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Faustino Sancho y Gil y Mariano de Cavia
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FRANCISCO TOBAJAS GALLEGO | Mariano Francisco de Cavia y Lac nació en Zaragoza el 25 de octubre de 1855, siendo bautizado el mismo día en el Pilar. El 22 de abril de aquel mismo año se había implantado el servicio de telégrafos en Zaragoza, que tanto agilizaría la información.
Según una información aparecida en El Imparcial el 17 de septiembre de 1908, se había acordado tributar a Cavia "un homenaje de admiración por su incomparable labor literaria, y de gratitud por los servicios que a su pueblo ha prestado". El homenaje, al que asistió una representación de la Prensa madrileña, tuvo lugar el 8 de noviembre, descubriéndose una lápida en mármol y bronce, que fue colocada en la casa esquina a las calles de la Manifestación y Roda y plaza de Santa Isabel, vulgo San Cayetano. La placa fue diseñada por el arquitecto Ricardo Magdalena y ejecutada por Beltrán, con leyenda debida a Hilarión Gimeno Fernández-Vizarra. Nadie pudo conseguir que el mismo Cavia estuviera presente en este homenaje, horrorizado, según escribió en un artículo publicado en El Imparcial el mismo día del homenaje, titulado "Una explicación", de todo lo que pareciera "petulancia y vanidad".
Con los jesuitas
Cavia cursó los estudios de segunda enseñanza en el colegio de los jesuitas de Carrión de los Condes, época que recuerda en su artículo "Tempora acta", publicado en El Imparcial el 19 de marzo de 1917. Allá por 1867, Cavia "yantaba, dormía, jugaba, rezaba y estudiaba (las dos cosas últimas poco y mal) cabe las tumbas de los célebres condes de Carrión, entre quienes tuvo Mio Cid sus frustrados y malhadados yernos". Cavia recordaba que el rector del colegio era el padre Felipe Gómez, "un sujeto de suma distinción y afabilidad, un verdadero diplomático con sotana, bonete y ceñidor". También tenía presente a los padres Delgado, Unzueta, Díez de Arcaya, Canillas, Arnone, Gentile y Ferrarri "que fumaba de lo lindo". Estos tres últimos eran italianos. Sus profesores, salvo los de Música, Dibujo y Caligrafía, que eran seglares, fueron el padre Julián Carranza, "de suma gracia y excelentes dotes pedagógicas", el padre Alonso, "latinista benemérito y maestro indulgente", el padre Hidalgo, "de carácter desigual", y el padre Rodeles, "intrépido y robusto navarro, que así tiraba la barra en el campo como atizaba reveses y boleas en el frontón". Recordaba también a los inspectores, la mayor parte de ellos caracterizados por "la rigidez y la ordinariez", y a los hermanos, que eran "un tropel".
Todo esto sucedía en el año 1867, año en el que comenzó a publicarse El Imparcial, fundado por Eduardo Gasset y Artime, al mismo tiempo que "salió en el colegio aquel el primer número de El Trueno, afrontando como le era posible la severa disciplina de la Compañía de Jesús". Cavia confesaba que no escribió en aquel periódico estudiantil. Según Cavia, en el colegio jesuita no entraba ningún periódico, "ni aún para los remedios más serviles. El papel de estraza y los manuscritos de los propios colegiales suplían suficientemente semejante falta".
De aprendiz
A los quince años volvió a Zaragoza para cursar la carrera de Derecho, que no terminó. En el artículo "Lo que se imprime. Notas de un lector", aparecido en El Liberal el 1 de julio de 1887, Cavia recordaba, siempre preocupado por la Gramática, sus tiempos estudiantiles de Zaragoza y a "los rancios catedráticos, momificados en un viejo sillón", citando un texto que "les hacía padecer hambre y sed de sintaxis".
