CEMENTERIO DE GORRIONES
Cuando quisimos darnos cuenta
el viejo cementerio de gorriones
ya no estaba en su sitio
y el ángel de la infancia
andaba loco
con el puzzle incompleto
entre manos.
La varita del hada
que perdimos
segaba nuestras trenzas
y -el sombrero de mago envejecido,
la magia mutilada-,
andábamos buscando cajitas-ataúdes
de nuestros diminutos zapatos infantiles
(enterrad peter pan
stop
urgente)
El vendedor de globos no nos reconocía,
la confitera se había jubilado,
el alegre heladero
y aquel cine ambulante no volvíanÖ
Cuando quisimos darnos cuenta
debutábamos en un mundo de adultos
-esta vez sin la máscara mimética-,
zapatos de tacón, pantalón largo
y otro tipo distintos de ilusiones.
Las sillas ya no eran
carrozas,
autobuses,
diligenciasÖ
"el Señor Rey se fue a morir a China",
mientras Roberto Alcázar y Pedrín
le seguían la pista a Blancanieves,
Cenicienta se había emancipado,
Caperutica era una "fille terrible",
el más pequeño de los Tres Alpinos
se casaba por fin con la Princesa,
Pulgarcito pasaba de las piedras
y Aladino, con pegamento y chicle,
recomponía el genio de su lámpara.
Detrás de los espejos y caretas
latía un cementerio de gorriones suicidas
y el ángel de la infancia
andaba loco
con el puzzle incompleto entre las manos.
Blanca Langa (De "Cementerio de gorriones", 1989)
VOSOTROS
Buceaba en las sombras. No sabía
que el canto mineral de los silencios
heriría mi voz con su guadaña.
Escribía palabras entre sueños,
la frente coronada de amapolas,
las manos horadadas por la luz.
El miedo iba creciendo en mis papeles.
Iba dejando un rastro de añoranza,
para que, si me voy, queden los ojos,
las manos y las voces que he amado
y siempre estéis ahí, en mis palabras,
uno a uno en la luz de mi retina,
vosotros, que encendisteis mi mirada
cuando andaba estrenando la ternura.