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Bibliotecas
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FRANCISCO TOBAJAS GALLEGO | José Rodrigo Villalpando, marqués de la Compuesta, fundó y dotó en 1740 una biblioteca pública en el convento de Predicadores de San Ildefonso de Zaragoza, lo que motivó a Feijoo a llamar a Zaragoza ciudad copiosa de libros. Tras la exclaustración, una parte de estos libros pasaron a la Biblioteca Pública Universitaria.
El linaje de los Roda era oriundo de Roda con varias ramas, aunque otra de ellas lo era de Burgos. La villa de Roda de Isábena se apiña en torno a la catedral, que fue sede episcopal. En el museo catedralicio, instalado hasta diciembre de 1979 junto a la nueva sala capitular, habilitada hacia 1628, se guardaba la silla de tijera de San Ramón que fue robada entonces, con otras piezas, por Erik el Belga. Al consagrarse la iglesia en honor a San Vicente, allá por el año 957, se citan algunos libros litúrgicos, objeto de regalo. A este fondo perteneció el Códice de Roda y el Cronicón Rotense o necrologio de Roda. Casi en su totalidad la documentación antigua de esta antigua sede episcopal se encuentra en el Archivo de la catedral de Lérida, cuya devolución con otros bienes aún sigue pendiente.
El político Manuel de Roda y Arrieta nació en Zaragoza en 1708, muriendo en La Granja, Segovia, en 1782. Su padre era de Maella y su madre zaragozana. También era oriundo de Maella el cirujano Juan de Roda y Bayas, también del siglo XVIII. Manuel de Roda estudió con los jesuitas y Derecho en la Universidad zaragozana en calidad de "manteísta", o sea, como estudiante pobre. Era partidario del duque de Alba, quien le ayudó a obtener dos cargos importantes en Roma, el de gerente de preces y el de embajador. En 1765 fue nombrado por Carlos III ministro o secretario de Gracia y Justicia. También le nombró marqués de Roda, pero al no poderlo disfrutar en vida, fue a parar a su sobrino, el político Miguel Lorieri. En 1771 Manuel de Roda otorgó testamento y en él legaba su Biblioteca, que llamaba "su dama", a la casa del Real Seminario Sacerdotal de San Carlos. La componían más de doscientos manuscritos, ochenta y cuatro incunables y dieciséis mil impresos. En 1943 y en Zaragoza, Martínez Planells y Latre editaron un inventario de estos manuscritos que todavía se conservan, cumpliendo la voluntad de Roda de no venderlos ni separarlos.
El periodista Mariano de Cavia nació en 1852, el mismo año que se implantó el servicio de telégrafos en Zaragoza, que tanto agilizaría la información, siendo bautizado en el Pilar. Al dejar inconclusa la carrera de Derecho, comenzó a escribir en el Diario de Zaragoza, en el Diario de Avisos, en la primera Revista de Aragón y en El Cocinero. Con Jerónimo Pérez "Juan Pérez" y Agustín Peiró "Antón Pitaco", Cavia fundó en 1880 el Chin-Chin, "el más famoso periódico satírico que Zaragoza ha tenido", según Castán Palomar. Ramón de Lacadena asegura que Cavia recibió del comediante Rafael Calvo la sugerencia de ir a Madrid en 1881. La Enciclopedia Aragonesa asegura que también fue responsable de la marcha de Cavia el empresario Felipe Ducazcal y la Historia de la prensa aragonesa, de Fernández Clemente y Forcadell, sostiene que Cavia marchó a Madrid en 1880, con recomendaciones de Gil Berges y de Faustino Sancho y Gil, republicanos de pro, aunque Cavia no ingresaría en la prensa republicana sino en El Liberal, que era propiedad de otro aragonés que lo dirigía, Mariano Araus.
A finales de 1880 Cavia marchó a Madrid con una carta de recomendación de Sancho y Gil para su amigo y pintor Suárez Llanos (1830-1881). Conocemos una carta de Suárez llanos fechada en Madrid el 2 de enero de 1881 y dirigida a Sancho y Gil, en la que le notifica la llegada de Cavia y su presentación en el Ateneo de Madrid.
Lo primero que firmó Cavia en El Liberal fue un artículo sobre el grueso tomo de Poesías líricas de Valentín Marín y Carbonell, sobrino de Víctor Balaguer y compañero de colegio de Sancho y Gil. El libro lleva prólogo de Baldomero Mediano, colega del poeta y del mismo Cavia en la primera Revista de Aragón.
Cavia vivía en Madrid en un hotel, pero "le tenía puesto piso a su biblioteca", que fue malvendida tras su muerte. Alguna vez escribió: "Lo más interesante de mi vida es que no fui nada, que no soy nadie, ni tengo nada, ni lo tendré, ni lo quiero. Yo jamás he recibido ninguna adehala, sueldo o gratificación del Estado. Me atengo a lo pagado por lo servido: artículo que escribo, artículo que cobro, y entrada por salida".
La última fotografía de Cavia se la hizo en las Termas Pallarés de Alhama de Aragón, donde fue a recuperarse de una parálisis general progresiva. Pero en Alhama empeoró y regresó muy enfermo a Madrid, donde murió en 1920. Según contaba El Sol, a las palabras de consuelo de su escudero Mauro Manso, de "Ya se aliviará usted, señor", Cavia replicó: "Si Dios quiere". Estas dicen que fueron sus últimas palabras.
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