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Campiel
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FRANCISCO TOBAJAS GALLEGO | El prior Monterde, en su Ensayo de 1788, elogiaba la pera bergamota de Campiel, pues era la más fina y delicada. La pera chata la hacía propia de Embid de la Ribera. Pero, según Monterde, el árbol que más había dado a conocer la huerta de Campiel era el melocotón. "Su delicado y suave agridulce y la hermosura de sus colores es tan propia de su suelo, que la pierden los que allí se han trasplantado a otras tierras". Y aunque los de Embid y Paracuellos eran de mejor tamaño, no les "igualan en la suavidad del gusto". Tanto unos como otros se llevaban todas las semanas a Madrid en posta, desde que entraban en sazón, a la mesa de la reina Bárbara de Portugal. Monterde escribía que los montes de Campiel estaban vestidos de árboles silvestres y hierbas medicinales y aromáticas. "La naturaleza en los montes de Campiel e industria en los regadíos presenta en sus árboles, en su variedad y en la disposición del suelo un objeto el más delicioso con las flores y con los frutos que continuamente dan desde la primavera hasta el invierno".
Asso, en su Historia de la Economía Política de Aragón, 1798, elogiaba los albaricoques y melocotones de Campiel, cuyo caserío distaba de Calatayud media legua. De allí se habían propagado a Embid y a otros lugares de la ribera. El terreno que los producía era una pequeña "faxa de ramblar, o tierra esquistosa, y suelta", que procedía de la descomposición de los cerros de pizarra, donde no faltaban los terebintos, el almez y la Isatis tinctoria. Según Asso, los melocotones de Campiel tenían los pétalos de las flores espatulados y guardaban una cierta distancia entre sí. Los albaricoques eran de carne blanca y de color "anteado con puntos roxos". Todas las variedades se injertaban en escudete sobre ciruelo silvestre o arañón, siendo de vida más larga que los injertados sobre almendro o bien nacidos de hueso.
Según el Diccionario de Madoz, 1845-1850, Campiel se componía de 22 casas de recreo, 19 se encontraban entonces habitadas a lo largo del año y las 3 restantes sólo en la temporada de verano. Sus vecinos tenían tres ermitas, donde se celebraban regularmente la misa los días de precepto. La de San Abdón y Senén se encontraba en una heredad de la parroquia de San Pedro de Calatayud, la de Ntra. Sra. del Carmen se levantaba en una finca particular y la de San Iñigo se había levantado en 1839.
Campiel tenía cuatro fuentes que brotaban de las pendientes de las peñas, aunque Madoz citaba una que nacía casi en la cima de un monte, dentro de la propiedad de Cosme Marcén, que había recogido sus aguas en una balsa, donde se criaban tencas y patos. Desde la cima de aquellos montes se divisaban 300 hanegadas de tierra que se regaban con las aguas del Jalón, que marchaba encajonado entre montañas impresionantes. Las descomposiciones de los montes de pizarra y el acarreo del Jalón, producían unas tierras fértiles donde se cultivaban toda clase de legumbres, cáñamo de textura fina, cereales, higueras, manzanos, perales de donguindo, roma, bergamota fina, ternal, mosqueto y chato, olivos, albaricoques, pavías, almendros, emparrados de moscatel y sobre todo los melocotones. Los más gruesos eran los más aromáticos. Se injertaban sobre ciruelo o arañón negro, o sobre vástago barbudo de almendro, de más duración. Sobre arañón blanco los injertos eran de menor producción. Se injertaban también en plantas procedentes de semilla.
Madoz citaba otras variedades de melocotones no injertos, que se reproducían por semilla, como la duraznilla, el melocotón anteado, blanco y abridor, al que se le desprendía el hueso. Todos ellos, inferiores en tamaño y calidad a los anteriores, se criaban en viveros, en dos o tres años, según la calidad de la tierra. Al tiempo que sazonaban los melocotones de Campiel, "se destierran los bilbilitanos para ir a gozar de un placer que nunca les cansa, y aun los viajeros se detienen a las veces, sin mas objeto que el de disfrutar algunas horas del entusiasmo a que les lleva la vista de un sitio tan ameno y pintoresco".
Monterde decía que los de Embid eran diestros y aplicados en el cultivo de árboles frutales e inteligentes en los injertos. Viveros Montserrat, situado en el Rabal de Zaragoza, decía ser la casa más antigua de Aragón, pues se había fundado en 1847. Viveros Gimeno de Saviñán, se anunciaba en sus catálogos como la casa más antigua de Aragón, aunque se desconoce la fecha de su fundación. Sabemos que Pascual Sanjuán Lafuente (1849-1932), que fundó Viveros Sanjuán en Saviñán en 1870, había trabajado anteriormente para Epifanio Gimeno Durán. Epifanio había nacido en Embid de la Ribera hacia 1855, muriendo de tifus en Saviñán en 1895. Era hijo de Sebastián Gimeno, de Saviñán, y de María Durán, de Paracuellos de Jiloca. Epifanio casó en 1879, en la parroquia de San Miguel de la Señoría de Saviñán, con Dominica Lafuente Villalba (+1940). De testigos aparecen citados Elías Carnicer, comerciante, y Jerónimo Algarate, sacristán.
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