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La Rúa de Calatayud
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FRANCISCO TOBAJAS GALLEGO | Azorín ya escribía en 1923: "José María Matheu es uno de los más grandes novelistas españoles contemporáneos", haciéndole "antecedente inmediato de Baroja; cómo no se puede comprender a Baroja sin conocer a Matheu. Estas vidas rotas, fracasadas, de que tanto gusta Baroja, están ya en Matheu...". Luis Horno Liria defendía en un artículo publicado en 1974 y recogido en su libro Autores Aragoneses, la reedición de algunas de las novelas de Matheu (1845-1929): "Reeditarlas causaría sorpresa, enseñaría humildad y nos haría, además, ser fieles a una tradición que no es justo mantener interrumpida". Algunas de esas novelas se desarrollan en tierras aragonesas y en lugares con nombres imaginarios, como Tomizares, Cañices o Cayudes, éste último identificado por Pedro Montón Puerto con Calatayud. El novelista pinta de esta manera el ambiente de la conocida Rúa bilbilitana: "...una de las más curiosas de la villa, una calle recta, torcida, angulosa, o más bien culebreante, a semejanza de un río que cambie de cauce a capricho, con sus curvas inesperadas y sus repentinos crecimientos. Así la calle empieza con una cierta estrechez en la plaza del Parque; pero a los pocos pasos se ensancha muy a gusto para volver a estrecharse unos cuantos metros más arriba. De todos modos en su primera parte aparece como una de las mejores de la villa por sus diversas tiendas, dos amplios cafés, su correspondiente casino, sus buenas zapaterías, sillerías, relojerías, farmacias, ferreterías y ultramarinos, con su despacho de vino y hasta de horchata y helados en verano. Luego se estrecha de nuevo, se inclina a la derecha, tuerce hacia la izquierda, y cuanto más adelante, a unos trescientos metros, torna a ser anchurosa, pierde algo de su fisonomía urbana de villa rica para tomar el aspecto de un pueblo agrícola de humilde vecindario. Las tiendas se hacen lóbregas, se empequeñecen, empiezan a escasear, y entre alguna mísera taberna, alguna oscura herrería o la puerta grandona de una posada, se encuentra la que cuelga a la entrada sus botos hinchados para vino, o vende simples fajillos de leña, o compone ruedas y armatostes para los carros".
El aspecto comercial de la Rúa se ha mantenido desde antiguo. En la Guía de Calatayud y su comarca, debida a José María Rubio Vergara, que venía a llenar el hueco de otra guía editada en 1934 y entonces agotada, se daban noticia de los comercios de la ciudad. En la popular Rúa de Dato abrían sus puertas la peluquería de Gil, fundada en 1876, y la peluquería Paulino, especializada en ondulación permanente. José Bartolomé era el dueño de una sastrería militar y civil y José Lasheras de otra sastrería de caballeros. En el número 9 se encontraba la Academia de dibujo de Mariano Rubio y en el 17 la confitería y pastelería "La Bordelesa", de José María Carnicer. José María de la Fuente tenía una tienda de objetos de regalo y Mariano Cuadrón, abogado y procurador de tribunales, decía cobrar créditos. En esta calle abría sus puertas la fábrica de jabones de Ricardo Sánchez, una tienda de alpargatas, esteras y persianas de Alfonso Quesada, otra a nombre de la viuda de José Alfonso, de drogas y ferretería, cementos de Morata y camas de hierro, y un establecimiento de Tinte de los Alemanes. También se anunciaba el Café Universal. Otra calle muy comercial del centro urbano era la de Víctor Balaguer, hoy la Bodeguilla, donde se encontraba el Bazar Bilbilitano, la fábrica de dulces "La Aurora", de Joaquín Rico, la Reina de las Medias, los Zamoranos, el almacén de tejidos de Antonio Bardají, una tienda de coloniales de Francisco Lafuente y otra de calzados de Alejandro Villar. En esta calle tenía abierta consulta el médico odontólogo Emiliano Marta. En la contigua plaza de Bardají, antes Trinidad, abría sus puertas la fábrica de pastas para sopa "La Victoriosa". En la plaza del Mercado, cuyo edificio de abastos había sido inaugurado en 1933, tenían su razón social la confitería, cerería y pastelería de José Micheto, especializada en bizcochos y adoquines, la tienda de escabeches, salazones y congrio curado de la viuda de Manuel Ciria, casa que tenía en comisión pescados frescos, el almacén de pescados frescos y salazones de Vicente Bendicho y la tienda de tejidos de Ubiergo y Lacambra, especializada en géneros blancos. En la calle de Sancho y Gil se encontraba Casa Julián, que ofrecía comidas y hospedaje, y la carnicería del hijo de Policarpo Esteban, con almacén de pieles y lanas. En la calle de Vicente de la Fuente tenía su confitería, pastelería y repostería, Manuel Mascaray, con especialidad en bizcochos y adoquines. En la plaza de Goya aparece la sastrería de Julio Muñoz Lozano. En Sixto Celorrio aparecen localizados un taller electromecánico, un almacén de cereales y piensos, una fábrica de hielo, lejías y jabones, bares y una hospedería, frente a la estación. La Casa Cabestrero de bicicletas ocupaba un local del paseo de Alcalá Zamora, hoy Cortes de Aragón. Calatayud contaba entonces con fábricas de calzado, de medias y calcetines de punto, y de gaseosas, jarabes y sifones. La Hospedería El Pilar ofrecía habitaciones con cuarto de baño y el Gran Hotel Muro habitaciones modernas con agua corriente, cuarto de baño con ducha y calefacción central.
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