El día 14 de noviembre, día de huelga, tuvimos el segundo almuerzo de este curso. Invitaba mi hermano Alfonso. En el restaurante-bar Emperador, nos reunimos los mismos que en el almuerzo anterior, menos Ángel Ramos que tuvo que quedarse a cuidar de los nietos, hicieron huelga sus nietos, pero él no pudo hacerla.
Hablamos de muchas cosas, como siempre, pero esta vez comentamos ampliamente la actividad que en Godojos se tenía este mes de noviembre con motivo de la SACA DEL VINO. En noviembre Godojos era un pueblo bullicioso y activo, aunque casi toda la actividad se realizaba en el monte de las bodegas. Recuerdo que siempre que he pasado por Andújar, pueblo aceitunero de Jaén, el olor de aceite se me colaba por las ventanillas del coche. En este mes Godojos olía a vino. Olían las personas que pisaban desnudos los lagares. Olían las regacheras en las que se echaban las heces, cuando se limpiaban las cubas. Olían las bodegas que todavía conservaban algo de tufo y olían sobre todo los prensaderos donde se estrujaba el orujo para sacarle hasta la última gota de vino. Noviembre era un mes amable, oloroso y espiritoso.
De madrugada se formaba la primera parada de orujo dentro de la prensa. En Godojos había dos tipos de prensas: las de hierro y las de madera de doble huso. En las prensas de madera, mediante una recia soga se hacía la parada para prensarla. Varios hombres, a veces ocho o diez, giraban las macro tuercas mediante una gran palanca. Los esfuerzos eran grandes. La prensa empezaba a llorar y el vino caía en una pila preparada al efecto.
Las prensas de hierro no tenían más que un huso. En vez de cuerda había una linterna, que acogía el orujo y sobre la que se ponía una plataforma. Dos personas eran suficientes para manejar la palanca que apretaba la plataforma para que el orujo destilase el vino. Además recuerdo que tenían unos hierros que martillaban y producían unos sonidos agradables.
Las tardes de prensa eran muy amables. La gente descansaba entre vuelta y vuelta y comentaba cosas muy amigablemente. La hora de la merienda era especialmente deseada. No se merendaba mucho. Abundaban las sardinas rancias, sabrosas nueces, almendras y buenos trozos de pan. Era curioso el transporte de vino a las respectivas bodegas mediante grandes botos o pellejos que se cargaban al hombro.
Hoy día ya no es lo mismo, pero aún hay algunos que fermentan vino en diversos recipientes y prensan el orujo. Ya no meriendan sardinas rancian ni nueces, pero sí que asan estupendas costillas de cordero y sabrosas lonchas de papada en los hogares de las bodegas.
No nos olvidemos de nuestro pueblo ni de la vida de sus habitantes, cuando Godojos estaba lleno de vida.
Godojeños (15-11-2012)
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