Cavia reconocía en su artículo titulado "Al Diario de Zaragoza' El Imparcial", publicado en este último el 24 de enero de 1897, que en 1877 había hecho sus "primeras armas periodísticas" en este diario zaragozano. Y exclamaba: "¡Dentro de cinco años, si Dios nos consiente a todos llegar al siglo que viene, tendré derecho a celebrar mis `bodas de plata' con la Musa de la Prensa, en la redacción del Diario de Zaragoza", que entonces dirigía Juan Clemente Cavero y Martínez, un "hombre chiquito que se hacía acompañar siempre de un perro mastín de gran alzada", según cuenta Blasco Ijazo1. Cavia colaboró también en el Diario de Avisos, fundado y dirigido por Calixto Ariño, quien brindó a Cavia la dirección, en la primera Revista de Aragón y en El Cocinero. Con Jerónimo Vicén Gimeno, "Juan Pérez", y Agustín Peiró, "Antón Pitaco", Cavia fundó en 1880 El Chin Chin, "aquel gran periódico satírico zaragozano", según Castán Palomar2. "Juan Pérez" escribió en el Diario de Avisos:
Y apareció ¡El Chinchin! periodiquito
con dibujos artísticos de El Royo
por Mariano de Cavia y Menda escrito
y vendido en la calle, en el arroyo,
a perra grande. ¡La verdad ingrata
no podía venderse más barata!
Crónicas y versos
La Revista de Aragón (1878-1880), como señala Mainer, fue "un empeño voluntarioso y provinciano, aquejado de permanentes problemas de tesorería"3. Su primer director, Baldomero Mediano y Ruiz (1847-1893), abogado y director del Boletín Oficial de la provincia de Zaragoza, dejaba su cargo el 1 de enero de 1879, debido a sus "excesivas ocupaciones". En el número del 9 de marzo de 1879 ya aparece como director Mariano de Cavia. En el número del 21 de septiembre de 1879 figuran como directores-fundadores Baldomero Mediano y José María Matheu, y ya siendo quincenario en 1880, aparece una redacción compuesta por Baldomero Mediano, José María Matheu, Mariano de Cavia y Valentín Marín y Carbonell.
Cavia escribió en la Revista de Aragón varias biografías aragonesas, crónicas y versos. Pero es en las crónicas, que también firmaba con el seudónimo de "Saldubio", donde mejor apreciamos el ingenio de Cavia. En la crónica del número 12, correspondiente al 30 de marzo de 1879, Cavia escribía que en Zaragoza "adormida antes por el arrullo de los cuatro ríos que riegan su deliciosa vega (...), crece y se desarrolla de un día para otro el movimiento intelectual". Y es que en un mismo día se habían celebrado tres sesiones científicas de interés en los salones del Casino, en el Centro Mercantil, Industrial y Agrícola y en la Real Academia de Medicina y Cirugía. Estas conferencias eran concurridísimas, sin embargo apenas se leía y se estudiaba en los libros, "donde se adquiere el saber sólidamente". También en la Zaragoza de entonces se desarrollaba la "manía filarmónica", pues no había café ni centro donde no se ofreciera un concierto musical. Cavia sentenciaba: "Si el ferro-carril del Bajo Aragón no se concluye, que haya al menos mucha música en Zaragoza".
En la crónica del 27 de abril, Cavia hablaba del diluvio caído el domingo de Cuasimodo, que fue día de elecciones, "que por poco no salen ranas en vez de diputados". Los de la oposición se quejaban de la lluvia allí donde habían ganado los ministeriales, sin embargo el país lo había "aguantado a pie firme y recogiéndolo todo sobre sus espaldas", por eso siempre salía "remojado". La lluvia había suspendido dos domingos consecutivos la corrida de toros. Los aficionados cariacontecidos se preguntaban si las nubes no estarían subvencionadas por la Sociedad Protectora de los animales. Cavia recordaba que Antonio Flores, cronista madrileño, ya había profetizado que en 1899 los circos taurinos estarían cubiertos de cristales, haciendo innecesario la fórmula de si el tiempo lo permite. "Declarar impermeables las corridas de toros... Merece meditarse este problema". Cavia recogía también en su crónica que en el sorteo de soldados para Cuba, un mozo gritó, como un insurrecto de la manigua, ¡Viva Cuba!, pues había sido destinado a la península. Otro quinto tuvo peor suerte y al conocer su destino en Cuba, gritó una blasfemia y un viva a la Virgen del Pilar, "singular dualismo de dicción que demuestra la bondad del espíritu y la rudeza de la forma que suelen ser características en las gentes del país aragonés".
En la crónica del 11 de mayo de 1879, Cavia recogía que el distinguido jurisconsulto Ambrosio Tapia había ofrecido en los salones del Centro Mercantil, Industrial y Agrícola una interesante conferencia sobre el Justiciazgo. "Sabido es que hace algunos años se inició en esta ciudad, tan rica en glorias como olvidadiza para los que se las legaron", una suscripción pública para levantar un monumento a la memoria de Juan de Lanuza, pero el dinero recogido estaba depositado en el Banco de Crédito "esperando legítima inversión".
