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El chocolate y la Iglesia

FRANCISCO TOBAJAS GALLEGO | José María Hueso, propietario de La Fama de Aragón, fábrica hidráulica de elaboración de chocolates establecida en Ateca, decía en su Memoria sobre el chocolate, salida de la tipografía de La Derecha en 1885, con motivo de la segunda Exposición Aragonesa, en la que participó, obteniendo una medalla de primera, que "El chocolate es una bebida divina, un manjar celestial importado por los ángeles de España del Olimpo mejicano, mejorado y propagado por los españoles en toda la Europa". Y contaba que las "señoras de Chiapa, en Méjico, tienen tal pasión por el chocolate, que hasta lo toman en la iglesia". Hueso cuenta en su Memoria que Hyerónimus Aguilarensi marchó a América sobre 1511, donde tomó contacto con el chocolate, dando noticias de él a sus amigos Antonio de Álvaro, abad del Monasterio de Piedra en 1531, y Egidio Adán, abad también de Piedra en 1534. Pronto comunicaron sus virtudes a sus amigos los jesuitas de Zaragoza y a los monjes de los monasterios de San Juan de la Peña, Veruela, Rueda y Santa María de Huerta. El chocolate se consumió primero en los conventos y luego se vendió en las boticas como medicina, aunque su consumo no se hizo muy popular, debido a su elevado precio.

El obispo de Tarazona en una visita efectuada a Calatayud y a la iglesia de San Juan de Vallupié, dejaba ordenado que, según lo mandado por el Papa Inocencio XI, el 24 de noviembre de 1680, "ninguna persona de cualquier estado, calidad o condición que sea, pueda dar ni tomar chocolate en las Iglesias, sacristías, tribunas, claustros, ni otro lugar sagrado, ni comer ni beber en ellos cosa alguna". El obispo tenía entendido que "en algunas Iglesias de esta Ciudad se ha introducido el escandaloso abuso de tomar chocolate en las sacristías después de que han celebrado misa". Por ello establecía una multa de 4 reales de plata y la excomunión mayor.

Los Estatutos y Ordinaciones de la Cofradía de la Vera Cruz de Saviñán, fueron copiados y enmendados en 1721 por mosén Juan Jerónimo Pariente, presidente y beneficiado perpetuo de la parroquial de San Pedro de Saviñán. En uno de sus puntos se detallaba que para corregir, enmendar, añadir o suprimir algún artículo de los Estatutos, debían reunirse las personas del Poder, o sea, el vicario, o en su falta el presidente, y los dos alcaldes del lugar. En 1765 se reúnen las tres personas del Poder y expresan que en el Domingo de Ramos, día indicado para pasar cuentas de la Cofradía, "se habían experimentado grandes excesos en la merienda de cosas calientes", por lo que ordenan "que en adelante el Prior que fuese pueda solamente dar y dé media libra [de] confitura, y una torta adobada y vino blanco o tinto y a lo más si le pareciere pueda dar una jícara de chocolate" a las personas que intervinieran en las cuentas, que eran las tres personas del Poder y los priores y mayordomos entrantes y salientes. Y ante el notario de Saviñán, José Carnicer y Pérez, firmaron el vicario, mosén Francisco Betrián, el alcalde Martín Chueca y el alcalde segundo Pedro Gumiel Carnicer.

En mayo de 1765, el vicario general, José Jordana, dejaba constancia que el día 3 de mayo, festividad de la Cruz de Mayo, el prior y los mayordomos hacían gastos excesivos y voluntarios que no permitían los Estatutos de la Cofradía. En 1769 el vicario general José Mariano Tolosana, estaba enterado que el Domingo de Ramos y el 3 de mayo, los priores y mayordomos se gastaban crecidas cantidades en convites, a base de pan, vino, "huelgos" y queso abundante para todos los asistentes. El vicario prohibía estas prácticas, poniendo una multa de 10 escudos, destinada a la luminaria de la Cofradía, y la pena de expulsión.

En 1574 el obispo Pedro de Luna, advertía a la Cofradía Mayor de la ermita de Santa María o de la Virgen del Río de Saviñán, "que los 30 cahices de trigo, aparte de otros ingresos que tiene, ya que tan descuidada tienen la iglesia, deben destinarse a casar huérfanas de los cofrades o en otras obras pías que mejor parezcan y así no se gasten en profanidades". El obispo Cerbuna consignaba "que la renta no la gasten en comer y que hagan un retablo nuevo, decente, que no tienen sino una cortina pintada y adornen el altar y reparen las paredes, so pena de no darles licencia para tomar de las rentas para su comida". El obispo Yepes les retira la licencia para gastar la renta en la comida, mientras no hagan el retablo y paguen lo que deben. En 1618, el obispo Terrer señala que la comida de la Cofradía Mayor era exorbitante y contra el Concilio y añade que comieran sólo el día de las cuentas las personas que debían presentarlas. Formaban parte de la Cofradía Mayor vecinos de Saviñán, Paracuellos, Embid y Santos. José Gracián piensa que al acudir los cuatro lugares a la Virgen del Río en épocas de sequías, hace pensar que fuera antes de la construcción del azud de Embid.

José María Hueso copia en su Memoria una cita del doctor Llimel, en elogio del chocolate, pues "nutre perfectamente, entona mucho, y repara pronto las fuerzas".

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