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Gracián por siempre
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GILBERTO PRADO GALÁN | Sí. Ya sé: siempre recurro a Baltasar Gracián. ¿Por qué? Porque es el emperador del desencanto. Sí, sí, sí: porque la vida humana va del engaño al desengaño y porque, quién lo duda: vamos del engaño al desengaño: "con los años vienen los desengaños". Y la vida es, como dijo el aragonés, "milicia contra la malicia". Con este apotegma inicio. Y luego los que le siguen, incontestables:"No se pescan truchas a bragas enjutas". Las bragas son esas redes sabias o: "Son tontos todos los que lo parecen y la mitad de los que no lo parecen". O: "Un barco es un ataúd anticipado". Y hogaño un automóvil. O: "Maldito el hombre que confía en otro". O: "Hombre sin noticias, mundo a oscuras". O: "La verdad muda y la mentira trilingüe": O: "El mundo: casa de orates hermanados". O: "Lo bueno, si breve, dos veces bueno". O: "Horrores y honores de Vejecia". ¿Por qué? Porque si llegamos a la vejez con provecho recibimos honores; y si, por el contrario, llegamos con perjuicio, recibiremos horrores. O: "Morir de pie y despachando". Uf¡ Así fue, así ocurrió. El milagro que es mi vida desde que yo nací, pero yo la vi despedirse y atender asuntos mundanos. Yo la vi. Os lo juro: yo la vi. Por eso siempre vuelvo a Gracián. Una sabiduría milenaria, una sabiduría útil, aunque la frase exaspere. Siempre nos quedará Gracián. Estoy ejeando, como dijo César Vallejo, estoy cribando mis afectos más puros. Los abrazo con el alma con el corazón tendido al sol, como escribió el cantautor Víctor Manuel. ¡Ejepa!
Milenio (30-9-2020)
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