En la crónica del 26 de junio de 1879, Cavia informaba que en el teatro Pignatelli de Zaragoza se había representado una zarzuela, basada en el drama de Don Juan Tenorio de Zorrilla. Y escribía: "A la vez que en Zaragoza moría esta zarzuela, o cosa así, fallecía en Madrid la señora madre política del ilustre poeta", con lo que enviaba a Zorrila un "doble pésame".
No faltaron tampoco las críticas al estado del pavimento del paseo de Santa Engracia, hoy de Independencia, tanto es así que Cavia, en la crónica del 20 de julio de 1879, proponía que se estableciera un callista en cada uno de los quioscos que se iban a instalar en aquel paseo. Ya en la crónica del 27 de abril, Cavia decía que abundaban los niños "patizambos y estevados", entre los que correteaban por el paseo de Santa Engracia. La culpa la tenía el pavimento, con "pedruscos, sinuosidades y guijarros". Y pedía: "¡Padres los que tenéis hijos y sois concejales de la municipalidad zaragozana, atended al porvenir higiénico y estético de la población de esta ciudad!".
El Ateneo
Mariano de Cavia, Mario de la Sala, Juan Pedro Barcelona, José M. Piernas, Valentín Marín y Carbonell, Baldomero Mediano y Faustino Sancho y Gil, colaboradores habituales de la primera Revista de Aragón, fueron todos fundadores, a principios de 1880, del segundo Ateneo de Zaragoza, llamado Ateneo Artístico, Científico y Literario, que llevaba los mismos apellidos que la revista. La Revista de Aragón comenzó siendo un Semanario de Ciencias, Literatura y Artes, luego de Ciencias, Letras, Artes e Intereses Generales, y al final de su corta vida, quincenario de Ciencias, Letras y Artes.
Joaquín Gimeno Fernández-Vizarra, en su libro '¡Vamos muy despacio!', escribía: "Nació el citado `Ateneo' por impulso indirecto que le comunicaron desde el salón colorado del `Casino Principal', Mario de la Sala, José Manuel Piernas y Faustino Sancho y Gil, quienes provocaron por entonces una serie de memorables conferencias literarias y científicas, que se celebraron en dicho centro de recreo, y a las cuales asistía reducido número de socios"5. Por aquellos días el Diario de Avisos de Zaragoza publicaba: "Este éxito demuestra a los aficionados a las letras cuan útil y fácil sería constituir un Ateneo digno de esta capital, tan rica en tradiciones y tan falta de centros científicos".
En una reunión de amigos en el Casino, lamentando la falta de un Ateneo, se deslizó la idea de fundarlo en el mismo Casino. Para ello se formuló la proposición correspondiente, siendo firmada por los socios Sancho y Gil, la Sala, Urgellés, Lozano, Beriz, Atienza y Bas y Cortés. La Junta directiva del Casino aceptó la proposición, facilitando un salón y el mobiliario adecuado. El 17 de enero de 1878 se celebró una sesión preparatoria, en la que se eligió presidente a Mario de la Sala y secretario a Bas y Cortés. El curso, en el que se leyeron varios discursos y recitales poéticos, se cerró el 31 de mayo.
La Revista de Aragón sirvió de cobijo y tribuna a los conferenciantes del Círculo Literario del Casino (1878-1880), hasta la creación del segundo Ateneo zaragozano en 1880. Mariano de Cavia será nombrado secretario de la Junta interina del Ateneo, hasta el 14 de marzo, cuando 146 socios inscritos celebraron la primera elección de cargos6. Joaquín Gimeno criticó duramente el triunfo de la candidatura promovida por Gil Berges y Escosura, que quisieron controlar el nuevo Ateneo.
