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Poesía epigramática
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Los griegos llamaban epigramas a breves inscripciones en verso destinadas a ser grabadas en la piedra u otro material, en tumbas, estatuas, monumentos,… Eran alabanzas de tono épico destinadas a difuntos o a héroes. El hecho mismo de que se grababan sobre materiales duros y, a veces, sobre superficies reducidas, no permitía una gran extensión de texto. De este origen adquirió el epigrama sus dos principales características: la concisión, forzosa por la falta de espacio, y la agudeza, lógica consecuencia de la primera.
Una vez acuñada la forma poética, ésta se empezó a utilizar para cualquier tipo de tema en composiciones que ya no estaban destinadas a ser grabadas sobre la piedra, pero que seguían manteniendo las mismas características de brevedad e intensidad.
Con los romanos el epigrama adquirió su tercera característica: la ironía sarcástica. Marcial fue el verdadero renovador del género y lo que hoy entendemos por epigrama es una composición breve que expresa un pensamiento festivo o satírico. Su lenguaje es a menudo picante, atrevido, grosero e incluso soez. Los escritores romanos no tenían "pelos en la lengua" y su poesía era mucho más cruda de lo que cabría imaginar; los ataques son frecuentemente muy virulentos.
El epigrama en Roma fue cultivado por muchos poetas (Lutacio Catulo, Catulo, …), pero su principal autor es Marcial.
MARCIAL (entre 38 y 41 - 104 aprox. d.C.)
Marco Valerio Marcial nació en Bílbilis (Calatayud), bajo el reinado de Tiberio. Es probable que sea de origen humilde. Siempre se sintió a la vez romano y provinciano y presumió de su origen hispano.
Llegó a Roma sobre los 25 años, y allí residió durante 34 años. Su estancia coincidió con una época turbulenta y depravada, en la que la dinastía Julia-Claudia (Calígula y Nerón) y la de los Flavios (Domiciano) impusieron en la ciudad un régimen de terror y depravación.
Al poco su llegada, Marcial, sin protectores ni amigos poderosos, más pobre que las ratas, tuvo que subsistir como pudo. Se tornó adulador, parásito, mendigo de pan y honores. Alababa sin vergüenza y suplicaba para conseguir una cena, una túnica o un poco de dinero. Hombre lúcido e inteligente, este tipo de vida le asqueaba, aunque era muy común en su época, pero nunca negó ni intentó con falsas excusas embellecer su condición de parásito. Pronto se convirtió en poeta, pues su ingenio era lo único que podía explotar. Escribía poemas satíricos de cuya gracia e ironía dependía la cena de cada noche.
Con la fama se ensanchó su círculo de relaciones y amistades… y también de patronos, hasta entrar en contacto con muchos miembros de la corte del Palatino. Sobre los 40 años publicó un librito mediocre y lleno de alabanzas al príncipe, Liber Spectaculorum. Esto le granjeó la simpatía de los poderosos que le recompensaron otorgándole varios títulos honoríficos, que acarreaban ciertos privilegios (exención de impuestos, asientos de honor en el anfiteatro, …). Su vida mejoró gracias a protectores poderosos y pronto pudo tener casa propia, secretario, esclavos y mulos. Los libritos siguientes se hicieron famosos en todo el imperio.
Pero Marcial no era feliz. Aunque vivía mejor, seguía siendo un parásito, de lujo eso sí. No era hombre ahorrativo ni ordenado y el dinero se le escapaba de las manos. Su vida era aburrida y ociosa: frecuentaba peñas literarias, asistía a recitales, deambulaba y platicaba por los pórticos y cumplía sus deberes de cliente con sus numerosos patronos. Su carácter era cada vez más voluble, irritable y depresivo. Corrupto, como todos los demás, le molestaba esa corrupción y aspiraba a una vida más pura y sencilla y su lejana Celtiberia se convirtió en su Arcadia.
Con los emperadores siguientes a Domiciano (Nerva y Trajano), que aportaron renovación y vientos más puros en las altas esferas del gobierno, Marcial ya no gozaba del mismo aprecio.
Su amigo, Plinio el joven, le pagó el viaje de regreso a Bílbilis y allí otros amigos le ayudaron, regalándole una finca. Tampoco consiguió esta vez la felicidad. Con la edad sus defectos de carácter se acentuaron: era cada vez más tornadizo e imprevisible, poco equilibrado mentalmente. Además se aburría mortalmente en su tan añorada Hispania, le pesaban tanta "pureza", tranquilidad y sencillez. Murió unos cinco años después de su regreso.
Su obra
Marcial fue quien acuñó definitivamente la forma del epigrama, tal como se concibe hoy. Característica suya es el tono mordaz y el dardo irónico en el último verso.
La obra de Marcial es un espejo de su vida. Bajo nombres falsos describe a toda una galería de personajes corruptos, vanos, superficiales, llenos a menudo de taras y defectos físicos (bocas desdentadas, bizcos, malolientes,...), todas las miserias físicas y morales. No se salvaba ni él mismo de sus burlas. Cínico, mordaz, a menudo obsceno, es también sensible cuando defiende al débil e infortunado. Era un hombre corrupto, engolfado, pero también muy amigo de sus amigos:
Su obra consta de:
Un libro no catalogado, llamado normalmente 'Liber Spectaculorum' o 'De Spectaculis'.
Libros de epigramas: doce sin nombre, dos que se titulan respectivamente 'Xenia' y 'Apophoreta'.
El estilo de Marcial es vivaz y su lenguaje crudo. No es un gran versificador, sus versos no tienen la pureza y perfección de los de Virgilio u Horacio.
Wikimacedaclasica (17-2-2010)
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