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Santo Viajero
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FRANCISCO TOBAJAS GALLEGO | La reliquia de San Gregorio de Ostia, que se conserva en el santuario de San Gregorio de Sorlada, Navarra, es sin duda la reliquia más viajera de la historia. Numerosas fueron sus salidas a los cuatro puntos cardinales para combatir las plagas de los campos. En 1786 llegó a las Comunidades de Daroca y Calatayud, debido a una plaga de gusanos que se comían las hojas de los árboles, provocando la caída de los frutos. Álvaro López Asensio publicó en las actas del VI Encuentro de Estudios Bilbilitanos, lo ocurrido aquel año en Paracuellos de Jiloca, relación que se halla en el tomo cuarto de los libros parroquiales.
En este libro parroquial se dice que habían llegado desde Sorlada, acompañando la reliquia de San Gregorio, dos capellanes, un teniente coronal regidor del santuario, el ermitaño y un criado. Después de haber recorrido algunos lugares de la Comunidad de Daroca, que lo habían solicitado, llegaron a otros pueblos de la Comunidad de Calatayud. A Paracuellos de Jiloca lo hicieron el 14 de junio de 1786. En todos los lugares por los que transitaba se hacían grandes fiestas. En Paracuellos se recogieron 84 escudos, además de una limosna para el santuario de 20 duros, que eran 400 reales de vellón.
Las calles se habían adornado con ramos de chopo en abundancia, transformándose el lugar en un auténtico vergel. Las ventanas de las casas se engalanaron con colgaduras, según las posibilidades de cada vecino. Por la noche hubo grandes fuegos. La mañana del 14 de junio de 1786 se preparó en la plaza nueva una mesa de altar. La procesión salió de la iglesia con las peanas, el palio grande, muchas luces y los músicos de la colegiata del Santo Sepulcro de Calatayud. La procesión fue a la plaza y allí esperó a la comitiva que la componían tres coches. En el primero iban los capellanes con la reliquia, en el segundo los representantes de la Comunidad de Calatayud que la acompañaban y los comisionados de Paracuellos viajaban en el tercer coche, aunque otros más fueron a caballo. Cuando entró la comitiva al lugar, comenzaron a tirarse tiros y a repicar las campanas. A su llegada a la plaza, el capellán salió de su coche con la reliquia de San Gregorio, que entregó al presidente de la parroquia, mosén Alejandro Rodrigo, que la colocó en la mesa que hacía de altar. La música acompañó todo el acto. La reliquia se condujo en procesión bajo palio hasta la ermita. La Santa Cabeza se colocó en una mesa a la puerta de la ermita, ante la cual actuaron los danzantes, diciendo los dichos en alabanza del Santo. Seguidamente la procesión se dirigió a la parroquia, donde se dijo misa solemne, predicando el padre fray José Segura, capuchino. Tras la misa se formó la procesión, cantando la letanía de los santos. En la explanada delante de la torre se hizo el conjuro y a su término se entró de nuevo a la iglesia, donde la reliquia se dio a adorar a los vecinos y forasteros que habían acudido en gran número a Paracuellos.
A las tres de la tarde se pasó agua en abundancia por la reliquia de San Gregorio, pues todos, tanto forasteros como paisanos, querían llevarla consigo. A las seis de la tarde se formó la procesión, recorriendo la calle de San Ramón hasta la plaza nueva, donde esperaban los coches. Allí se entregó la reliquia a los capellanes, que prosiguieron su viaje.
Los capellanes aconsejaron al vicario que cuando echase el agua dijese todo el conjuro hasta poniente, saliente, medio día y septentrión. Aquella visita a Paracuellos fue el origen de la devoción a San Gregorio de Ostia, construyéndose el peirón del santo, desde el cual se hace la bendición de los términos casa año, en el día de si fiesta.
El sacristán de San Gregorio Ostiense de Sorlada, el hermano marista Simeón Izquierdo, me copió el conjuro que se dice al echar el agua: Cristo vence, Cristo reina, Cristo impera sobre los animales dañinos y sobre las tormentas para que las arroje de las casas, de los campos y de los términos de este pueblo. Amén.
Todos los pueblos que solicitaban ser visitados, debían presentar a los señores conductores, allí donde se encontraran, un comisionado del clero y otro del Ayuntamiento. Mosén Juan Velilla, presbítero de Saviñán, presentó en Villafeliche una carta del Ayuntamiento de Saviñán, para que visitara este lugar la santa reliquia. Y así el 27 de junio de 1786, dos comisionados eclesiásticos y otros dos seculares pasaron a Villalba, para acompañar la reliquia de San Gregorio hasta Saviñán. Sabemos que la santa reliquia estuvo en Calatayud, Villafeliche, Paracuellos de la Ribera, Morés, Sestrica, El Frasno, Ibdes y Ateca, entre otros muchos lugares. Saviñán mereció de los señores conductores tres vistas en tres ocasiones distintas, favor que sólo había conseguido la ciudad de Calatayud. Francisco de las Eras, capellán conductor, que apuntaba las observaciones en todos los pueblos, dijo en El Frasno que Saviñán, junto con Ibdes y Ateca, se había colocado en la clase superior.
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