Su marcha a Madrid
Ramón de Lacadena asegura que Cavia recibió del comediante Rafael Calvo la sugerencia de ir a Madrid en 1881. La Enciclopedia Aragonesa asegura que también fue responsable de la marcha de Cavia el empresario Felipe Ducazcal y la 'Historia de la prensa aragonesa', de Fernández Clemente y Forcadell, sostiene que Cavia marchó a Madrid en 1880, con recomendaciones de Joaquín Gil Berges y de Faustino Sancho y Gil, republicanos de pro, aunque Cavia no ingresaría en la prensa republicana sino en El Liberal, que era propiedad de otro aragonés, que lo dirigía, Mariano Araus. Castán Palomar asegura que Cavia llevó a Madrid una carta de Gil Berges para Maisonnave, director de El Globo, y otra de Sancho y Gil para Eugenio Montero Ríos, "capitulero de la política liberal". Pero Cavia no entregó estas cartas a sus destinatarios7. El Liberal nació escindido de El Imparcial en 1879, fundado por Miguel Moya y 'Fernanflor', Isidoro Fernández Flórez. Felipe Ducazcal fue fundador del Heraldo de Madrid, que dirigió José Gutiérrez Abascal, además de empresario del Teatro de la Zarzuela. Fundó el Teatro Felipe en el solar donde hoy está el Palacio de Comunicaciones, en la Cibeles.
Faustino Sancho y Gil había escrito a finales de 1880 a su amigo y pintor Ignacio Suárez Llanos (1830-1881), indicándole la próxima visita de Mariano de Cavia con una carta de recomendación suya. Conocemos la existencia de una carta de Suárez Llanos dirigida a Sancho y Gil, fechada en Madrid el 2 de enero de 1881, en la que se lee: "Aunque a estas horas sabrá V. ya que su buen amigo D. Mariano de Cavia, se presentó a honrar esta casa con su carta de V. de que estaba prevenido oportunamente; que fue atendido como cosa de V. (y como él se merece) presentado en el Ateneo, etc. etc. y visitado aunque no tuve el gusto de encontrarle: tampoco tuve el de verle estos días, porque como V. sabe son los días característicos en el año para reunirse las familias, dando tregua a la amistad. Me parece un joven de mucho entendimiento, rara instrucción y fino trato. Hasta en eso he de quedarle a V. obligado, pues me proporciona medios de arrimarme a quien me puede enseñar". Y continuaba: "Estoy hace un mes muy fatigado y de mal humor, perdiendo mucho tiempo que necesito para cumplir los encargos que tengo; porque la Reina me llamó para que la haga un retrato que el Rey le pide como regalo de sus días, y esta es la hora que llevo una porción de sesiones perdiendo días y días, haciendo muy mal modelo, y temiendo que crean insuficiencia lo que no es culpa mía; no se como saldré, pero lo que sí aseguro a V. es que no me meteré en otra análoga". En la posdata, Suárez Llanos enviaba un saludo a Mario de la Sala.
Faustino Sancho y Suárez Llanos habían coincidido en unas vacaciones en Deva y allí habían trabado una buena amistad. En El Movimiento, diario democrático y de intereses materiales de Huesca, publicó Sancho y Gil un artículo el 31 de diciembre de 1881, titulado "Un hombre ilustre menos", en el que se hacía eco de la muerte de Suárez Llanos acaecida el pasado 24 de diciembre, según recogía un periódico madrileño. En él, Sancho y Gil recordaba los buenos ratos pasados en Deva y escribía: "jamás olvidaré aquellas horas en que recorriendo en una lancha la encantadora ría de Deva, le oía hablar de Velázquez, Murillo, Juanes, Zurbarán, Alonso Cano y Goya, con la elocuencia que pudiera haberlo hecho el mismo Vasari". Suárez Llanos había pintado Los funerales de Lope de Vega, aunque Sancho y Gil afirmaba que se había dedicado casi exclusivamente al retrato, en el que cobró merecida fama. Sancho y Gil mencionaba los retratos del general Infante, de Posada Herrera, de Ayala y el de Orense. "Gran dibujante, inspirado colorista, magistral en sus encarnaciones, artista de los que concluyen sus cuadros sin pecar de relamidos, docto y erudito a la vez, era un excelente pintor y un gran maestro". Pero, a pesar de las no desdeñables dotes artísticas del pintor, Sancho y Gil tampoco olvidaba sus aptitudes personales: "De carácter culto, liberal y franco, cariñoso en el seno de la familia, abnegado en el seno de la amistad, devoto de toda idea generosa, de todo sentimiento elevado, sin otro numen que la justicia, de gran sentido estético y de gran sentido moral".
