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El ruejo de Daroca

FRANCISCO TOBAJAS GALLEGO | Rafael Andolz cuenta en uno de sus curiosos libros la leyenda del pedruscón de Siétamo, en cuyo castillo vino a nacer Pedro Pablo Abarca de Bolea, X Conde de Aranda, leyenda que recoge Mª Cruz Palacín en un voluminoso libro de Leyendas y Relatos Aragoneses. Pues bien, los vecinos de Siétamo determinaron hacer una presa o "parada" en el río Guatizalema, al que llaman "matapanizos", porque siempre baja poca agua cuando más se necesita, y por medio de un azud conducirla hasta el pueblo. Cerca de Castejón, el sitio más adecuado para hacerlo, encontraron un pedruscón enorme, y pensaron que lanzándolo al cauce ahorraría mucho el trabajo para la presa. Para ello compraron una soga muy gruesa en casa Zamora, en la calle San Martín, y los del pueblo se pusieron a tirar de ella para mover la piedra, pero como nadie cedía, ni la piedra, ni los vecinos, tuvo que ceder primero la cuerda que se partió y todos los que tiraban se dieron un fenomenal revolcón, como les ocurrió a los de Almudévar en la "balsa de la culada". Y claro, el agua no llegó al pueblo. Para las fiestas un guasón de Velilla colocó en la plaza unas piedras a modo de pasarela y al intentar pasar por ellas con cuidado para no caer, exclamaba: "¡Ay, que me mojo!". De aquélla se les quedó a los de Siétamo el apodo de "memojos".

En Daroca, al lado de la Puerta Baja o Fondonera y de su Fuente de Veinte Caños, un pedestal sostiene una enorme piedra de un molino de aceite, conocida como el Ruejo, que salvó a la población en una gran inundación ocurrida el 14 de junio, día de San Buenaventura, del año 1575. Daroca, al estar asentada en un barranco, entre dos cerros, sufría frecuentes inundaciones. Tanto es así que todas las puertas de la calle Mayor se abrían hacia afuera y no hacia dentro como es lo habitual. La solución que se encontró fue la de oradar el cerro sur o de San Jorge que domina Daroca para hacer una mina o túnel, que fue encargada al arquitecto y escultor francés Pierre Bedel, que construiría también el acueducto de los Arcos de Teruel, entre 1552 y 1558, trabajando también en la catedral de Albarracín hasta su muerte, acaecida en 1567. Las obras de la mina de Daroca, con 780 varas de largo, 8 de ancho y de 10 a 11 de alto, con un muro de piedra sillar conocido como la Barbacana, de 363 pasos de longitud, 6 varas de altura en algunas partes y 8 pasos la base de su terraplén, que derivaba las aguas hacia el túnel, para desaguar luego en el río Jiloca, evitando así que entrasen por la Puerta Alta, duraron entre el 20 de septiembre de 1555 hasta el 7 de febrero de 1560, aunque algunas obras accesorias duraron hasta 1562. La Mina, desde cuya boca inferior tiene una tajea o alcantarilla abierta de 460 pasos, hasta un salto de piedra sillar en la vega que le llaman la Estaba, costó 28.814 libras, 19 sueldos y 3 dineros de moneda jaquesa, quedando al cargo de la Junta del "Aguaducho", que la administró hasta el siglo XVII. La ciudad, para la conservación de estas y otras obras que defendían a la población, contribuía con 600 libras anuales.

Mariano Traggia dijo de aquel túnel hecho a pico y pala: "La obra más famosa y útil de esta ciudad, pues de ella depende su conservación, es la gran Mina".

El decreto del 2 de julio de 1968, que declaraba conjunto histórico artístico a la ciudad de Daroca, incluye a la Mina como obras dignas de conservación.

Pero a pesar de la Mina, Daroca sufrió otra grave inundación trece años después. En 1575 la ciudad sufría una epidemia de peste y se había mandado cerrar las puertas. Sobre Retascón y Nombrevilla descargó una gran tormenta y todos los barrancos llevaron a Daroca gran cantidad de agua. La Mina se cegó por la leña de los alfareros que trabajaban en el cerro, siendo acarreada hasta allí por la avalancha de agua, que al no encontrar salida, comenzó a entrar a la ciudad por la Puerta Alta. Como la Puerta Baja estaba cerrada, se cuenta que el agua subió poco a poco hasta alcanzar la altura de los balcones. Pero ocurrió que una piedra de molino o ruejo, que estaba adosada a la fachada de una casa próxima a la Puerta Alta, fue llevada por el impulso del agua y rodando calle Mayor abajo fue a golpear con tal ímpetu contra los batientes de la Puerta Baja, que la abrió totalmente y así pudo desaguar toda el agua represada en la calle Mayor. Las gentes de Daroca atribuyeron este hecho milagroso a San Buenaventura, santo del día, que en una fachada de la calle Mayor tiene dedicado un precioso azulejo.

Este monumento al Ruejo se encuentra frente a la iglesia de la Trinidad, que ocupa el antiguo Hospital de San Marcos, donde la mula que portaba los Sagrados Corporales cayó muerta el 7 de marzo de 1239. Madoz en su célebre Diccionario dice que en el pórtico exterior de la iglesia se conservaba una pequeña mula de mármol, toscamente ejecutada, debajo de la cual se decía que fue enterrada la que condujo hasta Daroca los Corporales.

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