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Los hospitalicos de Zaragoza
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Hospitalico de Niños. Año 1908
FRANCISCO TOBAJAS GALLEGO | El 20 de octubre de 1543 y a iniciativa del notario y luego primer regidor de estos centros benéficos, Luis de Sora y Torres, el notario de Zaragoza Miguel Español redactó los primeros estatutos de los hospitalicos de niños y de niñas huérfanos, que habían de servir de refugio de los niños abandonados por orfandad u otros motivos, que hasta entonces no habían tenido más que una precaria acogida en el Hospital de Nuestra Señora de Gracia y constituían un verdadero problema social.
El hospitalico de niños tenía su sede en el antiguo hospital de la parroquia zaragozana de la Magdalena. Allí se les enseñaba a leer y a escribir, además de la doctrina cristiana. Vestían ropillas de buriel hasta el tobillo y a los quince años salían para instalarse con algún artesano. El de niñas estaba instalado en el de Santa Fe, en la parroquia de San Gil. Según Ignacio de Asso, había sido fundado en el siglo XIV por la cofradía de este nombre. A las niñas se les enseñaba a hilar, coser, guisar y comportarse con educación. Llevaban el hábito de la Inmaculada Concepción, con sayas blancas con escapularios azules. Los dos hospitalicos se unificaron en 1768 en el de la parroquia de la Magdalena. Allí permanecían los huérfanos desde los cinco años, cuando eran trasladados del Hospital de Gracia, hasta los quince años. El hospitalico estaba regido por el canónigo enfermero de la Seo, dos ciudadanos y un jurado, llamado hospitalero.
La antigua iglesia fue demolida en 1782, por peligro de ruina, siendo sustituida por otra de estilo neoclásico terminada en 1786 y dedicada a la Virgen de los Desamparados. Fue ocupada por los franceses antes de la capitulación de la ciudad en 1809. En 1814 se encontraba prácticamente en ruinas.
En 1560 los huérfanos acogidos eran un centenar, aunque en 1605 se elevaron a 209. En 1615, a causa de la sequía, los niños recogidos eran 520 y las niñas 330. En 1723 se contabilizaban 50 niños y 30 niñas. En 1786 sumaban un total de 140 huérfanos, en 1798 disminuyeron a 80 y en 1822 solo eran 34.
En 1605 el arzobispo Tomás de Borja realizó una visita a estos dos hospitalicos de niños y de niñas de Zaragoza. La visita comenzó el 20 de marzo por la iglesia del hospitalico de niñas, cuya capilla mayor estaba dedicada a Nuestra Señora de la Concepción. A continuación el arzobispo visitó los dos "refitorios", el de verano y el de invierno, y la "cuadra del dormitorio", con diez camas, con otras tantas "márfegas", colchones, sábanas y mantas. El hospital contaba con una enfermería con cinco camas, cocina y el "exercicio de la lana", donde se fabricaban paños. El arzobispo visitó también la capilla del hospitalico de niños, la cocina, el dormitorio y la enfermería. Entonces había dos capellanes en cada hospital y seis personas, entre oficiales y aprendices, para el ministerio y servicio de la lana. Una vez pagados todos los gastos, un tercio de los beneficios de la lana se destinaban a la bolsa común y los dos tercios restantes para casar a las huérfanas de este hospitalico.
Estos niños huérfanos se mantenían gracias a la caridad pública y privada. Se concedieron también jubileos e indulgencias plenarias a quienes, una vez cumplidas las condiciones canónicas establecidas y tomando una bula de Cruzada, visitaran estos hospitalicos y los socorriesen con sus limosnas. En 1569 el obispo de Huesca-Jaca dio permiso para pedir limosnas en su diócesis. Felipe IV concedió un privilegio en 1629 para que se pudiera pedir por Aragón, Cataluña, Valencia, Rosellón y Cerdaña, pues entonces era su única fuente de ingresos.