Faustino Sancho y Gil (1850-1896) debió de dejar en Madrid buenas e influyentes amistades. Había estudiado en la Universidad Central de Madrid entre 1865 y 1870, consiguiendo la licenciatura en Derecho y el doctorado en Filosofía y Letras. El 20 de diciembre de 1870 ingresó como socio numerario en la Academia Matritense de Legislación y Jurisprudencia, en cuyo salón de la calle de la Montera ofreció brillantes discursos. Fue también socio del Ateneo de Madrid y, entre 1871 y 1872, pasante en el despacho del político republicano Estanislao Figueras. Con apenas 21 años ocupó la cátedra de Historia Universal de Fernando de Castro. Pi y Margall lo nombró en 1873 secretario del Gobierno Civil de Palencia, siendo profesor auxiliar de la Facultad de Filosofía y Letras. Faustino Sancho y Gil regresará a Zaragoza en 1878, desdeñando los triunfos que Madrid le tenía reservados, según le indica en una carta Mariano de Cavia desde la redacción de El Imparcial, el 21 de marzo de 1888.
El primer artículo
Lo primero que firmó Cavia en El Liberal fue un artículo sobre las "Poesías líricas por Valentín Marín y Carbonell". Gran parte de las composiciones que formaban parte del grueso tomo de 'Poesías líricas', dedicado a su tío Víctor Balaguer, se publicaron en la Revista de Aragón. Con prólogo de Baldomero Mediano y Ruiz, se editaron en la imprenta del Hospicio Provincial de Zaragoza, en 1881. En El Nuevo Avisador de Zaragoza, periódico donde se agrupaban los republicanos de Castelar, Sancho y Gil publicó, a partir del 12 de abril de 1881 y en cinco entregas, la crítica del libro de Marín y Carbonell. En ella Sancho y Gil afirmaba que Marín, compañero suyo en el Colegio de Valldemía de Mataró, había nacido poeta, aunque "no ha pensado en hacerse gran poeta". Clarín, en su libro 'La literatura en 1881', le dedicaba un capítulo, en el que escribía: "¡Al, Sr. Marín! Poetas líricos, lo que se llaman poetas, tendremos en España a la hora presente, dos o tres a lo sumo. Ya ve Vd. qué pocos. Quedan cerca de diecisiete millones de españoles que no son poetas líricos. Pues bien; Vd. no hace más que votar con la mayoría"8.
Goya y el Pilar
En un artículo publicado en el Diario de Avisos de Zaragoza el 2 de febrero de 1881, se decía que el Ayuntamiento iba a emplear los donativos recaudados por suscripción popular para una sepultura del Justicia, que estaban guardados en un Banco. También se querían traer los restos de Goya, muerto en Burdeos, para perpetuarlos en alguna basílica. "Goya es, cronológicamente hablando, la quinta estrella del espiritual cielo de España, como dice el más sabio de los pintores contemporáneos, el Sr. Suárez Llanos, el demoledor de las conciencias artísticas, que burlóse, con la risa de Bocaccio, del fanatismo religioso, y extendió la palidez cadavérica sobre la frente de instituciones, barridas por los vendavales revolucionarios; el gran retratista de los humanos pensamientos de su época; el hijo de la Enciclopedia, el precursor del romanticismo; un genio original, universal, español esencialmente, amargo, excéptico, múltiple, que tuvo la naturaleza por madre, la sociedad por inspiración (...) el símbolo más perfecto del advenimiento del pueblo a la vida social. Y por lo que a nosotros se refiere, es Goya, la apoteosis de la severidad aragonesa, el eterno cantor de nuestros horizontes, pues los horizontes de sus pinturas son los horizontes zaragozanos". El 11 de febrero y en el mismo periódico se continuaba con el asunto. En una de las últimas sesiones del Ayuntamiento, el Sr. Ayora había pedido a la institución que se retomase el proyecto del monumento al Justiciazgo y que las cenizas del Justicia reposasen en una urna, en el sitio donde había sido decapitado. Para tal fin se tomaría como base lo recaudado en 1863, que estaba en depósito en un Banco. Además, el Ayuntamiento debía apoyar el proyecto con parte de su presupuesto, abriendo una nueva suscripción popular. Ayora pidió en aquella ocasión que se reactivasen los expedientes para trasladar los restos de Goya a Zaragoza. El alcalde aseguró que aquel traslado costaría al Ayuntamiento 6.000 reales, a lo que Ayora añadió que si no podía hacerse cargo el Concejo, se buscase el concurso de empresas de ferrocarril o, en último término, lo pagarían los 39 concejales del Ayuntamiento. El redactor terminaba: "Si Zaragoza no desagraviase a la historia, rindiendo culto a la memoria del Justicia, cometería una ingratitud como debe España a Colón, que no tiene ni una estatua en la Rábida, ni en Palos, ni en Barcelona".
