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El estreno de 'Juan José' de Joaquín Dicenta en el Teatro Principal
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'Juan José' era un relato corto llevado al teatro |
JUAN DOMÍNGUEZ LASIERRA | A finales de noviembre de 1895 se estrenaba en el Teatro Principal de Zaragoza la obra de Joaquín Dicenta 'Juan José', que venía precedida de su polémica representación en Madrid. Luis Montestruc, que además de dirigir el Heraldo de Aragón se encargaba de los estrenos teatrales, y hasta de la crítica de arte, dedicó dos columnas enteras para comentar la obra del bilbilitano, que elogió como era de esperar en un hombre de tan liberal ideología. Pero es curioso
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observar cómo la crítica de Montestruc parece ser una directa respuesta a los comentarios de la prensa madrileña -por otra parte muy común entre los críticos de la prensa provinciana de la época- puesto que la opinión del crítico aragonés pare de dos afirmaciones que niegan la mayor, el carácter innovador y social de la obra, tal como afirmaba contundentemente la crítica de la Corte, y como se ha venido sancionando desde entonces respecto de la obra de Dicenta: 'Juan José', según Montestruc, no es una obra esencialmente original; en 'Juan José', según Montestruc, no hay problema social. En una afirmación que descubría el talante juvenil y provocador del crítico llega a decir que 'Juan José' es "un incidente de amor y nada más".
Naturalmente, luego llegan las matizaciones. Tantas, que uno puede llegar a la conclusión de que si aquellas tan tajantes conclusiones se sostienen. Pero es que provocar el interés del lector, desde las primeras frases, y para ello sorprenderlo, y hasta escandalizarlo, no es una técnica que haya descubierto el periodismo actual, como se pueda creer.
Montestruc, para hacerse notar, tenía que rebatir a la crítica madrileña, y si dice que 'Juan José' no es una obra esencialmente original, es "porque la originalidad está en la presentación, no en la síntesis del drama. No son desconocidas aquellas pasiones, son nuevos los personajes", y si no hay problema social en 'Juan José' y sí solo un incidente de amor, aunque parezca otra cosa, es porque el drama se ha complicado "con cien detalles de miseria": los personajes visten blusa en vez de frac; hablan en rudo en lugar de expresarse en fingida cortesía; se sustituye el salón por la taberna, el gabinete alfombrado por el patio del presidio; el boudoir elegante por el chiribitil miserable. Y resume con un sablazo mortal: "En eso y solo en eso consiste la innovación".
Dicho lo cual, todo el resto de su crítica parece una confirmación de lo contrario. "¡Ah qué cuadro tan admirable el trazado por Dicenta! Eso, eso es Juan José, un cuadro soberbio, un cuadro en donde las figuras se mueven y hablan y piden alimento y piden justicia; un cuadro en que los tonos rojos parecen sangre y los tonos negros semejan luto social; un cuadro maravilloso, monstruosamente bello, hasta llegar a lo deforme y a lo repugnante; un cuadro cuya exposición nadie tolerara hace diez años y cuya vista hoy no contemplan muchos con agrado porque viene a herir hondas preocupaciones sociales y porque amenaza, como catapulta movida por la desgracia común, extraordinarios egoísmos". Ítem más. "En mi entender, Juan José marcará una época en el teatro porque con Juan José entre en el templo de Calderón y de Lope la clase proletaria, con sus pasiones volcadas en rudo, con sus arranques testimoniarios a empellones de la razón, pero también con sus noblezas de almas vírgenes a las corruptelas de la vida moderna y con sus alientos de corazones generosos, que bien encaminados por los elementos sociales a quienes está encomendada la tutela moral de la humanidad, pueden traer al mundo día de regeneración y de gloria para los santos principios y para las nobles y justas y equitativas prácticas". Aunque todo eso no sea más que "un incidente de amor y nada más".
Heraldo de Aragón (Heraldo Domingo, 25-5-2009)
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