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San Roque de invierno en Saviñán
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FRANCISCO TOBAJAS GALLEGO | En el programa de fiestas de 1949 queda reseñado que el 14 de agosto y a las siete de la tarde se inauguró y se bendijo el campo de fútbol de San Vicente, siendo la madrina Pilar Vincueria. Hubo un partido de fútbol entre el Sabiñán C.F. y el C.D. Calatayud, que goleó al Sabiñán nueve a cero. El terreno que ocupó el campo de fútbol era propiedad de Leonardo Val, que murió precisamente aquella misma tarde de la inauguración. En 1885 las fiestas de San Roque de Sabiñán se celebraron en diciembre, a consecuencia de la epidemia de cólera, aprovechando la festividad de la Purísima, que celebraba la Asociación de Hijas de María.
Juan Moneva cuenta en sus Memorias que la ciudad de Marsella había aceptado un cargamento de trapos viejos con cólera morbo asiático, siendo una parte expedida a Valencia y de allí se extendió a buena parte de la península, alcanzando gran virulencia en el verano de 1885. La provincia de Zaragoza fue la más castigada de España con 13.526 muertos por el cólera, seguida de Valencia y Teruel. Zaragoza declaró el estado oficial de epidemia el 21 de julio, aunque ya el día de la Virgen del Carmen los casos de desórdenes intestinales habían aumentado alarmantemente. Según Moneva las consignas eran no comer vegetales crudos y aun guisados, tomar antes de cada comida un vaso de agua, añadiendo de 3 a 5 gotas de ácido clorhídrico, proveerse de una botella de ajenjo, para tomar una copa de licor o una cucharada sopera cuando se notara cualquier molestia en el vientre, y colocarse bajo la camisa, a la altura del pecho, un disco de cobre de 5 o 10 cm. de diámetro.
En aquel verano, como los viajeros que llegaban a un pueblo tenían que observar la cuarentena, en muchos sitios faltaron brazos para la siega. El 2 de julio el Gobernador envió una circular en la que se aconsejaba evitar las reuniones de muchas personas y se mandaba cerrar las escuelas municipales. Desde el 11 de julio en la estación de ferrocarril de Calatayud se fumigaban a las escasas personas y equipajes que se aventuraban a viajar. El comercio de Calatayud quedó bajo mínimos y su mercado vacío. El Capitán General donó el cuartel de la Merced de Calatayud para habilitarlo como hospital de coléricos. En el colegio de la Correa se establecieron las oficinas militares y se prepararon las habitaciones para los oficiales y los soldados. En el diario La Derecha se publicó el 9 de julio una carta del corresponsal de Saviñán, diciendo que las invasiones medias por día eran 3 o 4 y las defunciones de 2 a 3. Los enfermos pobres del pueblo eran socorridos. Se quejaba que las acequias que cruzaban el pueblo dejaban bastantes charcos por las calles y explicaba que la forma de manifestarse que tenía la enfermedad era anómala, ya que había casos típicos y otros de fiebre de carácter tífico. En muchos pueblos se retrasaron las fiestas y las ferias. En la epidemia murieron numerosos alcaldes y maestros y la gente se distraía con músicas y hogueras. En Aniñón se hacían hogueras con romero en todos los barrios, quemando en cada una de 6 o 7 libras de azufre, y con ello parece que se redujo la enfermedad. En los periódicos se publicaba diariamente el parte sanitario de los pueblos de la provincia, con los enfermos y fallecidos, que se recibía en el Gobierno Civil.
El 17 de septiembre se organizó un Te Deum solemne en el Pilar y el 24, dada la proximidad de las fiestas del Pilar, se declaró extinguida la epidemia.
El 7 de diciembre se inició en Saviñán la fiesta religiosa de las Hijas de María, dedicada a la Purísima, cantando Completas en la iglesia a cargo de la Capilla del Sepulcro de Calatayud. A las 8 de la tarde La Unión Bilbilitana ofreció una serenata a las señoritas Francisca y Juana Gracián, presidenta y secretaria respectivamente de la pía Asociación, que ofrecieron en gratitud pastas y licores. El día 8 hubo comunión para las asociadas en una misa oficiada por el cura Antonio Bravo. A las 3 de la tarde tuvo lugar la procesión a los acordes de la Capilla del Sepulcro y de La Unión Bilbilitana. Luego se quemó una colección de fuegos artificiales con un baile público a cargo de La Unión Bilbilitana. Y a continuación se celebraron las fiestas de San Roque que habían sido suspendidas a causa de la epidemia.
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