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Los amigos…
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JOSÉ LUIS SAMPER | No sé si Baltasar Gracián es muy leído en la actualidad. Desde el punto de vista literario se puede considerar un clásico de las letras castellanas y un egregio representante del estilo que vino a llamarse conceptismo.
Vivió en el siglo XVII, cuando ya España empezaba a dejar de ser lo que fue, es decir, una España en decadencia. La España del barroco, pesimista, reflexiva, como corresponde a una sociedad desengañada de los sueños de grandeza.
Nació en Belmonte, un pueblo a unos once kilómetros de Calatayud, en el año 1601, el 8 de enero, para más precisión. Ese pueblo, Belmonte, ahora se llama Belmonte de Gracián en su honor. Un pueblo pequeño, de unos 200 habitantes, más o menos, bastante envejecido, como ocurre a muchos pueblos de Aragón.
La vida de Gracián transcurrió su mayor parte por Aragón, siendo Huesca la que más le benefició, pues fue allí donde encontró a su mecenas en la persona de Vicencio Juan de Lastanosa. En su formación habría que señalar las ciudades de Calatayud, Tarragona, Zaragoza, sin olvidarse de Toledo, donde transcurrió parte de su niñez.
Se ordenó sacerdote en 1627, jesuita, y compaginó la enseñanza en diversas facultades con la actividad de predicador y confesor. No le faltaron problemas con la compañía de Jesús por publicar sin permiso de sus superiores. Fue esto lo que le llevó a Graus, sancionado, y cumplida la sanción, a Tarazona, donde murió 1658.
Como tantas veces ocurre, su obra fue más apreciada fuera de España que dentro. Y posiblemente fue a partir de sus admiradores, como Voltaire, Schopenhauer o Nietzsche que se despertó el interés por su obra en España.
En fin, información sobre Baltasar Gracián es fácil de encontrar, así que no me extenderé. A fin de cuentas esto no pretende otra cosa que ponerle cierto marco a un texto de este autor.
Uno de las obras de Gracián tengo en un volumen que lleva por título "Tratados", y que contiene las obras "El héroe", "El discreto" y "Oráculo manual y arte de prudencia". Se trata de un volumen editado en Argentina en 1944 por Sopena, y que adquirí hace ya muchos años en una librería de viejo.
Me gusta, de vez en cuando, releer el "Oráculo manual", alguno de sus aforismos que fueron sacados por su mecenas Lastanosa.
He aquí uno en el que hoy me he detenido:
"Saber usar de los amigos. Hay en esto su arte de discreción: unos son buenos para de lejos y otros para de cerca, y el que tal vez no fue bueno para la conversación, lo es para la correspondencia. Purifica la distancia algunos defectos que eran intolerables a la presencia. No sólo se ha de procurar en ellos conseguir el gusto, sino la utilidad, que ha de tener las tres calidades del bien. Otros las dicen del ente: uno, bueno y verdadero, porque el amigo es todas las cosas. Son pocos para buenos, y el no saberlos elegir los hace menos. Saberlos conservar es más que el hacerlos amigos. Búsquense tales que hayan de durar, y aunque al principio sean nuevos, baste para satisfacción que podrán hacerse viejos. Absolutamente, los mejores son los muy salados, aunque se gaste una hanega [= fanega] en la experiencia. No hay desierto como vivir sin amigos: la amistad multiplica los bienes y reparte los males; es único remedio contra la adversa fortuna, y un desahogo del alma".
Metanoia (2-2-2011)
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