En un tercer artículo, donde se daba por concluido el asunto, el articulista opinaba que la traslación de las cenizas de Goya era un asunto de "honor nacional". Y pedía, no un gran mausoleo para el pintor, sino un monumento mural, como el que recordaba a Cervantes. "Para ser grandiosa la tumba no se necesitaría sino escribir Goya, en ella". En el Diario de Avisos y el 15 de febrero de 1881, se narraba el hallazgo de los restos de Lanuza en 1841 en la iglesia de San Francisco, donde se encontraba el panteón familiar. El asunto se había retomado en 1863, abriendo entonces una suscripción para erigir un monumento al Justicia, pero el dinero recaudado seguía ingresado en un Banco. Este empeño se había retomado entonces. Y se concluía: "cualquiera que sea la opinión que merezca a los historiadores el Justicia ajusticiado, su enlutado patíbulo fue el patíbulo de una institución majestuosa y potente, singular y maravillosísima (...) digno es de tener un monumento en esta tierra de los héroes y de los mártires: -que afrentoso sería que la posteridad aragonesa fuese avara en esto de tributar obsequios a la memoria de Lanuza, cuando a su cadáver se los hizo Felipe II el liberticida-".
Cavia cita a Goya en sus artículos en numerosas ocasiones: "Religión, pintura y cuernos", La Lidia, 14 de junio de 1897, "El delegado en el mitin", El Imparcial, 14 de febrero de 1904, "Despacho del otro mundo", El Imparcial, 14 de febrero de 1916, y "Cuatro frescas íntegramente goyescas", El Sol, 11 de marzo de 1920. En "Aguafuerte de Goya", El Imparcial, 25 de marzo de 1897, llama al pintor "el estupendo satírico aragonés". En El Imparcial del 7 de marzo de 1913 publica "Fuendetodos". De la Quinta del Sordo escribe en "La casa de Goya", El Imparcial, 5 de mayo de 1908, y en "Las lágrimas de las cosas", El Imparcial, 30 de octubre de 1912. De su última paleta que heredó Antonio Brugada, con la que pintó el mausoleo de Goya, escribe en "Crónicas momentáneas", El Liberal, 22 de noviembre de 1894. De unas pinturas desaparecidas en la Plaza de toros de Zaragoza se trata en "Curiosidades taurinas (por Sobaquillo)", El Liberal, 11 de noviembre de 1882, y en "Apuntes de un taurómano por Sobaquillo)", La Lidia, 26 de agosto de 1889. De la supuesta venta de los frescos de San Antonio de la Florida escribe en "La liga contra los vándalos", El Imparcial, 6 de enero de 1905. De la publicación de los estudios de Aureliano de Beruete9 trata "Despacho del otro mundo", El Imparcial, 10 de diciembre de 1915, y "Goya, enorme y delicado", El Imparcial, 21 de diciembre de 1915. Del traslado de los restos de Goya, Cavia escribe "Los restos de Goya", El Liberal, 31 de octubre de 1891, "Repatriados en triunfo", El Imparcial, 16 de abril de 1900, "Despachos del otro mundo", El Imparcial, 12 de mayo de 1900, y en el "Plato del día", El Liberal, 15 de marzo de 188810.
