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El retablo mayor de Ibdes
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El pueblo de Ibdes tuvo que tener a mediados del siglo XVI mucho dinero, o contar con un mecenas muy importante (quizás un miembro de alguna de sus familias nobles, como los Liñán o los Doñoro), para poder lanzarse a hacer un retablo tan monumental y espléndido como el que todavía hoy vemos en el altar mayor de la iglesia de San Miguel, que deja con la boca abierta al visitante. Uno no se espera una obra de arte de esa calidad y dimensiones, propias de una catedral, en un pueblo que no llega a 600 habitantes. Y menos se espera aún ver que, a diferencia de la gran mayoría de los casos, ese retablo conserva sus puertas, hechas de sargas pintadas con gran maestría.
Una estructura tan grande, dispuesta a modo de tríptico (se adapta a la forma poligonal del ábside), con tal número de esculturas y tan magnífica policromía no fue cosa de broma: costó nada menos que 40.000 sueldos, tardó varios años en ser ejecutado y movilizó a un equipo de artistas y artesanos de considerable envergadura, entre tallistas, fusteros, mazoneros, imagineros, pintores y doradores. Y es que el retablo de San Miguel de Ibdes fue una de las empresas escultóricas de mayor envergadura en el Aragón de la época renacentista. Todavía hoy es una de las más impresionantes realizaciones artísticas entre los retablos hechos en España en el siglo XVI.
Arte y patrimonio cultural en la provincia de Zaragoza (11-6-2011)
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