JESÚS GIL ALEJANDRE | Comienzo con este artículo una serie de fotografías dedicadas a mi barrio: LA CARACOLADA. Como he dicho en otras ocasiones y no me cansaré de repetir, el mejor barrio del pueblo (que para eso es mi barrio).
Con esta serie de fotos quiero representar cómo era la vida de un barrio; una vida de calle donde las vecinas salían a coser, desplumar un pavo, peinarse, limpiar la borraja o jugar a las cartas; una vida donde los chicos y chicas se criaban en la calle, jugando, saltando, metiéndose por las cuevas, haciendo guerras y ensuciándose hasta las cejas; una vida de reunión a la fresca por la noche, de tertulia entre vecinos.
Quiero evocar ese pasado no tan lejano, esas caras que nos dejaron hace uno años, esas tradiciones que poco a poco se van perdiendo, pero que por suerte, en la Caracolada es de los últimos sitios donde se pierden.
Lo más importante de un barrio no son sus casas ni sus calles, sino sus gentes, por eso esta foto va dedicada a todas las personas que han vivido en la Caracolada, aquí sólo se ven unas pocas (la tía Petra, la Tía Fonsa, la Tía María, la Chon, la Rosario, la Pilar y la Anita), muchas ya no se encuentran entre nosotros pero perduran en la memoria.
Si echo la vista atrás, cuando era pequeño, recuerdo a la tía Pabla, la tía Juliana y Narciso, Manuel y la Rosario, Nicanor, la Adoración y Jesús, Macario, la Nati, la Carmen, Pascual (el alcalde de la Caracolada)... Los más mayores recordaréis a muchos más, estoy seguro.
El barrio poco a poco se va despoblando, la gente se hace mayor, como en todos los pueblo, pero la memoria nos conserva estos recuerdos felices de la niñez.
Quizás esta foto tendría que haber sido la primera de la serie de fotos dedicadas a la CARACOLADA, pero como dije en el artículo anterior lo importante son sus gentes y no sus casas.
En esta foto podemos ver el barrio de la Caracolada, sólo faltaría una parte del barrio a vuestra derecha que el fotógrafo evitó porque lo tapa el monte. En la foto se puede observar el cambio que ha sufrido el barrio, el barranco de la calle el Cerro, algunas casas ahora desaparecidas, otras edificaciones que ahora han cambiado el paisaje, castillo...
Según este plano de mediados del Siglo XIX el barrio de la Caracolada, formado por casas y cuevas está ubicado entre las dos Iglesias, desde la calle San Miguel hasta la calle Santa Justa.
Esta fotografía de la Caracolada está dedicada a la juventud del barrio y aquí podemos verla junto con la Tía Fonsa. En la foto sólo puedo reconocer a Mateo, Inma y Florinda, seguro que alguien puede decirme quien es el resto de las jóvenes que aparecen.
La Caracolada ha sido siempre un barrio lleno de chicos y chicas jugando por la calle, un barrio lleno de vida, que ha vuelto a revitalizarse gracias a los inmigrantes, que volvieron a ocupar las casas que los del barrio, poco a poco, habíamos ido dejando vacías.
Peinarse en aquella época era un acto social, las mujeres de la familia o las vecinas se ayudaban a peinarse unas a otras, ya que sólo las más pudientes podían pagar a una persona para que las peinasen. No era habitual lavarse la cabeza, pero llevaban el pelo bien siempre bien limpio.
Nuestras abuelas solían llevar el pelo muy largo y en muchas ocasiones ni se lo cortaban, por eso debían cuidarlo muy bien, peinarlo, quitar los enredones, trenzarlo y hacerse esos moños tan singulares que les dejaban el pelo bien estirado y brillante, ya que también utilizaban, por ejemplo, alguna gota de aceite para darle brillo y fijación.
Para no manchar las ropas utilizaban un peinador en forma de media capa, de tela o ganchillo. Áun recuerdo el de mi abuela Amparo, que me colocaba mi madre cuando me cortaba el pelo de pequeño.
Hoy en día, aún podemos ver como en algunas ocasiones se mantiene la tradición de peinarse, ponerse lo rulos, teñirse o echar la permanente entre vecinas o familiares, aunque la peluquería cada vez mas va eliminado estas prácticas sociales. Igual la crisis nos hace volver a ellas, quien sabe...
Esta fotografía nos hace fijarnos en varios aspectos del barrio. El primero cómo se encontraban las calles del pueblo, de tierra, sin cemento, donde se formaban regueros cada vez que había tormenta. El segundo cómo se encontraban las fachadas de las casas, con sus descorchones pero a su vez adornadas con macetas. Y el tercero la costumbre de realizar ciertos trabajos en la calle, en este caso por ejemplo desplumar un pavo entre dos vecinas. Ayudarse unas vecinas a otras era una tarea habitual.
Al fondo se ven dos señoras, la que se encuentra en la puerta de mi casa posiblemente sea mi tía Concha Juana, por la postura corporal, la que se encuentra cerca de casa de la Sole me parece la Rosario (madre de Manuel).
Maluenda (6-6-2012)
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