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| El Rey Católico en El Frasno
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F. TOBAJAS GALLEGO | Refiriéndose al lugar de El Frasno, Barreiros escribe en 1542: "Muy fresco, por causa de un riachuelo que todo el año le corre por dentro, y de una buena fuente que tiene; con una honrada iglesia, la cual tiene las vidrieras de alabastro, pintadas al óleo. En este lugar dicen que fue concebido el rey don Fernando de Aragón, llamado comúnmente el Católico". Martínez del Villar confirma el dato en su Patronado, copiando a Fernando del Pulgar y a Pedro Medina, añadiendo que fue engendrado en casa de un hombre honrado llamado Juan de la Piedad. El futuro rey nacerá en Sos, cerca de la frontera con Navarra, el 10 de marzo de 1452.
En el callejero de El Frasno falta una calle o una plaza dedicada al Rey Católico y otras más que lleven el nombre de los ilustres paisanos Pedro y Antonio Cubero Sebastián, José Antonio de San Alberto, carmelita, y del pintor Ángel Bueno y Lázaro. Invicto maleficio, el yerro del desprecio hacia las eminencias.
El padre Baltasar Gracián publicó en 1640 y en las prensas de Diego Dormer de Zaragoza, la primera edición de El Político Don Fernando el Católico, con el nombre de su hermano real Lorenzo y con censura del doctor Juan Francisco Andrés de Ustarroz. En el soneto acróstico de Salinas, que abre la edición de El Discreto de 1464, se identifica a Baltasar como autor de la obra y también a Lorenzo, cuando afirma: "Lauro, el laurel con que el nativo mientes", pues laurel, sinónimo de "Laurentis" equivale a Lorenzo. Pues bien, en el Político escribe Gracián: "La Casa de los Reyes de Aragón fue de Príncipes eminentes en el gobierno. Todos a una mano selectos, políticos sagaces, belicosos y prudentes, felicidad rara, y envidiable de todos los demás Reinos.
Nació y criose no en el ocio, ni entre las delicias del Rey Don Juan su padre, sino en medio de sus mayores aprietos. Las luminarias de su nacimiento fueron rayos de las bombardas, y los regocijos de la Corte fueron triunfos de las multiplicadas victorias". Pero de lo que se siembra, se recoge. "De una heroica educación sale un heroico rey. Dura en la vasija largo tiempo el buen, o mal olor del primer licor que tuvo". Por tanto Gracián aventuraba el modelo a seguir: "Opongo un Rey a todos los pasados, propongo un Rey a todos los venideros. Don Fernando el Católico, aquel gran Maestro del arte de reinar, el Oráculo mayor de la razón de Estado". Y aseguraba con sano juicio: "Fundó Fernando la mayor monarquía hasta hoy en religión, gobierno, valor, estados, y riquezas; luego fue el mayor Rey hasta hoy".
Roque Alberto Faci, en su Aragón Reino de Cristo, cuenta que tras la toma de Granada, el rey Fernando el Católico envió a Ntra. Sra. de la Sierra de Villarroya, de la que era muy devoto, un vaso de plata dorado, labrado de granadas, de cuatro libras de peso, que había pertenecido al rey Boabdil. El rey también había donado a la Virgen un corazón de plata con sus armas reales, con otras cuatro libras de peso. Además el documentado carmelita refería la tradición constante de que Fernando el Católico fue a armarse ante Ntra. Sra. del Cerro de Castejón de las Armas, cuando fue a la conquista de Granada. En su altar, aseguraba, destacaban las armas de Aragón y Castilla, en memoria de aquella acción, en la que la reina Isabel juró no mudarse de camisa hasta el mismo día de su conquista. Otro terco, Pedro de Luna, entonces ya Benedicto XIII, tras sufrir un largo cautiverio de cuatro años y medio en la fortaleza papal de Aviñón, y tras lograr escapar por el Ródano, se cortará la barba y el pelo, una vez libre, que había mantenido como protesta, rompiendo una norma observada por el clero católico para distinguirse del ortodoxo griego. Los blancos cabellos de don Pedro, recogidos en un paño, fueron conservados por Luis de Anjou, conde de Provenza, como reliquia.
Don Juan Jerónimo Guzmán y González, nacido en Tarazona, de linaje de infanzones, catedrático de Aforismos en 1637 y de Vísperas en 1652 en la Universidad de Zaragoza, médico de cámara del rey Felipe IV, el rey galán, y protomédico del reino de Aragón, publicó una obra titulada Embargo al uso de los baños deliciosos y motivos para que la nobilísima ciudad de Zaragoza no los admita, que salió de los talleres del Hospital General en 1641. En ella se desconfiaba de las casas de baño y de los baños en general, como medida higiénica, contra el parecer de Alfonso Limón Montero, autor de la obra de hidrología más importante del siglo XVII, titulada Espejo cristalino de las aguas minerales de España, impreso en Alcalá en 1697. El médico Guzmán era del parecer de que el individuo sano no precisaba de ellos, pues los baños relajaban las fuerzas y volvían débiles a quienes los tomaban. Por estos motivos y por ser Aragón un lugar frío y seco, se aconsejaba a los jurados de la ciudad que no construyeran baños de este tipo. En la polémica intervino a favor el catedrático Uberte. Y en contra del parecer de Guzmán, el médico de Calatayud y Ambel Cristóbal Pérez de Oliva, con un opúsculo titulado Firma de embargo de los baños: exhorta su fábrica; persuade su uso; y prueba sus provechos singulares, publicado en Zaragoza en 1641, en los talleres de Diego Dormer. ¡Agua va!
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