En La Derecha, el 19 de marzo de 1888, Faustino Sancho y Gil publica una carta dirigida a Cavia, a raíz de su artículo referido a Goya, publicado en El Liberal. "Debe la nación que llamamos madre una estatua a Goya y se la erigirá un día entre los árboles de la Fuente de la Teja, porque en su dulce tusculana de las orillas del Manzanares, el pintor de Fuendetodos, contempló, estudió, meditó las costumbres de su época, encontró modelos para sus obras y escribió aquellas sátiras en las que, con la profundidad, la amargura o la malicia de un Quevedo, un Juvenal y un Horacio de los pinceles, con un amor a la verdad que recuerda la justicia de Tácito, censuró la hipocresía y la ignorancia, vengó los ultrajes del vicio a la belleza moral, se rió de la fealdad física y volteó el puente que condujo el arte a una era esplendorosa. Débele Aragón un sepulcro y un sepulcro le ofrece Zaragoza, lo cual parece a usted bien". El conde de la Viñaza escribía en su libro dedicado a Goya11: "La patria de Goya debe a éste un mausoleo en la Basílica del Pilar". La parte biográfica de este libro era una ampliación de los apuntes publicados en la Revista Contemporánea en 1882. En este libro, el conde de la Viñaza escribía que la Academia de San Fernando había pedido en su momento el cese de la proscripción y en 1863 la Real Sociedad Económica Aragonesa había solicitado la vuelta de las cenizas de Goya. Cavia criticaba en su artículo a los diputados provinciales que querían colocar una lápida en el Pilar, indicando el lugar donde se hallaban las cenizas de Goya. Faustino Sancho era partidario de poner los restos de Goya en una urna, aunque no le desagradaba la idea de la lápida, pues otros genios como Rafael, Rubens o Cagliari la tenían. Sancho y Gil admitía que el artículo de Cavia era más ingenioso que justo. "La lápida que motiva su chistosa burla, (...) convertiría en sepulcro de Goya un templo que tiene lugar honroso entre los que Lamartine llamaba museos de historia". Y continuaba: "Usted y yo somos entusiastas de Goya. Usted y yo apetecemos que la patria le honre, erigiéndole una estatua y un monumento fúnebre, en el que agoten su inspiración sus más acreditados cinceles. Mas usted cree que a falta de él, deben perseverar sus paisanos en el olvido en que se hallan los despojos del que probó que el país de Valerio y los Argensola, ocupa también el primer lugar de la historia de la sátira pictórica; y yo creo que debe ejecutarse la idea acariciada por la Diputación Provincial y otras corporaciones de Zaragoza, sin renunciar a que un día se lleve a cabo, lo que tan a deleite del buen decir, defiende en su bellísimo artículo mi querido Cavia.
He aquí nuestra divergencia, la cual procede de que V., a fuer de artista ama sobre todas las cosas lo estético; y yo que no soy poeta, amo lo arrogante. Por eso, cuando se trata de dar epitafio a un inmortal, el nombre del inmortal paréceme el mejor epitafio". Y terminaba: "La lápida proyectada por los diputados provinciales, que con orgullo se llaman paisanos de aquel popular Marianico que aquí es tan frecuentemente recordado, significa un homenaje asaz, modestísimo sí, mas en ella aunque no se grabara, se leería la magnífica frase que el buril esculpió en la de Cristóbal Wren, si requeris monumentum circunspice".
Esta carta tuvo respuesta de Cavia en otra misiva particular, escrita en la redacción de El Liberal, con fecha de 21 de marzo de 1888.
"Queridísimo amigo Faustino: Mil gracias y también mil plácemes por la admirable carta que me dirige usted desde las columnas de La Derecha. ¡Lástima que no le haya ocurrido a usted enviármela para El Liberal! Este periódico se habría honrado muchísimo, y yo me habría gloriado más publicando una réplica tan honrosa a las numeradas de mi Plato.
En cuanto robe al tiempo el espacio que me falta, contestaré a usted en las columnas de La Derecha misma. Entretanto paso por lo de la lápida, siempre que esta lápida, diciendo Aquí yace Goya, se ponga en el exterior del templo y encima de la puerta principal; pero esto convertiría al Pilar, de basílica católica en templo del pintor y en una especie de moles Adriani del insigne Don Francisco. Se me antoja que el trueque no le disgustaría a usted, pagano empedernido como yo.
Sabe usted que le quiere muy de veras y que lamenta en el alma el desdén que muestra usted hacia los triunfos que Madrid le reservaba, este su invariable y afectísimo amigo". Y firma Mariano de Cavia.
En 1888 el cementerio de Burdeos se amplía y Francia avisa a España para que se haga cargo de aquellos restos. Al procederse a la exhumación, con el cónsul español presente, se descubrió que el esqueleto que yacía a la derecha del mausoleo se encontraba intacto en su ataúd. Correspondía a un hombre de mediana estatura, que coincidía aparentemente con Goicoechea. El otro ataúd tenía rota la cubierta de zinc y contenía un esqueleto de recia osamenta, al que le faltaba el cráneo. Era el de Goya. Se supuso que algún anatomista, seguidor de la frenología del doctor Gall, había profanado la tumba para examinar las particularidades de la cabeza de Goya. Ambos esqueletos se colocaron en un féretro, donde permanecieron hasta el 5 de junio de 1899, en que fueron trasladados a Madrid en tren. Estuvieron en la sacramental de San Isidro y en 1919 fueron trasladados a San Antonio de la Florida.
