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Gregorio XII 'versus' Papa Luna
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VICENTE CORNELLES | El último de los sumos pontífices que había abdicado, hasta la renuncia de Benedicto XVI el pasado lunes, fue Gregorio XII, en 1415, en una convulsa historia de intrigas, rivalidades y afrentas, enmarcadas en el llamado Cisma de Occidente. Un relato directamente ligada a tierras castellonenses, en concreto a Peñíscola, y teniendo como coprotagonista Pedro Martínez de Luna, Benedicto XIII, el Papa Luna.
Gregorio XII (Angelo Correr) alcanza la silla de Pedro en 1406. En ese momento, el Papa Luna, que había sido expulsado de Avignon, reina ya en Peñíscola, como expresión de la división que vivía la Iglesia. Un Benedicto XIII que se mantenía en "sus trece", considerándose el auténtico Santo Padre de la Cristiandad.
Precisamente, el cónclave que elige a Gregorio tenía como objetivo poner fin al cisma con la condición de que, alcanzado el acuerdo entre los dos Papas reinantes, ambos dimitirían y se elegiría uno nuevo.
Pero, las cosas no fueron tan sencillas. Ambos pontífices iniciaron conversaciones para lograr un encuentro en Savona, pero con poca disponibilidad para solucionar el conflicto descrito, que se agravó con maquinaciones políticas, convocatorias sucesivas de concilios y el atrincheramiento en sus respectivas sedes papales. Gregorio y Benedicto iban nombrando cardenales para ir reforzando sus respectivas posiciones, dejando a la Iglesia al albur de escándalos y muchas luchas internas.
Un antipapa
Así, ninguno de los dos Papas acudió al Concilio de Pisa, que depuso a los dos pontífices que rivalizaban, acusándolos de cismáticos, heréticos y perjuros, eligiendo como nuevo papa a Alejandro V (el antipapa).
Para más inri, Gregorio XII convoca su propio concilio en Cividale del Friuli, que declara a Benedicto XIII y Alejandro V cismáticos y devastadores de la Iglesia. Mientras, muere Alejandro V, que fue sucedido por Juan XXIII (antipapa también), y a instancias del emperador del Sacro Imperio, Segismundo, se convoca un nuevo concilio que acabará con la triple secesión en el que tres papas se declaraban legítimos.
Fue el concilio de Constanza. El antipapa Juan XXIII tenía la intención oculta de conseguir el apoyo de los participantes para ser nombrado el auténtico sucesor de Pedro, pero descubierto en sus intenciones, fue obligado a abdicar el 29 de mayo del año 1415. Tras todo ello, Gregorio XII renuncia voluntariamente el día 4 de julio de ese mismo año, mediante una bula en la que además reconocía al concilio que, convocado por un antipapa, era considerado válido por la Iglesia Católica.
Sin embargo, Benedicto XIII se negó a abdicar, muriendo enrocado en Peñíscola en 1423. Aun así, en 1417 ya había sido depuesto, momento en el que se eligió como jefe único de la Iglesia a Martín V.
El Periódico Mediterraneo (17-2-2013)
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