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Sor Josefa de Jesús

FRANCISCO TOBAJAS GALLEGO | Cuenta el carmelita Fr. Roque Alberto Faci que el convento de carmelitas calzadas de la Encarnación de Zaragoza fue fundado por Ana Carrillo, hermana del abad Martín Carrillo. Sor Serafina Bonastre llegó de Valencia para fundar, colocando el Santo Sacramento el 11 de julio de 1615.

En este convento se veneraba un crucifijo situado en el dormitorio antiguo, llamado de las madres, por haber vivido allí las fundadoras. Lo había traído una de las compañeras de la fundadora, quien lo tuvo para su uso hasta el final de sus días. Al morir esta religiosa, algunas hermanas vieron que su alma, en forma de paloma, había entrado por la llaga del costado del Señor. En el antiguo coro del convento se veneraba a Nuestra Señora de la Consolación. Había pertenecido a Mariana Villalba, Tercera del Hábito de San Francisco de Paula y, al morir el 14 de diciembre de 1623, pasó al convento de la Encarnación, donde su hija Margarita estaba de novicia. El convento también tenía un Niño Jesús, al que vestían para la Natividad y para otras festividades de Cristo.

La fundadora, sor Serafina Bonastre, mandó edificar en la huerta del convento una ermita, colocando en ella una imagen de Nuestra Señora del Populo o Nuestra Señora de la Huerta. El padre Faci relata que una señora que se había retirado al convento antes de tomar estado, quiso llevarse la imagen, pero Nuestra Señora le dijo: Hija, vete con Dios y déjame con mis hijas. Sor Teresa Sierra quiso que se pintase otra imagen más hermosa para aquella ermita y trasladar la existente al coro. Pero se dice que Nuestra Señora no quiso dejar la ermita y así se lo hizo saber a una hermana, por lo que la nueva imagen se colocó en el coro.

El padre Oxea, que escribió la vida de sor Serafina Bonastre, cuenta que una hermana del convento perdió su abanico que se encontró la madre fundadora, rompiéndolo de inmediato. La dueña del abanico se enojó de tal manera que injurió a sor Serafina, quien le invitó a ir a la ermita de Nuestra Señora del Populo. Ante esta imagen la hermana pidió perdón a la madre, que vio como la Virgen le dio por tres veces la bendición, librándole además de muchos demonios que vio cuando le injuriaba, en su lengua y en los hombros. El padre Faci asegura que nunca esta hermana volvió a usar el abanico, pues el "aire del purgatorio, con la de estos abanicos se enciende".

Fr. Bartolomé Viota, maestro de novicios del convento de Zaragoza y confesor de la madre Margarita Escobar Villalba, quería escribir la vida de esta religiosa, pero ella se negaba. Un día estando orando ante la imagen, la Virgen le convenció. Le reveló además la victoria de Felipe IV en Fuenterrabía.

Raimundo Lumbier tenía una hermana llamada Benita y con ocasión de casarla, mandó decir muchas misas, pero doña Francisca Carvi le aseguró que Dios la quería religiosa. Como Benita Lumbier no tenía vocación de religiosa, pasó unos meses en el convento de la Encarnación, donde encontró la vocación. Llegó a ser madre del convento y a tener gran devoción a un crucifijo situado en la escala del convento. En el coro antiguo y sobre la reja se veneraba un Ecce-Homo pintado en lienzo. En este mismo coro las religiosas tenían gran devoción a un crucifijo que lo había traído desde Valencia la fundadora, sor Serafina Bonastre. Ante él, sor Serafina pasaba tres horas todos los viernes de oración, en memoria del tiempo que pasó Jesús en la Cruz. El padre Faci copia del libro que relata la vida de sor María Josefa Navarro, llamada sor María Josefa de Jesús, que estando en una ocasión la religiosa orando delante de este crucifijo, tuvo un éxtasis de cuatro horas. Un Jueves Santo, a eso de la media noche, después de sufrir grandes golpes, con los que el demonio la castigaba, sor María Josefa de Jesús bajó al coro para acompañar al señor en el Monumento, pero al hacer la inclinación ante el crucifijo, el demonio le descargó un golpe tan terrible que le dejó sin sentido. Tenía de confesor a Fr. Miguel de Artieda. Al final del libro de la vida de sor María Josefa se dice que sor Gertrudis Goñi fue también devota de este crucifijo, pues todos los viernes encendía en su altar, desde el mediodía hasta las tres de la tarde, cinco velas en memoria de las cinco llagas, haciendo en este tiempo las estaciones con profunda meditación. También lo eran sor Margarita Escobar y Villalba y Margarita de su Corona. Una religiosa se cuidaba de alumbrar el altar de esta imagen en las festividades de la Santa Cruz y en todos los viernes de Cuaresma.

Por el primer tomo de los libros parroquiales de Saviñán sabemos que María Navarro, hija de Juan Navarro y de María Vincueria, fue bautizada en la pila de San Pedro Apóstol el 6 de junio de 1589, actuando de madrina Ana Vincueria. Allí mismo se apunta que murió monja de la Encarnación de Zaragoza y en opinión de santa.


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