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Las sanguijuelas de Margarito Cormán
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FRANCISCO TOBAJAS GALLEGO | El atento profesor y buen amigo Mariano Amada, que es un verdadero intelectual, pues acude a los archivos y bibliotecas incluso en vacaciones, me ha enviado un curioso anuncio aparecido en la Guía de Zaragoza para 1892 a 1893, editada en 1892 y en los talleres tipográficos del periódico La Derecha, por Manuel Joven Gascón. En él, Margarito Cormán hacía propaganda de sus sanguijuelas, que por eso era practicante de Saviñán, y, según decía, eran de las mejores. La docena la ofertaba a 1,25 pesetas, el ciento a 4,20 pesetas y el millar a 32 pesetas.
Carlos Gasca Ibarra contaba en el desaparecido periódico local de Saviñán Cauce y Caudal (1974-1978), unos hechos acaecidos durante la tercera guerra carlista. Por entonces una fuerza militar carlista ocupó esta zona del Jalón, dominando desde Embid hasta Morata, poniendo centinelas en los estrechos del río y en el torreón de Saviñán, donde los soldados encontraron un pasadizo secreto. Estos centinelas se relevaban desde Saviñán, donde hicieron amistades. Pero este dominio fue breve y tuvieron que unirse al resto del ejército carlista que estaba en Estella, donde murió Gaspar Gasca Serrano y algún mozo más de Saviñán. Al terminar la guerra, uno de los soldados que había hecho guardia en el torreón, se echó al monte como bandolero y acabó en el penal de Deusto. Desde allí se carteaba con Roque Gasca Serrano, abuelo de Carlos Gasca, que había sido alcalde de Saviñán en la guerra carlista, y con sus amigos. En las cartas decía que si le enviaban cierta cantidad, revelaría donde estaba enterrado el dinero de su unidad militar. Entre 8 o 10 amigos acordaron enviarle unas onzas de oro y a cambio recibieron las instrucciones. Debían ir al torreón, medir 30 pasos hacia el norte y mover una gran piedra que escondía un pasadizo. Y así lo hicieron. Trabajaban de noche con ayuda de linternas y candiles, para evitar a los curiosos. Poco a poco fueron quitando tierra hasta que dieron con una escalera, que debía dar a la sala baja del torreón del siglo XIV, pero un corrimiento de tierra apagó los candiles. Cundió el desaliento y abandonaron el proyecto. Los viejos decían que las encantadas del torreón apagaban los faroles. Al torreón de Saviñán se le llama de las encantadas, debido a una leyenda de amores contrariados entre doncellas moras, que acabaron convertidas en palomas, y jóvenes cristianos.
Al acabar la tercera y última guerra carlista, el corneta Margarito Cormán volvió a Saviñán y se hizo barbero. En el programa de festejos de Saviñán de 1913, que ya honraba a su Patrón, San Roque, se anunciaba la barbería de Margarito Cormán, que era practicante municipal desde 1889. La barbería estaba situada en el número 72 de la calle Mayor, frente a la calle del Centro. El barbero decía tener las mejores y más baratas sanguijuelas de todo Aragón, además de biblioteca y propaganda de la buena prensa. Margarito Cormán falleció en 1927.
La primera Asamblea de la Buena Prensa se había celebrado en Sevilla en 1904. En 1908 se celebró la segunda Asamblea en Zaragoza, durante el Centenario de los Sitios, de la que fue presidente el deán Florencio Jardiel y vicepresidente Luis Mendizábal, catedrático de Universidad. Otros componentes de la Junta organizadora fueron Inocencio Jiménez, Santiago Guallar y Francisco Casajús, personas vinculadas a El Noticiero. Su finalidad era promover los intereses de la fe católica en España por medio de la prensa. Su organización corría a cargo de la Iglesia en colaboración con la buena prensa, es decir, la prensa afín a sus ideas. A esta Asamblea, celebrada en Zaragoza del 21 al 24 de septiembre de 1908, se adhirieron numerosas publicaciones de toda España, entre ellas las aragonesas y católicas: Anales del Pilar, que dirigía José María Azara, La Buena Prensa, El Eco de la Cruz, de Manuel María Adán, Esperanzas, de Juan P. Figueras, La Hoja Catequística, de mosén Pedro Dosset, El Noticiero, de Norberto Torcal, El Pilar, de Roberto Casajús, el Tesón Aragonés, de Pedro Legaz, el Boletín del Círculo de Estudios Obreros, de Fuenclara, que estaba representado por Mariano de Pano, y el Boletín de la Sociedad Aragonesa de Ciencias Naturales, representado por el P. Longinos Navas. De la región no faltaron El Amigo del pueblo, de Román Cisneros, editado en Tarazona, El Cruzado Aragonés, de Barbastro, representado también por Mariano de Pano, los oscenses Ecos de Monte-Aragón, de Antonio Marcellán Camo, y La Voz del Púlpito, de Domingo Torres, el bilbilitano El Regional, de Justo Navarro, y el caspolino La Sinceridad, de Luis Navarro Canales.
La Crónica de la Segunda Asamblea Nacional de la Buena Prensa, donde se recogen las intervenciones de los participantes, se editó en 1909 en los talleres de La Editorial, Coso, 86 y San Miguel, 12, a cargo de Mariano Escar, como puntualmente recoge Luis Serrano Pardo en su excelente libro dedicado al impresor zaragozano.
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