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Bohemios aragoneses
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FRANCISCO TOBAJAS GALLEGO | El incansable periodista y escritor aragonés José García Mercadal (1883-1976), es autor de un curioso volumen donde agrupó sus críticas literarias de 1928, bajo el título de Propios y extraños, al que le sigue el aclarador subtítulo de vida literaria, que vio la luz en 1929. El volumen que conozco conserva en sus primeras páginas dos sellos de tinta, uno que dice: Comisión de Propaganda Confederal Anarquista, Canillas, Vicálvaro, Ventas (Madrid), dispuesto en círculo, y en la página siguiente otro en elipse que señala: Biblioteca Juventudes Libertarias, Ventas, Madrid, dispuesto alrededor de un águila desafiante que parece sostener en su pico varios eslabones rotos de una cadena que sujeta entre sus patas. Sorpresas que guardan los libros viejos.
José García Mercadal, zaragozano de nacimiento, se trasladó a Madrid en 1916, donde será redactor de la Correspondencia de España e Informaciones, ambas publicaciones dirigidas por el también aragonés Leopoldo Romeo. García Mercadal fue además uno de los últimos directores del diario madrileño El Imparcial.
Como delantal de este libro de crónicas literarias, el autor cita algunas obras suyas ya editadas y otras, que avisa, en preparación. García Mercadal fue autor de libros de crónicas, cuentos, novelas, conferencias y libros de viajes. Agrupó en tres tomos la visión de España dejada por varios viajeros extranjeros. El primer tomo se publicó en 1917, el segundo en 1919 y en 1921 el tercero y último. También en 1919 el Ayuntamiento de Zaragoza le concedió la Medalla de Oro de la Ciudad, por haber descubierto y ofrecido al municipio el archivo particular del general Palafox, justo antes de venderse en una librería de lance madrileña. García Mercadal recopiló el pensamiento de Joaquín Costa y de Ganivet y su Historia del Romanticismo en España obtuvo el Premio Nacional de Literatura.
En este volumen de crónicas de la vida literaria del momento, se incluye un delicioso artículo que lleva por título: "Bohemios aragoneses de París", en el que habla de tres aragoneses poco conocidos, como son el bibliófilo Constantino Román Salamero y los pintores Miguel Latas y Germán Valdecara. Según apunta García Mercadal, las noticias sobre estos tres bohemios aragoneses las había entresacado de un libro que trataba sobre la bohemia española en París a finales del siglo XIX, debido a Isidoro L. Lapuya, que había recogido en él "algunos recuerdos de su juventud, rientes unos, no poco amargos, por entre los que desfilan en caravana anecdótica políticos, escritores, artistas, iniciadores de negocios, inventores, buscavidas y desventurados". Y entre ellos los tres bohemios aragoneses. Constantino Román Salamero, "insaciable ratón, roedor de todo libro viejo, sabedor de catálogos y de precios de venta en las subastas más calificadas de Europa", distinguía las ediciones por sus erratas y su procedencia por la encuadernación. Salamero fue redactor del Diccionario Enciclopédico que publicó el editor Garnier, bajo la dirección de Elías Zerolo, donde encontraron refugio algunos emigrados españoles. Según García Mercadal, el mayor acierto de Salamero fue la traducción, "de una manera impecable", de los Ensayos de Montaigne, que dedicó a Francisco Silvela, y "que hemos leído todos los españoles... que hemos leído a Montaigne". Salamero también escribió la introducción a este libro, "que acredita su cultura". Salamero, en vez de dedicarse a ser ilustre, "pues para ello le preparaba una dilatada cultura", se había "conformado con la amistad de los doctos -gozó de Ganivet- y con el trato constante de sus buenos amigos los libros". Cuando García Mercadal escribía estas notas, Salamero vivía en Madrid, viendo pasar el tiempo desde la trastienda de una librería de lance.
Miguel Latas fue un pintor pensionado de Jaca. Para "hacerse grato" al obispo de esta ciudad, intentó pintar un San Miguel para una vidriera, pero por más que lo intentó, boceto tras boceto, el santo siempre le salía bailando la jota. Cuando el pintor regresó de nuevo a España, ocupó una cátedra como profesor oficial de Arte Decorativo.
Germán Valdecara era un pintor zaragozano, con un cierto parecido a Miguel Servet, un santo, según la consideración de su historiador, "aunque protestante". Gozaba de una pensión de quinientos francos al año, un franco diario para alimentarse y el resto para el alquiler de su bohardilla. Había estudiado en la Escuela de Bellas Artes de Madrid y en la Sociedad de Acuarelistas. Valdecara pintaba con anteojos y con pinceles diminutos unos cuadros con una minuciosidad microscópica. En Viena había conocido a una duquesa austriaca, que era quien le pagaba la pensión. Por su parte, el pintor estaba obligado a entregarle cada Nochebuena dos o tres acuarelas, que escogía entre toda la producción del año. Valdecara, "fiero enemigo de los curas", se quedó sin pensión a causa de la Gran Guerra y tuvo que volver a Madrid, donde vivió "sus últimos días de pintor asceta y bohemio".
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