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Los celtas
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JAVIER GARCÍA BLANCO | Su origen exacto sigue siendo, aún hoy, un interrogante abierto. En cualquier caso, estaban ya aquí cuando llegaron los griegos y, siglos más tarde, los romanos sufrieron en carne propia su valor y ferocidad en el campo de batalla. Pero además de temibles guerreros, los pueblos celtas de la Península destacaron también por poseer una cultura singular surgida, entre otras cosas, gracias al contacto con sus vecinos iberos…
¿Se ha preguntado alguna vez por qué en el mundo occidental el inicio del año arranca el día 1 de enero? Puede resultar difícil de creer, pero la "culpa" de que sea esa la fecha escogida y no otra la tuvieron los habitantes de un asentamiento celtibérico llamado Segeda -cerca de la actual Calatayud, en Zaragoza-, al declararse en rebeldía frente a la poderosa Roma Republicana.
Corría el año 155 a.C. cuando los habitantes de Sekaisa (Segeda) decidieron comenzar a construir una imponente muralla que, tras rodear el oppidum, alcanzaría un perímetro de unos 7,5 kilómetros. Cuando la noticia llegó a Roma, el Senado ordenó que se paralizaran las obras amparándose en los tratados alcanzados en época de Graco, tras la Primera Guerra Celtíbera. Además, aprovecharon para reclamar el pago de tributos y la entrega de tropas.
A pesar de la advertencia, los belos de Segeda argumentaron que Graco había prohibido que se fundaran nuevas ciudades fortificadas, pero no que se amurallaran las ya existentes. En cuanto a la entrega de tributos y soldados, los segedanos recordaron a Roma que habían quedado exentos de dicho pago.
Roma no tardó en tomar la decisión de actuar contra aquellos rebeldes celtíberos. Sin embargo, había un problema. Para poder reclutar un ejército capaz de derrotar a los celtíberos había que esperar a que se celebraran las elecciones anuales de magistrados, que tenían lugar al inicio del año, el 1 de marzo. Aquello suponía un gran inconveniente, pues contando con el tiempo para llevar a cabo la leva y el traslado de la tropa, era muy probable que a la llegada de las legiones a la Celtiberia los belos hubieran terminado de fortificar Segeda y, para colmo, con el duro invierno ya encima.
Esa fue la razón de que los romanos tomasen una decisión inaudita: trasladaron el comienzo del año del 1 de marzo al 1 de enero, y de ese modo tuvieron tiempo suficiente de llegar a tiempo ante los muros inacabados del oppidum celtíbero. Un temible ejército con cerca de 30.000 hombres (dos legiones, más 5.000 jinetes y las tropas auxiliares) comandado por el cónsul Quinto Fulvio Nobilior, hizo huir en estampida a los habitantes del enclave, que escaparon en dirección a la Numancia de sus vecinos arévacos. Aquella rebelión de Segeda no solo cambió el comienzo del calendario (que todavía conservamos), sino que dio inicio a la Segunda Guerra Celtibérica y plantó la semilla de la tercera, que culminaría con el célebre asedio a Numancia.
Los celtíberos -entre los que se contaban los belos de Segeda y los arévacos numantinos-, fueron uno de los más destacados pueblos de origen céltico que habitaron la Península Ibérica. Pero no fueron los únicos: vacceos, vetones, cántabros, astures, galaicos, vascones, lusitanos o berones compartían con ellos algunos rasgos comunes, ya fuera en la lengua, en sus costumbres o en las creencias religiosas. ¿Cuándo y cómo llegaron estas tribus de raíces celtas hasta suelo ibérico?
La cuestión ha intrigado durante décadas a los estudiosos, y de hecho ha sido motivo de controversia, pues no se sabe con certeza de qué forma llegaron hasta la península. Durante algún tiempo se pensó que esta "celtización" se había producido como consecuencia de oleadas consecutivas de invasiones llegadas desde el centro de Europa, dirigidas por grupos humanos con una cultura ya formada.
La investigación multidisciplinar -arqueología, lingüística, etc.- de las últimas décadas, sin embargo, ha descartado esa posibilidad debido a las numerosas contradicciones que suponía dicha propuesta. Hoy, por el contrario, el consenso tiende a concluir que la existencia de estos pueblos se debió a un largo proceso intermitente y desigual de "celtización acumulativa".
El proceso se habría iniciado en el Bronce Final, hacia el 1200 a.C., con la llegada de gentes de la llamada cultura de los Campos de Urnas, que penetraron por el nordeste de la península, extendiéndose por el Valle del Ebro y el sistema ibérico, y dando lugar a lo que los especialistas denominan un "sustrato proto-céltico", es decir, una base cultural, lingüística y religiosa proto-celta.
Siglos más tarde, en torno a finales del siglo VII y comienzos del VI a.C., llegarían nuevos grupos de población formados por elites del otro lado de los Pirineos -pertenecientes a la cultura Hallstatt- que se establecieron en la Meseta Oriental y, desde allí y poco a poco, se iría produciendo la "celtización" hacia los puntos más occidentales de la península, un proceso que se vio paralizado con la llegada de los romanos.
Este singular proceso "acumulativo" explicaría, en opinión de los estudiosos, la variedad cultural de los distintos pueblos célticos de la península, pese a que todo ellos compartiesen costumbres similares y hablasen lenguas más o menos próximas. Sin embargo, la peculiaridad de los celtas de la península -cuya cultura se diferenciaba notablemente de otros celtas transpirenaicos- residía también en los contactos que mantuvieron con iberos y tartesios, de quienes tomaron elementos mediterráneos que les otorgaron rasgos realmente particulares.
Los autores griegos y latinos que mencionaron en sus textos a los pueblos celtas de la península solían referirse a ellos como keltoi -celtas- o keltiberes/celtiberi -celtíberos-, e incluso Diodoro Sículo cometió el error de considerarlo un pueblo fruto del mestizaje entre celtas e iberos. En la actualidad todavía hay quien emplea el término "celtíberos" para referirse a los distintos grupos celtas que poblaron la península Ibérica, aunque lo exacto es hacerlo para denominar a las distintas tribus que ocuparon un territorio ubicado en la Meseta Oriental y la margen derecha del Ebro, comprendiendo zonas de las actuales provincias de Zaragoza, Soria, Guadalajara, Teruel, Cuenca, Burgos, La Rioja y Navarra.
Los celtíberos, a su vez, estaban formados por distintas tribus como los arévacos -el grupo hegemónico a juzgar por las fuentes, con ciudades como Segontia, o Numancia-, belos -los habitantes de Segeda o Bilbilis, entre otras-, titos, lusones y pelendones.
Entre los elementos que destacaron dentro de la cultura celtibérica están precisamente las urbes, regidas por un sistema político compuesto por senados, asambleas y magistrados, y que seguían un modelo similar al de las ciudades-estado del mundo clásico. Estas ciudades celtíberas, como Segeda, llegaron a acuñar moneda, y formaron alianzas militares entre ellas, como sucedió en el siglo II a.C., bajo el mando de los arévacos.
Historia de Iberia Vieja (29-9-2012)
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