Nacido en Labros (Guadalajara) en 1941. Estudió periodismo. Ejerció durante siete años como profesor de la Escuela de Periodismo. Trabajó en el diario Ya y en la Agencia Logos, hasta que en 1974 se incorporó a la Fundación Juan March, donde dirige el Servicio de Comunicación y el boletín literario Saber Leer. Ha recibido los premios "Club de España de Méjico" de periodismo y "Familia Española" de cuentos.
Presenta Andrés Berlanga la sobriedad y contención propias de los escritores meseteños y, como no, la influencia de su profesión en el estilo, accesible y comunicativo, siempre en la tradición del realismo crítico. Un estilo depurado y su alta preocupación por el lenguaje literario le han permitido crear una serie de parábolas en las que se mezcla la ambición de configurar un mundo que es figuración de otro ya existente y la necesidad de airear algunas técnicas narrativas propias de la novela contemporánea.
Escritores Españoles Contemporáneos, Madrid : Celesa, 1991
"Con la excusa narrativa de siete historias anecdóticas, La gaznápira nos cuenta, implacable, la destrucción de un pueblo castellano, como ha pasado con tantos otros, hasta convertirse en uno más, habiendo dejado en ese lento período de destrucción su vivir y su lenguaje. Porque quizá para su autor, Andrés Berlanga, un pueblo es solamente el lenguaje que habla.
A través, por ello, de una sutil tela de araña narrativa, la novela nos va cautivando, con el uso de la memoria (uno sin memoria no es nada, nos dirá uno de sus protagonistas), uniendo y separando dos vidas que siempre corren paralelas: la de la protagonista, esa soñadora pueblerian y el discurrir del pueblo, en ese largo camino hacia la destrucción, de lo que la periodista y algún habitante, los más lúcidos, son conscientes.
El hecho mismo que su título, La gaznápira, sea ya un adjetivo de raro uso y difícil pronunciación (según la Academia, gaznápira significa, palurda, pueblerina, que se queda embobada con cualquier cosa), nos indica cuál es el principal objetivo del autor: la recuperación narrativa de un lenguaje, rico, clásico y variado, personal del pueblo donde ha nacido y que va a morir con el propio pueblo. Se produce una síntesis entre lenguaje y pueblo, de difícil separación, en la que no sabemos qué le importa más al narrador y a los lectores, si la pérdida de uno y otro. Tal vez por ello como se ha apuntado, esos singulares personajes que habitan Monchel nos parecen verdaderos porque verdadero es su lenguaje.
Esas dos vidas paralelas narradas, la de la gaznápira y la del pueblo, visto a través de unos recuerdos que se entrecruzan en una vuelta atrás y una vuelta adelante, entre lo que pasa en Madrid y en España, y lo que no pasa en el pueblo, allá en la Castilla que linda con Aragón, va dándonos una visión totalizadora de una época y un tiempo, marcados por el signo de una larga y también implacable dictadura, a la que vemos destruirse del mismo implacable modo con que el tiempo va a llevarse una cierta clase patriarcal de vida y el lenguaje, también patriarcal, con que esa vida se expresaba.
Quizá podría decírsenos que nada importante se nos cuenta, que las anécdotas del pueblo son sencillas, pero ahí también está el logro narrativo del autor (paisano por más señas). Porque en su elementalidad son extremadamente representativas y suponen el conocimiento de lo que ha sido la vida en esos entrañables pueblos castellanos, con sus luchas, sus odios implacables, su ir tejiendo y destejiendo la vida, el discurrir del tiempo sobre hombres y cosas, y sobre todo el lenguaje que para ello, tanto para odiar como para amar, estos hombres usaban. Por eso en la defensa de ese modo particular de vida, puede notarse en el autor una especie de concomitancia con el mundo que otro castellano, si bien de la Castilla del norte, viene largamente expresando: la destrucción de la Arcadia feliz, si bien uno y otro autor también conocen y saben que la lucha por la existencia tiene en esa Arcadia su parte de drama: en Monchel unos vecinos no se hablan con otros y la envidia, esa maldición tan española, aflora constantemente.
La sorpresa, pues, ante esta novela y ante su autor no puede ser más agradable. La primera recrea un entrañable mundo que se ha ido para siempre y el segundo, el autor, se nos muestra dueño de un lenguaje variado, que huye del casticismo, en lo que suelen caer muchos escritores cuando se acercan al mundo rural por falta de sabiduría y conocimiento de las dificultades que ese lenguaje, aparentemente sencillo, encierra."
- Barrunto, Madrid : AZ, 1967 (Col. El Surco Derecho)
- Pólvora mojada, Barcelona : Ediciones Destino, 1972 (Col. Ancora y Delfín)
- "El periodismo", en El Año Literario Español 1977, Madrid : Castalia, 1977, pp. 78-95 (Col. Literatura y Sociedad)
- La Gaznápira, Barcelona : Noguer, 1984 [7ª edición en Madrid : Espasa Calpe, 1994]
- Palabras de Andrés Berlanga, autor de la novela "La Gaznápira", en el "I Día del Señorío", Molina de Aragón, 12 de octubre de 1985 [inéditas]
- "Sobre el cuento", Ínsula, 495, Madrid, 1988
- Recuentos, Madrid : Compañía Europea de Comunicación e Información, 1991 (Col. Biblioteca El Sol)
- "Españoles todos", en Cuento Español de Posguerra, Madrid : Cátedra, 1994 (5ª ed.), pp. 330-344
- "Palabras para Ana", El Extramundi y Papeles de Iria Flavia, Iria Flavia, 2001, pp. 75-76.