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Los moriscos de Saviñán en el IV centenario de su expulsión (1610-2010)
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FRANCISCO TOBAJAS GALLEGO | En este año vienen a cumplirse cuatrocientos años de la expulsión de los moriscos aragoneses. Desde principios de junio hasta septiembre de 1610 salieron de Aragón más de sesenta mil personas camino del destierro. De Saviñán salieron unos seiscientos moriscos, quedando medio pueblo vacío y las tierras incultas. Juan Bautista Labaña, que recorrió Aragón entre 1610 y 1611, con el encargo de los Diputados del Reino de levantar un mapa, se encontró con muchos pueblos fantasma.
En Saviñán quedan nombres evocadores como la plaza de los moros, el pozo morillo, Valdemoro, las eras de los Calaveras, la huerta de Juan el moro y la calleja de la Macabre. Queda la calle del Charco, la iglesia de San Miguel y la copla de Juan Calavera. La lengua castellana tiene un 30% de términos derivados del árabe. Algunos sostienen que la palabra maño viene del árabe manuw, con el significado de cautivado, sometido, humillado. Tras nueve largos siglos de convivencia quedan nombres, palabras, historias, leyendas, iglesias y torres de ladrillo mudéjar, que han sido declaradas patrimonio de la Humanidad, y un final que no pudo ser más dramático. La expulsión de los moriscos contribuyó a la decadencia del Reino de Aragón.
Tras la reconquista de estas tierras en 1120 por Alfonso I el Batallador, la Morería de Saviñán pasó a pertenecer a los Fernández de Luna, establecidos en Chodes desde el siglo XII. Pedro de Luna, futuro Benedicto XIII, la recibió con otros bienes de parte de su madre. Sería expropiada a Antón de Luna, de la rama de Almonacid de la Sierra, valedor del conde de Urgel, uno de los candidatos en el Compromiso de Caspe, donde se eligió rey de Aragón a Fernando I. Su hijo Alfonso V donó el 2 de mayo de 1416 sus derechos sobre la Morería de Saviñán a Hernando de Sayas y a Gracia Fernández de Funes. La viuda de Hernando de Sayas vendió la Morería de Saviñán a la Comunidad de Calatayud el 20 de febrero de 1433 por treinta y cinco mil sueldos. En ella el Procurador General de la Comunidad de Calatayud ejercía como señor feudal.
En 1438 el príncipe Juan, luego Juan II, concedía a la Señoría de Saviñán "todos los privilegios, franquicias y otras exenciones y libertades concedidas a la Comunidad de Calatayud y sus lugares".
Queda documentado que en 1460 la Morería de Saviñán estaba rodeada de muros con puertas. José Gracián copiaba de un documento del siglo XVI los límites de la Señoría: "desde las puertas viejas y por medio de la casa de Miguel Calavera el de las puertas, quedando la otra mitad en lo Realengo y término de Saviñán, y por casa de Enrique Alvillena, médico, quedando el corral en Realengo o término de Saviñán". En la plaza se localizaba la mezquita, el horno y las casas del alamín. La entrada al pueblo se hacía por la calle de Santa María, que cerraba al poniente con su cementerio, y la iglesia de San Miguel, también con su cementerio. La Señoría limitaba al este con el arco de San Miguel, bajo la Puentecilla del Maltés. La calle del Molino se abrió más tarde, a finales del XVII. La calle del Charco, que se abrió en terrenos de los Muñoz, se cerraba también con el arco de San Ramón. El huerto de los Funes ocupaba toda la calle Nueva o del conde de Argillo.
Los mudéjares se organizaron corporativamente formando la aljama, rigiéndose por la "Çuna et la xara", y conservando instituciones islámicas como el cadí o el alfaquí. Los musulmanes cultivaban las tierras por medio de arrendamientos, aunque también se dedicaban a la construcción, herrería, ollería cáñamo y textil. En la aljama todos eran solidarios para pagar impuestos o para ayudar al necesitado. Los musulmanes fueron muy importantes en la economía de Aragón, cultivando las mejores tierras de las riberas de los ríos. La mayor parte de las rentas de los señores dependían del trabajo de los musulmanes, que eran sufridos y trabajadores. A finales del siglo XV el viajero alemán Münzer escribía: "pueden vivir más de sesenta moros en lugares donde apenas podrían sustentarse quince cristianos". Y copiaba un refrán que aseguraba que "quien no tiene moros no tiene oro".
Las obras de ampliación de la iglesia de San Pedro Mártir de Calatayud, fueron patrocinadas por Benedicto XIII, a cuyo servicio tenía a los mejores maestros de obras musulmanes, como Mahoma Rami. Estas obras se llevaron a cabo entre 1412 y 1414, participando en su mayoría maestros musulmanes, con algunos cristianos y judíos. Fueron registradas por el canónigo y vicario de Santa María, García de Maluenda, que apuntaba que el jueves 21 de mayo de 1414 no habían obrado por ser Pascua, ni el viernes 10 de agosto por ser San Lorenzo. Tampoco lo hacían el viernes 1 de junio, ni el viernes 21 de septiembre porque llovió. Las obras se interrumpían por las festividades religiosas, por los accidentes de trabajo y por la lluvia, que siempre coincidía con la fiesta de los musulmanes del viernes.
