen trato de esta familia ni las insuperables migas de la tía Eugenia", añora.

La señorita Isabel, a quien todos en Labros de entre 50 y 60 años le deben sus primeras letras, guarda como oro en paño un certificado de su toma de posesión: Labros 5 de octubre de 1955. Sueldo: 10.000 pesetas anuales.

A través de terceros de otros pueblos, el periódico y, sobre todo, sus viejas amigas Nati y Margarita Marco, ha seguido sabiendo de Labros. Aún es capaz de mencionar y ubicar en el tiempo y por parentesco a más de una treintena de personas.

"La escuela, como todo en aquellos años, era pobre, con escasez de material didáctico, mala luz... Tuve alumnos brillantes y otros más o menos espabilados. Enseñé lo mejor que pude a todos. A las chicas las labores y canciones religiosas para la misa... Me enteré que, alguna vez, me criticaban las mujeres en el lavadero, seguramente porque era muy joven y me gustaba ir de paseo y de fiesta con Nati a Amayas, Hinojosa, Tartanedo y otros pueblos. La verdad es que pasé más ratos buenos que malos. Era gente muy noble y desprendida", asegura.

Cuenta que cuando volvía de vacaciones, siempre vía Ariza y en carro a Mochales, no podía con lo que le regalaban: morcillas, huevos, miel y hasta algún ave que se limitaba a agradecer si no era previamente aviada. La última vez la acompañó Mariano Marco.

En su reconstrucción de aquel pasado se agolpan anécdotas de matanzas y largas tardes junto a la lumbre y en el salón del tío Guillermo escuchando la radio; una nevada el mismísimo día de San Isidro; fiestas en los pueblos vecinos y excursiones al Monasterio de Piedra; los esquiladores y faenas como escardar que sorprendían a una mujer de ciudad. Hasta personajes como Clemente, el capador de Milmarcos, que le aconsejó con cierta retranca: "No se case nunca con uno de mi oficio".

"Sólo oír el nombre de Labros me da alegría. Al irme tuve un tiempo que, por el deje, me preguntaban si había estado por la parte de Zaragoza. Aún ahora se me escapa alguna palabra rara de allí: zagala, cascurro, mostrenco, enruna... o recuro al "como dicen en Labros" para reforzar la explicación de algo. Tengo que volver", promete.


Isabel Rodríguez y Nati Marco