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Reliquias de Paracuellos
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FRANCISCO TOBAJAS GALLEGO | En todas las parroquias se conservan, en retablos y relicarios, infinidad de reliquias de santos y vírgenes. Son incontables las astillas de la cruz de Cristo desperdigadas por conventos y parroquias, así como espinas de su corona. Roque Alberto Faci, religioso carmelita, en el segundo tomo de su Aragón, Reino de Cristo, de 1750, recoge reliquias de la cruz o Lignum Crucis: en el convento del Carmen de Zaragoza, en San Andrés de Calatayud, en la catedral de Huesca, en el monasterio de Santa Engracia de Zaragoza y en los lugares de Caspe, Monforte y Maluenda. El padre Faci recoge una veintena de espinas en todo Aragón. De ellas nombra la que se conservaba en la iglesia de Santo Dominguito de Calatayud y la de Aniñón. El padre Faci recogía también que en el Archivo parroquial de Paracuellos de la Ribera se guardaban en una caja de marfil, dos cartas del P. Fr. Pedro de Ribera, de la Orden de San Pedro de Alcántara, fechadas en Manila, el 29 de mayo de 1601 y el 3 de julio de 1598, en las que constaba que el P. Fr. Matías de Garrovillas, provincial de la provincia de San Gregorio de Filipinas, recibió del P. Fr. Jerónimo de Jesús, compañero en las misiones de San Pedro Bautista, un niño Jesús de marfil y un hueso pequeño del santo, que fue beatificado por Urbano VIII el 14 de septiembre de 1627, y canonizado el 17 de septiembre de 1861 por Pío IX. El hueso lo quitó Fr. Jerónimo del cuerpo de San Pedro, que se veneraba en el convento de Manila.
Al parecer, tres frailes llegaron a España en 1600, con el niño de marfil y el hueso de San Pedro Bautista, que entregaron a Fr. Pedro Campos, llamado Fr. Pedro de la Ribera, que era provincial de los descalzos de San José. Fr. Pedro Campos era natural de Paracuellos de la Ribera y a su iglesia donó la reliquia de San Pedro Bautista y el niño de marfil, que lucen en un relicario de la época. Diego Yepes, obispo de Tarazona, autentificó la reliquia con fecha de 23 de octubre de 1600.
San Pedro Bautista había nacido en San Esteban del Valle, provincia de Ávila en 1542. Predicó el evangelio en Méjico, Filipinas y Japón, donde fue martirizado en Nagasaki el 5 de febrero de 1597, junto con otros cinco compañeros, siendo los primeros mártires en el Japón.
A los pocos días de ser beatificado San Pedro Bautista, el P. Fr. Juan Ximénez, religioso del monasterio de Santa Engracia de Zaragoza, se presentó el 3 de octubre ante el vicario general de Calatayud y su Arcedianado, el licenciado Marcos Terrer de Valenzuela, estando presente el notario de Calatayud Simón Jerónimo de Carreras. Llevaba consigo un hueso grande y una rodilla que pertenecían a los Innumerables Mártires de Zaragoza. Estas reliquias se encontraban en el convento de Santa Engracia, dentro de un cofre de la sacristía. Fr. Juan Ximénez había suplicado al prior del monasterio, Fr. Andrés Ramírez, para que le diese algunas reliquias para la parroquia de Paracuellos de la Ribera, de donde era natural. El prior, con acuerdo de los padres religiosos del monasterio, y en presencia de Fr. Miguel Sanz y Fr. Jerónimo García, sacó del cofre algunas reliquias de huesos. Fr. Juan Ximénez presentó ante el vicario general un relicario de plata que contenía un hueso grande y una rodilla de los Innumerable Mártires, junto con un documento firmado por el prior Andrés Ramírez el 27 de septiembre de 1627, autentificando la procedencia de las reliquias. El vicario general las reconoció y Fr. Juan Ximénez juró que las reliquias colocadas en el relicario eran del cofre que se guardaba en el convento de Santa Engracia de Zaragoza. Este relicario lo entregó Fr. Juan Ximénez a mosén Juan Hernando, vicario de Paracuellos de la Ribera, "para mayor aumento del culto divino y de la devoción de los fieles a los dichos santos mártires". De testigos actuaron Pedro de Gotor, chantre y canónigo de la catedral de Tarazona y mosén Pedro Benedid, presbítero y habitante en Calatayud.
El racionero de La Seo de Zaragoza, Bernardo Rubio, había acudido entre el 10 y el 14 de enero de 1605 a las catacumbas de San Sebastián y de San Calixto, que se encontraban a extramuros de la ciudad de Roma, donde extrajo algunas reliquias de diversos sepulcros de los santos mártires y vírgenes, testificadas el 26 de agosto de 1605 por Francisco Abendaño, notario de su santidad. El 1 de octubre de 1609, el racionero Bernardo Rubio, presentaba esta documentación ante el notario Miguel Rubio, notario de Calatayud, aunque se encontraba entonces en Cervera, e Isidoro Muñoz, notario de Cervera. Las reliquias las donó también a la iglesia de Paracuellos de la Ribera.
En 1684, Fr. Miguel de Paracuellos, capuchino del convento de Calatayud, compareció con una caja con reliquias ante Juan Blasco, arcipreste del Salvador de Zaragoza y vicario general de Calatayud, y ante Mateo Sánchez del Castellar, obispo de Tarazona. Todas estas reliquias irían a parar también a la iglesia de San Pedro Apóstol de Paracuellos de la Ribera.
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