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El bilbilitano Marco Valerio Marcial y sus epigramas romanos
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MANUEL AVENDAÑO GASCÓN | Subo hoy un breve relato de la vida de un gran autor hispanorromano que dejó traslucir en sus obras la agudeza y el ingenio propios de su tierra natal, de la que se sentía orgulloso como se refleja en estas líneas suyas: "(...) Que a nosotros, que nacimos de celtas y de iberos, no nos cause vergüenza, sino satisfacción agradecida, hacer sonar en nuestros versos los broncos nombres de la tierra nuestra (...)".
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Me refiero a Marco Valerio Marcial (Marcus Valerius Martialis) que nació en la ciudad de Bílbilis (Calatayud) en la Hispania Tarraconense, en el año 40 de nuestra era, el uno de marzo según se dice -de ahí su nombre de "Martialis"-.
A la edad de 24 años marchó a Roma para terminar sus estudios jurídicos bajo la protección de algunos ya célebres literatos hispanos, como Séneca, Quintiliano, Lucano y algunos otros. Se produce la conjura de Pisón, en la que aquellos están implicados, y Nerón condena sin paliativos a una parte de ellos. El suicidio de Séneca ordenado por Nerón deja a Marcial en una situación de desamparo. El camino de Marcial se complica en una Roma de grandes arquitecturas, magníficos literatos, pero llena de desilusión y cansada del mal gobierno de la dinastía Julia. La paz de los Flavio cambia las cosas y la ciudad recobra la calma y su pulso habitual. Marcial encuentra otros protectores y amigos como Plinio el Viejo, Silio Itálico, Juvenal, Marco Fabio Quintiliano o el gaditano Canio Rufo, y tras casi catorce años de sinsabores y de deambular por los círculos literarios de la ciudad logra cierta fama, refrendada definitivamente gracias a los poemas escritos en honor de los juegos y fiestas organizados por el emperador Tito para inaugurar el coliseo Flavio.
Encarrilada su carrera, Marcial publica hacia el año 85 dos nuevos libros de composiciones breves, Xenia y Apophoreta, realizados para que sirvieran como acompañamiento a la costumbre de enviarse regalos entre los amigos en las Saturnales (algo similar a nuestro 6 de enero). A continuación escribe los doce libros de Epigramas, con los que Marcial conseguirá ser leído por todos los rincones del Imperio.
Su situación económica nunca fue sin embargo muy buena, ligada a los avatares del clientelismo hacia los poderosos. Sus mejores momentos estuvieron ligados a los favores concedidos por el emperador Domiciano a quien dedicó interesados elogios, siendo recompensado con el nombramiento de miembro del orden ecuestre y con la exención de los impuestos que habían de pagar los que no tenían hijos, esto es, el ius trium liberorum. Regalos de Domiciano fueron una finca en Nomentum, y también una muy modesta vivienda en Roma, en el último piso de una ínsula. No obstante, Marcial siempre se quejará de la falta de dinero y de lo escasamente lucrativa que era la dedicación del poeta, como irónicamente lo expresa con estas palabras "Si la gloria viene después de la muerte, no tengo prisa.". Sin embargo, con los años Marcial se cansa. Y poco después de la muerte de Domiciano, decide regresar a Bílbilis, en un viaje costeado por su amigo Plinio. Pues si en la provincia ansió la vida cortesana y pletórica de Roma, en Roma añorará el suave transcurrir y la tranquilidad segura de su Bílbilis natal, a donde acabará por regresar, cumplidos ya los sesenta, y donde al fin morirá, hacia el año 104. En Bílbilis pudo vivir gracias a la generosidad de su admiradora Marcela, que le regaló una finca donde transcurrieron los últimos años de su vida, siempre disconforme, recordando con los fastos de la vituperada Roma.
Entre las razones de su gran popularidad, está sin duda el hecho de que fuera un escritor sin artificio, situado a pie de calle, de donde obtiene su inspiración. Nadie como él para describir en coloridos bodegones y cuadros callejeros la agitación de la vida romana. Marcial conoce bien la ciudad y sus gentes: de sus obras podría levantarse un plano de la misma -angostas callejas, barro, pretores, negras tabernas, barberos, carniceros- y pintarse un cierto retrato de sus gentes: el comensal parásito, la vieja borracha, el presumido, el adulador, el abogado charlatán, los aprovechados, los sinvergüenzas, los degenerados, los hipócritas, la dama semimundana que envejece, y toda la comedia humana de la gran metrópoli que era Roma en aquel tiempo aparecen vistosamente atacados y descritos en sus poemas. Pero si bien se burla siempre, a veces hiriendo, jamás lo hace con irritación mora. La fama de Marcial deriva principalmente de su ingenio satírico; pero si bien fue un observador penetrante de la sociedad de su tiempo, su visión está afectada por la más absoluta indiferencia moral, por lo que no se le puede tener estrictamente por satírico. El tono de sus piezas oscila de la más pura lírica a la obscenidad más abyecta. Sus epigramas son también importantes por su valor documental, por la información que aportan sobre la sociedad romana de la época, que refleja con una gran vitalidad. Hace gala de un ingenio agudísimo y de una extrema concisión, que ha hecho a veces considerarlo el primero de los conceptistas españoles; también sabe encontrar hábilmente la parte miserable y oculta de las aparentes grandezas humanas. Pero también Marcial sorprende como exquisito poeta elegíaco y lírico:
"Se oculta y al mismo tiempo fulgura, escondida en una gota de sol, y se diría que la abeja está encerrada en su propio néctar. ¡Digna recompensa logró tanta laboriosidad¡ No es difícil creer que ella misma quisiera morir así".
Su obra, al contrario de la de otros grandes autores romanos, ha permanecido prácticamente íntegra hasta la actualidad. Se trata de los quince libros de los Epigramas, un género en el que no tuvo rival y al que elevó a su máxima expresión.
Cuando Plinio tuvo conocimiento de la muerte de Marcial, escribió: "Me acabo de enterar de que Valerio Marcial ha muerto y bien que lo siento. Era un hombre ingenioso, agudo, picante y que escribía con mucha hiel y sal, pero también con ternura... Él me dio todo lo que pudo y me habría dado más si hubiese podido. pero ¿qué cosa mejor puede darse a un hombre que gloria, alabanza y eternidad? No será eterno lo que escribió, tal vez no lo será, mas él lo escribió como si lo fuera. Adiós".
Muñidores de la Historia (13-3-2010)
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