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Exposiciones de 1908
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FRANCISCO TOBAJAS GALLEGO | Zaragoza conmemoró en 1908 el I Centenario de los Sitios con una Exposición Hispano-Francesa, que ocupó casi 5 hectáreas de la huerta del convento de jerónimos de Santa Engracia, muy castigado por la artillería francesa durante los Sitios. Estuvo abierta de mayo a diciembre, pues se prolongó dos meses más del plazo previsto. A ella acudieron, entre otros, el rey Alfonso XIII y Santiago Ramón y Cajal. De ella aún quedan en pie algunos edificios de la zaragozana Plaza de los Sitios. También en 1908 se celebró en Londres una magna Exposición Franco-Británica, de la que no sobrevivió ninguna de sus construcciones. El recinto se había levantado al oeste de la ciudad de Londres y más tarde acogería también la Exposición colonial, celebrada en 1910, y la Japonesa-Británica de 1911. Ocupaba 56 hectáreas y recibió ocho millones de visitantes. Ramón y Cajal visitó esta exposición de Londres, quizás invitado por su condición de reciente premio Nobel, que recibió en 1906. Y con él llevó su cámara fotográfica Verascope, con la que había tomado instantáneas en su viaje a Estados Unidos en 1899 y a Italia en 1903. De este viaje a Londres se conservan diecinueve placas estereoscópicas en el archivo familiar, en las que podemos contemplar aquella gran exposición londinense. Estas fotografías estuvieron expuestas en la Aljafería y fueron publicadas por las Cortes de Aragón, conmemorando el nacimiento de Ramón y Cajal, en una cuidada edición a cargo de Hernández Latas.
En 1904, Francia y Gran Bretaña habían firmado la Entente Cordial, por lo que ponían fin a sus rivalidades coloniales. Además, entre el 27 de abril al 31 de octubre de 1908, se celebraron los VI Juegos Olímpicos en el estadio construido en el recinto de esta Exposición Franco-Británica, que podía acoger a 65.000 espectadores. A estos Juegos acudieron 2.035 atletas de 21 países, de los que 36 eran mujeres. España no acudió, siendo su primera participación en los Juegos de Amberes de 1920.
Fue la primera olimpiada en celebrar ceremonia de apertura. En el desfile inaugural el abanderado estadounidense, Ralph Rose, no inclinó la bandera al pasar por el palco donde estaba el rey Eduardo VII. La explicación de Rose fue esta: "Esta bandera no se humilla ante ningún rey de la tierra". Al parecer el enfado venía porque la bandera de Estados Unidos no ondeaba en los mástiles que adornaban el estadio olímpico. En la final de los 400 metros sólo participaron cuatro corredores, uno por Gran Bretaña y tres por Estados Unidos. El corredor americano Carpentier ganó la carrera, pero los jueces lo descalificaron porque había interferido en el camino del europeo. Ante la reclamación, los jueces decidieron repetir la carrera, pero los corredores estadounidenses se negaron a participar, por lo que el corredor británico hizo la carrera en solitario, ganando, como no, la medalla de oro.
El Comisario General de la Exposición Franco-Británica fue el productor de espectáculos musicales y teatrales, de origen húngaro, Imre Kiralfy (1845-1919), que en una entrevista publicada en abril de 1919 en The Times decía: "Una noche permanecía despierto en la cama, y como por magia vi proyectada en mi mente una fascinante ciudad de palacios, cúpulas y torres, erigida sobre espacios verdes y surcada por numerosos canales y puentes. Además, tenía una característica que la hacía extrañamente bella. La ciudad era inmaculadamente blanca. Lo vi todo en un instante y, al día siguiente, anoté rápidamente el esbozo de lo que Londres iba a conocer más tardes como 'La Ciudad Blanca'. Más de cuatro años fueron necesarios, cuatro años de trabajo ininterrumpido, para hacer realidad ese esbozo".
Ramón y Cajal deja constancia de aquella exposición de sueños con su cámara fotográfica, del espacio dedicado al imperio británico de la India, del poblado senegalés, entonces colonia francesa, reconstruido dentro del recinto, y del Flip-flap. Esta atracción de feria, ideada por Kiralfy, era un ingenio mecánico con dos grandes brazos que llevaban dos cabinas para casi cincuenta personas. Los brazos realizaban un recorrido semicircular de 180 grados desde el suelo. En posición vertical alcanzaban una altura de 176 pies.
Juan José Gárate pintó en 1908 una vista de Zaragoza y en primer plano a varios prohombres de la tierra. Allí está Ramón y Cajal hablando con el pintor Pradilla, junto al poeta Marcos Zapata, cuyas poesías editadas en Madrid en 1902, llevan prólogo de Ramón y Cajal. En él, el científico decía que quien viviera una vida alegre escribiría dramas y elegías, y al revés, pues cada "cual finge lo que necesita por compensación de lo que tiene". Esto mismo le ocurría a Zapata, natural de Ainzón, poeta alegre, pero de vida difícil. Así él mismo escribió: "Dábame un perro calor,/ y un banco del Prado cama./ ¡Y ahora sienta usted la llama/ de la Patria y del Amor!".
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