La Comarca de Calatayud |
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Antonio Beltrán Martínez Dentro de las costumbres populares reflejadas en coplas o en dichos que se repiten mecánicamente generación tras generación está fuertemente arraigada con carácter universal, la de adjudicar alabanzas y vituperios a la propio o a lo ajeno, usando del mayor ingenio y mala intención para demostrar a los vecinos, cuando más próximos como más fuerza e hirientes propósitos y casi siempre con la más notoria de las injusticias. Se buscan consonantes con los insultos más rotundos (¡pobres mujeres las de Barbenuta y hasta las de Daroca porque dicen que la que nos como las de Barbenuta es porque es loca!). Nacen esos usos y despropósitos en los tiempos en que la deficiencia de comunicaciones agudizaba las relaciones, buenas o malas, entre pueblos vecinos que tenían ocasión de sufrir las aristas del prójimo y defender con las propias, más agudas cuanto mayor era la inmediatez. Son sobradamente conocidas coplas como la de "No compres caballo cheso
que sin duda nació tal vez en el caletre de uno de uno de Ansó, pueblo que no se cita en la lista de chandríos que se atribuyen a los que figuran en la nómina. Muy originales no fueron, la verdad, porque copla análoga referida lógicamente a otros pueblos conocemos de La Rioja y de la Alcarria, sin que sepamos dónde está la primacía cronológica entre las tres comarcas aunque en las dos aragonesas se contempla el insulto explicándolo, es decir, diciendo lo que resultará de llevar a cabo la conducta contra la que se previene. Don Genaro Poza me facilitó una perla semejante que entra dentro de las puyas y vayas entre los de Ricla, Calatorao y La Almunia. Dicen que cayó en rayo en la torre de Calatorao que dejó malparada una parte de su arquitectura y aún dañó alguna de sus campanas. Y los de Ricla agudizaron su vena poética y parieron una cancioncilla que iban a cantar a coro (y sentimos mucho no saber con qué música) a las afueras del pueblo vecino y que rezaba -es un decir- así: "En Calatorao no hay torre
Añadía don Genaro "A navajazos acabó aquello", que es más o menos los que se andaba buscando puesto que las peleas entre vecinos, a pedradas cuando no se tiene edad para manejar navajas y a todo riesgo y cuchilladas para los adultos son consubstanciales al rito. Es frecuente que el nombre de un pueblo sirva para adjudicarle ventajas o perjuicios. Así de Sariñena lo mismo se dirá que lleve quien vaya la bota plena se supone porque allí vino no le darán y hasta no le venderán, que se avise de que no es necesario proveerse de avío ninguno porque "tendrá la tripa plena", es decir, le obsequiarán con todo. Desde luego poco hay que fiar de lo que la gente de un pueblo diga de los vecinos sea para bien o para mal. Una copla de jota sentencia "A Velilla voy por higos
Sin duda, el autor era de Castejón y la transmisión oral afincó la copla en una comarca entre Gelsa y Velilla y confundió La Almunia de Doña Godina con La Almolda, donde hasta no hace mucho había una artesanía alfarera de gran interés, con curiosa decoración pintada y abundancia de inscripciones en loor del dueño de la vasija, cuyos productos llamaban en la localidad y los vecinos "botejos y botejones" en una burla del particular modo de hablar de los almoldanos. En La Almunia de fabricarse botijos recibirán este nombre y no el deformado de La Almolda. Si nos fiamos de la copla eran famosos los higos de Velilla de Ebro mucho antes de que les hurtasen la fama los de Fraga que ahora está desapareciendo como cultivo, fueran frescos o secos y azucarados, base para "boticos" rellenos de nueces. En el IV Encuentro de Estudios Bilbilitanos, celebrado en Calatayud, un amable amigo de Carenas, Joaquín Melendo Pomareta, me entregó el texto de unos versos de este carácter, recogidos de la tradición oral, que comenté en la ponencia que en tales jornadas expuse. En estudio que también me entregó y esperamos ver publicado, era asignado el texto a una fecha entre los siglos XVI y XIX, antes de la Desamortización de Mendizábal en 1836, según referencia a los frailes del Monasterio de Piedra, y podría servir para señalar aproximadamente la data más antigua la construcción de la ermita de Santa Ana en Carenas, aunque el lenguaje y las palabras parecen abogar por una redacción decimonónica, tal vez recogiendo opiniones corrientes en los pueblos sobre algunos de los que se citan. Mi amable comunicante me pedía (a mí o a cualquier lector) que "corrija, enmiende o prosiga este romance del Guitón" que él tomó de Ramón Lafuente Alonso, Ramón Melendo Minguijón y Carmelo Lafuente Muñoz, que pensaba que este romance se cantaría con aire de jota. Las catorce estrofas del romance, doce cuartetas y dos pareados, tienen el común nombre de "El guitón", que en el último cuarto del siglo XVI y según una ordenanza de Calatayud era palabra con la que se adjetivaba a los vagos u holgazanes (y espero que ni Joaquín Melendo ni desde luego yo tengamos ningún empacho en que en esta época en que las diatribas e insultos de unos contra otras están agotando todos los repertorios quien lo necesite se apropie del guitón para saludar con el epíteto a quien le plazca, aunque bueno será advertir que a fines del siglo XIX designaba el peón o bracero u obrero agrícola dedicado a los más sencillos menesteres. Por las paredes hemos visto escrito muchas veces "fulano (y