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| Valientes y cobardes
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FRANCISCO TOBAJAS GALLEGO | El incansable defensor de Teruel, Domingo Gascón y Guimbao (1845-1908), fue biógrafo de José Nipho y de Juan Lorenzo Palmireno, además de ser autor de una Relación de escritores de la provincia de Teruel, Zaragoza, 1908, en la que no falta la cita a Isidoro de Antillón y Marzo (1788-1814), natural de Santa Eulalia del Campo, geógrafo, naturalista, político, combatiente en Madrid con Daoiz y Velarde, defensor de los Sitios de Zaragoza y diputado en las Cortes de Cádiz. Su figura sería glosada también por Mariano Sánchez Muñoz Clusowiez, barón de Escriche, por Eduardo Hernández y por José Navarro Latorre, que recoge su prisión y muerte en un libro editado en Zaragoza en 1969.
Antillón fue elegido en Calatayud el 10 de febrero de 1813 diputado para las Cortes de Cádiz por la provincia de Aragón. Allí intervino el día 15 de junio, donde dijo: "Lo que importa es que España sea libre; que no vuelva a las antiguas cadenas, y que no pueda el pueblo decirnos algún día que en vez de haber sido representantes dignos de defender sus derechos y su independencia, hemos contribuido, por miserables contemplaciones, a traerle nuevas y más insufribles calamidades".
En abril de 1800, Antillón fue nombrado por oposición catedrático de Geografía, Cronología e Historia Natural del Real Seminario de Nobles de Madrid y en 1812, siendo Oídor de la Audiencia de Palma de Mallorca, escribió y publicó una biografía de Jovellanos. Fue defensor de los nuevos métodos de enseñanza de Pestalozzi, cuya teoría y práctica pedagógica, desarrollada en su Suiza natal, ya fue tratada en un artículo publicado en el Semanario de Agricultura y Artes dirigido a los párrocos (1797-1808). Marc Jillien escribía, después de visitar en 1810 el centro experimental de Pestalozzi en Iverdon: "El niño observa, investiga, recoge materiales para sus colecciones, experimenta más que estudia, actúa más que aprende". El Semanario de Agricultura también defendía la reforma educativa, su generalización y la introducción de nuevas materias útiles, mientras criticaba la enseñanza tradicional.
Antillón sufrió un atentado el 3 de noviembre de 1813, al salir, avanzada la noche, de las Cortes de Cádiz. En el número de 25 de mayo de 1892 de Miscelánea Turolense (1891-1901), fundada y dirigida por Domingo Gascón, se publicó un artículo referente a la prisión de Antillón, tomado de los Apuntes críticos y biográficos acerca de los hombres célebres de la provincia de Teruel, del barón de Escriche. En él se decía que, tras el atentado, Antillón pidió para su recuperación seis meses, trasladándose a Santa Eulalia, aunque pasó a Mora de Rubielos, donde estaba de canónigo su tío Jacinto. Allí le sorprendió la orden de arresto de los diputados liberales y su traslado a Madrid, de mano del comisario de la Audiencia de Aragón, José de Latorre, quien lo encontró muy enfermo y encomendó su vigilancia al alcalde de Mora, José Pérez Monteagudo de Sanahuja. Era junio de 1814. Pero una nueva comunicación del rey pedía llevar a Antillón preso y, debido a su gravedad, se mandó conducirlo a Zaragoza. Y Antillón, muy enfermo, es sacado del lecho, tema que recoge el cuadro de 1892 del pintor de Albalate, Juan José Gárate, y emprende viaje a Zaragoza, a donde nunca llegará, muriendo en Santa Eulalia. En 1821 el Ayuntamiento constitucional exhumó el cadáver con solemnidad, para darle sepultura en la capilla familiar de la iglesia, pero en 1823 los realistas rompieron a martillazos el sepulcro y arrastraron sus restos a la plaza pública, donde fueron arrojados a una hoguera, esparciendo luego sus cenizas al viento. En 1849 Isabel II concedió a su viuda una pensión vitalicia y el título de condesa de Antillón.
Felipe Pérez Capo, en su Curiosidades parlamentarias, Madrid, 1902, recoge una referida al diputado de las Cortes de Cádiz, José Pablo Valiente, que está dedicada al periodista y político bilbilitano Darío Pérez. El diputado Valiente contaba con pocas simpatías en el bando liberal y además se le suponía "importador" de la fiebre amarilla en Cádiz a su regreso de La Habana, donde había ocupado el cargo de intendente. Valiente intervino en la sesión del 26 de octubre de 1811, con la intención de levantar los ánimos del público, para que, en consecuencia, se le expulsara y la sesión se celebrara a puertas cerradas. Así sucedió, pero en la calle se congregó un buen número de gente hostil al diputado. El gobernador, Juan María de Villavicencio, fue requerido para garantizar la seguridad del diputado Valiente, que salió de las Cortes protegido por la fuerza armada. Pero como no hacía aprecio a su apellido, pidió ser alojado en un buque de guerra anclado al puerto y en el Asia estuvo alojado algún tiempo. Pero como no se sentía aún seguro, pidió ser trasladado a Tánger, dejando su apellido "en malditísimo lugar".
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