En la revista Pro-Patria que dirigía José Marco, aunque sus beneficios eran destinados a mantener la Biblioteca-Museo Balaguer de Vilanova i Geltrú, y en el número de febrero de 1895, se publicó un artículo de Lucas Martínez dedicado a los restos de Goya. Hablaba de las gestiones de la Sociedad Económica, de los esfuerzos baldíos del Ayuntamiento de Zaragoza en 1880 y 1884. En 1888 se había dicho que iban a ser trasladados a Madrid. En 1891 La Época publicó que los restos de Goya corrían peligro por reformas del cementerio de Burdeos. En 1894 el Ministerio de Fomento había elevado al Estado la conveniencia de dar órdenes al Consulado para trasladar los restos del pintor, que más tarde reposarían en la sacramental de San Isidro.
En el Museo de Bellas Artes de Zaragoza se encuentra almacenado, que no expuesto al público, un cuadro que dice ser el cráneo de Goya pintado por Fierros en 1849. Al dorso hay un escrito de puño y letra del marqués de San Adrián, que dice: "Cráneo de Goya pintado por Fierro"12. Al parecer, un médico frenólogo, amigo del marqués de San Adrián y del pintor Fierros, había recogido el cráneo de Goya en Burdeos en 1848 y el pintor no pudo resistir a la tentación de plasmar en lienzo el retrato del cráneo de Goya. Dionisio Gamallo Fierros, nieto del pintor, catedrático de Literatura, especialista en Bécquer, y académico de la Lengua, contaba que su abuelo quedó como depositario del cráneo de Goya. A su muerte, su hija, ajena a esta historia, la cedió a su marido, que era médico. Un buen día Gamallo llenó el cráneo de garbanzos, que una vez humedecidos, reventaron los distintos huesos, que acabaron en manos de estudiantes de Medicina.
NOTAS
1. José Blasco Ijazo: "Siglo y medio ha transcurrido desde que nació el `Diario de Zaragoza'", ¡Aquí... Zaragoza!, Tomo 1, C.A.M.P.Z.A.R., Zaragoza, 1988, p. 143.
2. Fernando Castán Palomar: Cavia, el polígrafo castizo, Ed. Gómez, Pamplona, 1956, p. 33, y Aragoneses contemporáneos, El Día de Aragón, Zaragoza, 1987, p. 541.
3. José-Carlos Mainer Baqué: "Sobre la Revista de Aragón (1878-1880)", Instituto de Estudios Turolenses, Zaragoza, 1989, p.4.
4. Joaquín Gimeno Fernández-Vizarra: ¡Vamos muy despacio!, Zaragoza en 1887, Edición facsímil El Día de Aragón, Zaragoza, 1986, Tomo II, p. 130.
5. Joaquín Gimeno Fernández Vizarra: ¡Vamos muy despacio!, Zaragoza en 1887, edición facsímil de El Día de Aragón, Zaragoza, 1986, p. 130.
6. Francisca Soria Andreu: El Ateneo de Zaragoza (1864-1908), I.F.C., Zaragoza, 1993.
7. Ramón de Lacadena: Vidas Aragonesas, I.F.C., 1972. Eloy Fernández Clemente y Carlos Forcadell: Historia de la prensa aragonesa, Guara Editorial, Zaragoza, 1979, p. 189. Fernando Castán Palomar: Cavia, el polígrafo castizo, Ed. Gómez, Pamplona, 1956, p. 49.
8. Leopoldo Alas "Clarín": La Literatura en 1881, Madrid, 1882. En Leonardo Romero Tobar: "`Clarín', catedrático de la Universidad de Zaragoza (el naturalismo y la Mano Negra)", en Cinco estudios humanísticos para la Universidad de Zaragoza en su IV centenario, Zaragoza, 1983.
9. Aureliano de Beruete publicó varios estudios: Goya, pintor de retratos, Madrid, 1916. Goya II, composiciones y figuras, Madrid, 1917. Goya, grabador, Madrid, 1918, y Goya, Madrid, 1928.
10. Es interesante la Antología de Mariano de Cavia de Enrique Pardo Canalis, I.F.C., Zaragoza, 1980.
11. Cipriano Muñoz y Manzano, conde de la Viñaza: Goya. Su tiempo, su vida, sus obras, Madrid, 1887.
12. José Llampayas: Goya, su vida, su arte y su mundo, Biblioteca Nueva, Madrid, 1943, p. 222.
En VII ENCUENTRO DE ESTUDIOS BILBILITANOS, Tomo I, Calatayud, 2009
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