Estos hospitales disponían de una renta a base de treudos, censos, heredades y casas, a los que había que sumar ciertas cantidades en dinero y en especie, que la Pabostría de la Seo entregaba en diferentes festividades del año, como el Jueves Lardero, Miércoles de Ceniza, Sábado de Ramos y Jueves Santo. Además, cada mes se entregaban doce panes del evangelio a los niños y otros doce a las niñas, con sendas libras de aceite y docenas de huevos, más cuatro dineros. La ración de los niños aumentaba con algo más de dos cántaros de vino y la de las niñas con tres libras de carnero. En la segunda mitad del siglo XVI se generalizó la práctica de dejar alguna cantidad de dinero para estos centros en los testamentos. Entre los treudos que poseían estos hospitalicos se encontraba uno de 16 sueldos y 8 dineros, que cada 15 de mayo debía pagar Catalina Guillén, viuda de Martín de Rueda, por una deja de Jerónima Gascón, según constaba en su testamento fechado el 25 de mayo de 1580, ante el notario de Saviñán, Matías Cimal.
Revisando el primer Libro parroquial de San Pedro de Saviñán, hemos encontrado la partida de defunción de Ana Gascón, el 23 de mayo de 1580. Fueron ejecutores de su testamento, debido a Matías Cimal, el maestro Cuenca y su hermana Jerónima Gascón, doncella. Ana Gascón fue enterrada en la iglesia. Pensamos que Ana y Jerónima eran hijas del notario de Saviñán Francisco Gascón, que falleció en 1576, y de Ana la Sierra. Ana Gascón nació en 1549, siendo confirmada en 1557. Ana Gascón, hija de Francisco Gascón, se desposó el 4 de mayo de 1570, en San Pedro de Saviñán, con el mercader bilbilitano Francisco Vacarizo, estando presentes micer Joan Pérez de Nueros, abogado fiscal del rey, Miguel Gascón y su mujer, Jerónimo Abas y Joan Vacarizo, vecino de Calatayud. La misa nupcial se celebraría el 28 de agosto de 1570. Tuvieron varios hijos: Ana fue bautizada en 1571, Francisco en 1573, Alonso en 1575 y Jerónimo en 1577. Francisco Vacarizo fallecería en Saviñán pocos meses después, el 23 de septiembre de 1580, testando con el notario de Paracuellos de la Ribera, Martín de Villalba. Fueron ejecutores de su testamento el maese Francisco Cuenca, Alonso Vacarizo y su mujer, entonces ya fallecida, Ana Gascón.
Otras personas dejaron alguna cantidad para el hospital de Saviñán y para el Hospital de Nuestra Señora de Gracia de Zaragoza. Rosa Lázaro, de 80 años, dejó en 1812 dos escudos para el Hospital de Gracia. Félix Oneille, Teniente General, Capitán General y Presidente de la Real Audiencia, envió una circular explicando que, ya en 1710 el rey había expedido una real cédula, pidiendo que los que testaran dejaran alguna cantidad para el Hospital de Nuestra Señora de Gracia. Los jueces también podían dejar limosnas para este hospital, de los fallecidos seculares intestados. Félix de Grasa, en nombre del Hospital de Gracia, pedía a los escribanos que recordasen a los testadores que podían dejar en sus testamentos alguna cantidad para este hospital. La misma consigna se hizo llegar a los corregidores y alcaldes, para que se lo trasladaran a los escribanos. También el vicario general de Calatayud, con fecha de 22 de agosto de 1786, pedía al vicario o al regente de cada parroquia, con pena de multa, la obligación a recibir limosnas para este Hospital de Gracia, en caso de redactar testamentos de sus feligreses. Mosén Jacinto Lafuente se dio por enterado, firmando en Saviñán el 28 de agosto de 1786.
El Hospital de Gracia sería destruido durante el Sitio de 1808, pasando los enfermos, dementes y expósitos al Hospital de Convalecientes y al convento de la Encarnación. Durante los Sitios, el padre Bonal, fundador con la Madre Ráfols de las Hermanas de la Caridad de Santa Ana, salía por las calles de Zaragoza a recoger todo lo que quisieran dar para este hospital. En 1814 el Padre Bonal expuso a la Sitiada el salir por los pueblos a pedir limosna de hilaza, ropa blanca y la voluntad de los fieles. En su incansable periplo, el Padre Bonal estuvo en Saviñán, donde dejó escrito: "En esta villa no se siguieron las calles; nos dieron esta limosna separadamente pareciéndoles que era mejor, pero a mi modo de pensar, se habría recogido bien, mas no quisimos disputar con el cura y el cuestor".
Bibliografía
Royo García, J.R. (1994): "Los hospitalicos de niños y niñas de Zaragoza en 1605 según la visita del arzobispo Tomás de Borja", Jerónimo Zurita, 69-70.
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