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Derecho por derecho
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F. TOBAJAS GALLEGO | En mi artículo publicado en la revista Trébede de junio de 2002, dedicado a una copla popular, verdadera joya antropológica, que recuerda la expulsión de un morisco vasallo de la Señoría de Saviñán, llamado Juan Calavera, hablaba de dos moriscos de este nombre que aparecían en el primer libro de la parroquia de San Miguel de la Señoría, como posibles inductores de la copla, aunque elegía a uno de ellos, por ser huérfano. Pero repasando el primer libro de la parroquia de San Pedro de Saviñán, que era de realengo, aparecen más nombres de moriscos y entre ellos otros Juan Calavera, que vienen a complicar aún más el asunto. Resulta un tanto desconcertante el hecho de encontrar en los libros de San Pedro partidas de moriscos que pertenecían a San Miguel. Y es que, a pesar de ser vasallos de la Señoría, vivían en el distrito de realengo y por ello quedan reseñados en el libro parroquial. Así, en 1580 aparece en San Pedro la partida de defunción de Miguel Calavera, hijo de Juan Calavera, que estrenó la Cruz de la Señoría, pues se enterró en su cementerio. Tras la nueva Carta de población de 1612 y al ocuparse con el tiempo todas las casas disponibles de la Señoría, los vecinos debieron buscar acomodo en la parte del pueblo que era de realengo, como había ocurrido anteriormente con los moriscos.
En la visita pastoral de 1724, el vicario de San Miguel se quejaba al visitador porque el Capítulo Eclesiástico de San Pedro testaba sobre sus feligreses que morían en el distrito de realengo. El visitador, Diego Arguiñigo, declaró que el vicario de la Señoría tenía perfecto derecho en testar sobre sus feligreses. Estaban presentes mosén Juan Jerónimo Pariente, presidente, y mosén Roque Pamplona, beneficiado, ambos de San Pedro. Y se añade que el 16 de mayo había muerto Rosa Pechez en el distrito de realengo sin haber testado, haciéndolo mosén Martín López, vicario de la Señoría, enterrándose en el cementerio de San Miguel "sin contradicción alguna". En 1739 el visitador imponía la pena de excomunión y la multa de una libra a los que pagaran al Capítulo Eclesiástico de San Pedro los derechos "que siempre se ha acostumbrado por los acompañamientos a los entierros", incluidos los párvulos, que se celebraran en la iglesia de la Señoría. En la visita de 1804 se constataba que a veces cuando moría algún feligrés de la Señoría en jurisdicción de Saviñán, se llevaba el cadáver clandestinamente a la Señoría, por excusarse el pago de los derechos acostumbrados. Otro tanto ocurría con las fincas. En la visita de 1733 se pide que se realice un cabreo con los aniversarios y fundaciones eclesiásticas. Según la Concordia entre la Comunidad de Calatayud, a quien pertenecía la Señoría, y el Capítulo de San Pedro, celebrada ante el notario de Munébrega Juan Pérez Domínguez el 3 de septiembre de 1613, se decía "que solamente las heredades treuderas y hacienda especificada en ella se deba pagar la Decima y Primicia" a la Comunidad, y el resto a San Pedro. Y se dio comisión a José Antonio Marina, presbítero y notario mayor del Tribunal Eclesiástico de Calatayud, para saber cuáles eran las heredades libres y cuales las treuderas "que se hubieran agregado y unido fraudulenta y maliciosamente". El 22 de junio de 1681 la ratificaron en dicho lugar ante el notario de Maluenda José Jerónimo Rodrigo.
En la visita pastoral de 1723 se decía que el vicario no sólo debía apuntar en las partidas si habían testado o no los difuntos, sino también el nombre del notario y lo testado por su alma y legados píos. Por estas causas, la iglesia de San Miguel siempre estuvo en un estado bastante lamentable, reflejado en las sucesivas visitas pastorales. En 1733 el maestro albañil y vecino del lugar José Berdejo, tras reconocer la iglesia y bajo juramento, decía que los arcos de la fábrica amenazaban ruina, como la pared fosal de la sacristía. Por tanto el visitador mandaba al vicario que secuestrara las rentas de la primicia y que se destinaran a estas obras. Se mandaba también arreglar las campanas y colocar una cerradura en la puerta del cementerio, para que no entraran las caballerías. En 1739 aún no se habían hecho las obras y se volvía pedir a la Comunidad que arreglara la iglesia. En 1744 se pedía de nuevo una cerradura para la puerta del cementerio, para que no entraran caballerías y otros animales, y se concedían 8 reales para que en la fiesta de San Miguel hubiera diácono y subdiácono y se pagaran a los que asistieran a cantar en el coro. En 1766 toda la iglesia amenazaba ruina, con gran peligro para los fieles. En 1804 ya dependía del Capítulo de San Pedro y allí se bautizaba "por estar derruida y sin Pila Bautismal" San Miguel. En 1826 el visitador constataba el abandono y desidia de la parroquia, que también había padecido una de las muchas riadas del Jalón. Entonces se condonaron los derechos de la visita "en consideración á la pobreza" de los eclesiásticos del pueblo, "por razón de las circunstancias".
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