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Un imposible viaje a Calatayud
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NICOLÁS GUERRA AGUIAR. Las Palmas de Gran Canaria | Una de las grandes verdades que se aprenden a medida que uno entra en documentos relacionados con la Historia es que esta, muchas veces, obedece más a los intereses de quienes la escriben (siempre los vencedores) que a la propia realidad. Es más: en momentos damos por válidas concretas afirmaciones leídas en algún sitio sin que, sobre la marcha, nos interesáramos en analizar las fuentes de estudio (documentales y orales) de quien firma el artículo, ensayo o mandamiento histórico. Y sucede que, al paso del tiempo, el riguroso historiador que anduvo durante años de Archivo (Histórico) en Archivo (de Simancas); de documento (Biblioteca Nacional) en documento (privadas); de autentificación científica de legajos, incunables, dictados oficiales o reales, puede poner en duda -e incluso negar- la autenticidad de aquellas iniciales conclusiones que nos dieron como válidas. En Gran Canaria, por ejemplo, se les concedió valor de ley histórica a afirmaciones hoy infantiles escritas en Falange, La Provincia, Diario de Las Palmas, Eco de Canarias… por quienes motu propio se habían erigido en sabios de la historia de la Isla, osados, que hicieron creer a los ingenuos -yo, un niño- aquello de los gatos semitigrescos que Tenesor Semidán le regaló a Diego de Silva, como si en Portugal se desconociera al felino, o que los aborígenes eran rubios, de ojos azules, cual vikingos insularizados.
Por estos motivos me resultan muy creíbles las conclusiones que el profesor Lobo Cabrera defiende en La conquista de Gran Canaria (1478-1483), libro recién editado con acierto por la consejería cabildicia de Cultura, en cuanto que las primeras páginas están dedicadas, precisamente, a las fuentes escritas, las más rigurosas una vez hechas las pertinentes selecciones cuando se comprueba que algunas de ellas más parecen ficción, fantasía. Y no porque se trate de documentos escritos con intencionadas falsedades, sino porque muchas veces se surten de tradiciones orales, muy peligrosas en cuanto que el paso de los tiempos las convierte en organismos casi vivos y, por tanto, transformables, ampliables, e incluso a los que se les eliminan partes completas porque no interesan. O, al contrario, se magnifican con políticas intenciones, como son los cantares épicos compuestos por amanuenses de monasterios con la finalidad de exaltar y elevar casi a categoría sobrehumana a quien pagaba -el feudal- para que el pueblo, inculto, lo considerase casi como un enviado de Dios: es la teoría descendente, tan explotada y también con tan buenos beneficios para economías, despensas y bodegas de monasterios.
Pero en el libro del profesor Lobo Cabrera se parte de precisa, rigurosa, certera y muy trabajada información, pues el investigador emplea muchos años de su trabajo no solo para leer todo lo escrito y publicado sobre la conquista de la Gran Canaria sino que -y esta es su valiosísima aportación- investiga en bibliotecas, archivos, viaja, se desplaza allí donde sospeche que puede encontrar algo nuevo, fidedigno. Así, por ejemplo, respecto a las primeras fuentes, estas van desde las copias que se inspiran en la crónica Ovetense (¿guardada en EE UU?) hasta el sabio profesor Morales Padrón, con detenimiento en los estudios del profesor Millares Carlo e, incluso, crónicas de autores -Alonso de Palencia- que no estuvieron en la conquista pero que por su privilegiada situación en la corte real fueron, incluso, encargados para organizar huestes y expediciones. Y como es de rigor, el profesor Lobo estudia también documentos oficiales relacionados con descendientes directos de indígenas y castellanos, interesados en la conservación de su patrimonio, la manifestación pública de su categoría social o el recordatorio del servicio a la corona. Y un día, porque la constancia es una de sus cualidades, encontrará el texto del primer alcalde de Gáldar, Pedro de Argüello (dio lugar al topónimo Güello), escribano en la conquista y, por tanto, directo conocedor de los acontecimientos.
Así, quizás podría el Ayuntamiento de Gáldar plantearse la conveniencia de retocar ciertas afirmaciones que hace en su página web sobre Tenesor Semidán, Fernando Guanarteme después de su bautismo. Porque el galdense no fue hecho prisionero con su mujer Abenchara, encinta, muy al contrario: quizás se pactó su detención puesto que no solo aquella ya era prisionera sino que, a cambio de que Tenesor consiguiera que los nativos depusieran su actitud agresiva frente al invasor, la recuperaría. Y por esa razón, afirma el profesor Lobo, "fue enviado a presencia de los Reyes Católicos, tal como lo refiere el conquistador y luego tesorero y canónigo Fernán Álvarez". En efecto: el galdense arribó a la corte, pero no a Calatayud, pues el rey Fernando se encontraba en Córdoba, ya conquistada a los moros, y allí fue bautizado. Y por aquello del rigor y la fidelidad a los documentos analizados, demuestra que el propio Fernán Álvarez fue testigo en cuanto que formó parte del grupo que desembarcó en Sevilla y se trasladó, después, a Córdoba.
Por tanto (crónica de Zurita), llegó a Calatayud (1481) gente canaria de gran importancia social en la Isla, tal vez un faycán o un guaire, pero no eran ni el guanarteme de Telde -había muerto- ni el guanarteme de Agadar -voz parecida a Agadir-, pues su viaje se realizó un año después, en 1482. Rigor histórico, por tanto, frente a confusiones que arrancan desde mediados del siglo pasado. Y en esa trampa ingenua cayó también el Ayuntamiento de Calatayud en 1959. En un Pleno de fecha de 16 de mayo del mismo año decide -a instancias de un imaginativo y nada riguroso don Domingo Navarro Navarro, corresponsal de guerra (?)- la colocación de un busto "del monarca canario Fernando I de Guanarteme" por su "entrevista" histórica con los Reyes Católicos en aquella ciudad.
No. Definitivamente, disciplina, analítico estudio y solidez investigadora del profesor Lobo Cabrera demuestran -tras años de investigación- que Tenesor Semidán no estuvo en Calatayud. Por tanto, tampoco hubo "Pacto de la unificación de Gran Canaria a España por los Reyes Católicos y el monarca canario" en aquella ciudad. Y esa es la Historia.
Canarias 7 (15-1-2013)
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