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Sacro Monte de Aragón
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FRANCISCO TOBAJAS GALLEGO | En 1715 y en Madrid se publica Sacro Monte de Aragón, breve noticia del Real, antiquísimo y venerable santuario de la milagrosísima Imagen de Nuestra Sra. de la Peña, Patrona de la ciudad de Calatayud y su Arcedianado, escrito por el P. Fernando García de Palacios. Según Vicente de la Fuente este libro estaba "escrito con escaso criterio", pero aportaba datos de interés sobre los clérigos marianos o menores, que fundaron en este santuario.
Por bula de Urbano VIII, de 1629, el cabildo de la colegiata de Ntra. Sra. de la Peña quedó unido al de Santa María, que entonces aspiraba convertirse en catedral. El prior de la Peña, Juan Bitrian y Pujadas, estaba en contra de esta unión, que se logró finalmente en 1632. Cuando se trataba la unión de los dos cabildos, el prior Juan Bitrian envió a su sobrino Martín de Pamplona, caballero del hábito de Santiago, para que propusiera a las monjas cistercienses de Trasobares la adquisición del templo de la Peña y pasar a vivir a Calatayud, como deseaban, porque, aunque Trasobares era del convento, las monjas sacaban escasa renta. Pero al final el ayuntamiento de Calatayud, al quedar sin culto Ntra. Sra. de la Peña, entregó el templo a los clérigos de San Francisco Caraciolo, que cuidaron de él hasta 1835. Vicente de la Fuente lamentaba la sustitución del antiguo retablo por otro que se terminó en 1700. Por entonces el P. Felipe Gracián, hermano del jesuita Baltasar Gracian, que vestía la sotana de los clérigos menores, regresó a Calatayud para cantar su primera misa. Enterado de la unión de los cabildos, el P. Felipe creyó conveniente avisar a sus superiores para proponerles fundar en Calatayud. Una vez hecha la consulta, el P. Felipe volvió a Calatayud el 4 de mayo de 1631, en compañía del P. Félix de Santillana, secretario del Provincial. En esta ocasión se hospedaron en casa de Ángela Morales, madre del P. Felipe, y viuda de Francisco Gracián Garcés (Saviñán 1564, Calatayud, 1620), que había muerto en esta casa de la parroquia de San Andrés, poco antes de acabar su contrato con el Concejo de Ateca.
Aunque Vicente de la Fuente hace al P. Felipe Gracián natural de Calatayud, lo cierto es que había nacido en Ateca en 1604. Baltasar Gracián, en Agudeza y Arte de Ingenio, escribe de su hermano: "gloria y corona mía más que hermano, eminente teólogo, como quien ha profesado la teología en las mejores cátedras de su sagrada religión, gran predicador, con plausibilidad en lo sutil y bien discurrido". El P. Felipe Gracián, una vez terminada su tarea en Calatayud, se trasladó a Sevilla, falleciendo el 17 de octubre de 1661. En Agudeza también se hace referencia a Las memorias de Felipe de Comines, señor de Argentón, Amberes, 1643, que fueron traducidas por Juan Bitrian, prior y provisor de Calatayud, asesor del Santo Oficio y capellán del rey.
En la biblioteca de las monjas benedictinas de Zaragoza, que fundaron en Calatayud en 1515, se encuentra un curioso volumen titulado: Manual de piadosas meditaciones en donde no solo se manifiesta la necesidad, que todos tenemos de practicar la Oracion Mental, y el modo para hacer los Exercicios Espirituales; sino también como se han de practicar todas las virtudes. Esta obra, "de singular provecho, y doctrina para todo estado de Personas, asi Eclesiasticas, como Seculares; y con especial para los que tienen cargo de Almas", vio la luz en 1766, en la imprenta de la viuda María Ángela Martí, que abría sus puertas en la barcelonesa plaza de San Jaime, según aclara la licencia de Juan de Peñuelas, secretario de Cámara del rey y de Gobierno del Consejo, en lo tocante a los reinos de la Corona de Aragón. Se trataba de una reedición del Manual, a cargo de los PP. de la Casa de la Congregación de la Misión de Barcelona. En esta edición se copiaba la censura, firmada en Madrid el 24 de marzo de 1720, debida al P. Fernando García Palacios, que vestía el hábito de los clérigos menores, siendo además predicador mayor de la Real Casa de la Peña de Calatayud y de las del Espíritu Santo de Barcelona y de Madrid. En ella el P. Fernando García decía que durante tres años había sido testigo "de los frutos espirituales, que se cogen de la doctrina, que enseña el Libro, y su Apostolica Escuela". Por tanto la aprobación la hacía con conocimiento de causa, aunque en la primera edición ya había sido aprobada por "dos doctisimas plumas" de la ciudad de Barcelona. En esta censura el P. Fernando García aseguraba que el libro era "obra del agrado de Dios, utilisima para librar las almas de los lazos del común enemigo, y medio para conseguir las virtudes, y alistarse de una vez en la vandera de la perfección".
A finales del XVII y en la imprenta valenciana de Jaime de Bordazar, el arcipreste de Santa María de Zaragoza, Miguel de Frías, publicó un pequeño libro titulado Remedio facilisimo para no pecar. Estos remedios, por si alguien los quiere saber, se reducían a uno sólo, la oración.
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