aquí el nombre de los más empingorotados próceres), cabrón, trabaja de peón" y quizá quien quiera pulir un poco los insultos tal vez pueda usar de guitón que además es menos universal que el otro adjetivo y más aragonés. Pues bien, es opinión de Melendo, que compartimos, que las coplas adobadas en forma de romance fingen que alguien va de pueblo en pueblo buscando trabajo durante la vendimia y habla de la feria según le va en ella. Muy probablemente el redactor ensartó coplas de distintas épocas comunes en cada pueblo respecto de otros vecinos o del propio cuando son laudatorias y dispuso de las asonancias de suerte que se pudiese cantar aunque no veo la necesidad de que fuese como jotas encadenadas; me parecen demasiadas coplas y aunque hay que tener en cuentas las posibles degradaciones, don de las estrofas son pareados; podría recurrirse a los romances de ciego que con cantinelas monótonas y repetidas servían para difundir largas relaciones de sucesos terroríficos o criminales si no se quiere recurrir a los romances cantados en toda España que estuvieron de moda en el siglo XVII y que se han resucitado en muchos lugares. El inicio del romance es tan convencional como el de muchos cuentos, en los que sirve de estribo una mención sin aparente sentido: "Érase una vez", "Pues señor" u otros semejantes: "El guitón es el guitón" reza el primer verso de la primera estrofa y asegura quién ha de "correr la vendema" (sic) que empezará por Aguarón y terminará por Cariñena, No nombra a Villarroya, pueblo de gran producción vinícola, por lo que cabría suponer, que de esta localidad era el redactor que recorría los pueblos del contorno, dando a esta palabra un gran ámbito geográfico. Luego jugará con los nombres y hablará de la manteca de Ateca y el melón de Castejón; pero cuando magnifique las manzanas de Bubierca sentenciará que las llevan a vender al "pueblecito" (¿con qué intención, Dios mío?) de Alhama; menos mal que acudirá a la vieja tradición romana de las "Aquae bilbilitanorum" y la árabe conservada en el topónimo para decir que allí están los baños "donde se bañan las damas" aunque se complete con lo que parece una chusca salida de pata de banco "y en Contamina los prados
que no sabemos la relación que pueden tener con las damas que toman baños en el famoso y antiguo lugar. Siguen las pullas contra Cetina poblada por "los patudos que todos calzan albarcas", para resultar que en Monreal "hacen sombra" y en Ariza, con un verso demasiado largo y corrupto hasta perder el sentido original "las calabazas". Siguen un ritmo geográfico porque hace atrás y dice el narrador que se dejaba Godojos donde "cogen un vino tinto, que hace burla de las patas". De enorme interés es la mención de que en Ibdes está el Pelón, que se refiere sin duda al Pelao, el cuento que con tanta gracia recogió el Soldado Viejo natural de Borja, seudónimo de Nougués. Ya quisiera yo saber quien era La Chaparra, que estaba en Jaraba. Vuelve a una tradición local en Calmarza, donde "están las brujas que buenos pellizcos daban", con lo que minimiza los ataques de las temibles mujeres. Las abubillas se convierten en "bubillos que por los picachos cantan" refiriéndose a Nuévalos. Y nuevamente me quedo con las ganas de saber quién era el Barranco de Cimballa "en que toca las Campanas". Una estrofa completa se dedica a Aldehuela de Liestos, donde "hacen cucharas de pan
tal vez sea atrevido interpretarlo como el comer sin cubiertos sobre rebanadas de pan, uso de pastores con ayuda de las navajas y denuesto dentro del desprecio que por ellos manifiestan los labradores. De Campillo se nombra a los tratantes camineros de jabón o albarcas. Copla muy significativa que traduce la mala opinión popular respecto a los frailes es la referida a Monterde "Ö donde están las
putas
El pareado siguiente nombre los apelativos de los de Abanto, chileros y de Munébrega, zarandilleros, aunque ni se completa la cuarteta ni se mide bien el verso. Otra estrofa muy interesante es la de Carenas "Ö los prendices
que entendemos mal y que no extrañaría que fuera la corrupción de versos de unos gozos que seguramente explicaban mejor el asunto del barbecho y de los sicarios convertidos en "prendices". Ya cansado el recopilador de buscar defectos y asignar carencias decide que La Vilueña y Valtorres "los que no valen pa nada" y con ganas de terminar ni siquiera apostilla los nombres que le quedan en la nómina que se ha propuesto: "Voy de Moros y a Torrijo
Tiene razón Joaquín Melendo al suponer que este romance comprendería la lista de todas las localidades de la Comunidad de Calatayud y que han desaparecido o no lo recordaban los informantes muchas estrofas que serían divertidas e injustas como las transcritas. Quedan en pie el saber la disfunción entre la época de arranque de muchos de estos vituperios y la de compilación tratando de dar unidad geográfica a lo que en cada localidad se decía de las de la redolada. No creemos que tenga nada que ver este romance, aunque haya paralelismo, con los que aparecen en los dances, sea como revista oral o como relación burlesca del rabadán. Valga el añadir que recopilaciones como la de Melendo son más importantes que muchos estudios eruditos y que cada localidad puede darse por afortunada si cuenta entre sus hijos personas como la que citamos que salva, recoge, estudia y mima las viejas tradiciones, es decir, la propia esencia de su pueblo. |