En 1492 los Reyes Católicos decretarán la expulsión de los judíos. Una actitud intransigente del cardenal Cisneros provocará la rebelión de los musulmanes de las Alpujarras entre 1499 y 1502. A principios de 1502 los Reyes Católicos expedirán un edicto en Sevilla, ordenando a todos los varones musulmanes mayores de catorce años y a todas las mujeres mayores de doce años a bautizarse o a salir de España en un plazo de dos meses. Los Reyes exceptuarán de esta expulsión a los musulmanes del Reino de Aragón, debido a las súplicas de sus señores, por el duro golpe que recibirían sus economías, debido a la despoblación de sus tierras. Este juramento se repitió en las Cortes de Monzón de 1510 y en las de Zaragoza de 1519. Pero Carlos V pidió dispensa al Papa Clemente VII y en 1526 se ordenó el bautismo de los musulmanes aragoneses. Esta orden constituía un contrafuero, pues no había sido aprobado en las Cortes aragonesas. La Diputación del Reino echó mano del conde de Ribagorza, Alonso de Aragón, que estaba entonces en la corte, para defender que el musulmán aragonés era diferente al valenciano y al granadino, pues el aragonés era sumiso, obediente, fiel vasallo y mejor súbdito. No se temía una revuelta, pero sí su marcha, dada su importancia económica para Aragón. Los señores se arruinaban con la expulsión, pero también perdían con la conversión, pues los moros bautizados tendrían que pagar en adelante diezmos y primicias a la iglesia, disminuyendo sus rentas. Pero Clemente VII concedió al rey y a los señores los diezmos y primicias de los moros convertidos, con lo que facilitó su bautismo. El rey respetaba la tradición cultural mudéjar (traje, lengua y fiestas) y la igualdad jurídica de los nuevos convertidos con los cristianos.
El bautismo se llevó a cabo sin instrucción religiosa y no borró las diferencias de orden económico y social que separaban el mudéjar del cristiano. En San Andrés de Calatayud se apuntaba el 14 de marzo de 1526: "bateamos un moro de Saviñán llamado Ayar, llamose Johan Ferrer, fueron padrinos Johan Alazán y Martín de Gueldo y Johan Ferrer. Las madrinas la de Antón Sancho y la de Gil de la Renta".
En este año de 1526 sucedieron unos hechos extraordinarios, que nos cuenta el aragonés y carmelita Marcos de Guadalajara, en su Memorable expulsión y justísimo destierro de los moriscos de España, de 1613: el paso de un cometa, el sudor de la Virgen de Tobed, el sudor de una de las tres Marías del Convento del Carmen de Zaragoza y el toque premonitorio de la campana de Velilla, que dio aviso del levantamiento de los moriscos de España. La Virgen de Tobed, con los dos ángeles a su lado, sudaron treinta y seis horas, recogiéndose una onza de licor en una redoma. El sudor de la Virgen estaba separado en "gruesas resplandecientes perlas", siendo parte enviado a la corte por el conde de Sástago. Desde la publicación de la expulsión de los moriscos valencianos en 1609, este sudor comenzó a disminuir, desapareciendo en 1610, con la salida de los moriscos de Almonacid de la Sierra, que fueron los últimos de Aragón, dejando en el vaso "un vapor como nube espesa".
El padre Guadalajara apuntaba que los moriscos consideraban que tras su bautismo a la tierra le faltaba prosperidad.
En 1529 Carlos V mandó que los moriscos abandonasen las morerías y pasasen a vivir a las casas del centro de las poblaciones, para que pudiesen asistir a la iglesia, donde debían aprender la doctrina cristiana. Tras el bautismo, la mezquita de Saviñán sería convertida en iglesia de San Miguel y los musulmanes en cristiano nuevos.
En 1566 Francisco Núñez Muley escribió un Memorial al Presidente de las Reales Audiencia y Cancillería de la Ciudad y Reino de Granada, para que detuviese la Pragmática que prohibía las costumbres moriscas. En 1567 se pregonaron en Granada una serie de ordenanzas que prohibían la lengua y los libros árabes, el vestido morisco de hombres y mujeres, la celebración de zambras en bodas y fiestas, y los apellidos y los nombres moros. Las puertas de las casas debían mantenerse abiertas y se prohibían los baños. Con estas medidas se pretendía la desaparición de los musulmanes como grupo cultural.
Francisco Núñez escribía en su Memorial que "nuestras bodas, zambras y regocijos, y los placeres de que usamos, no impiden nada el ser cristianos". Como tampoco podía serlo la manera diferente de vestir, pues en otros países usaban otras ropas y se sentían igualmente cristianos. Las dificultades económicas y esta opresión cultural propició la Guerra de las Alpujarras, 1568-1570, que fue sofocada por Juan de Austria con los tercios de Flandes. Tras ella cincuenta mil moriscos granadinos pasaron a repoblar Castilla.
En 1574 se celebraron representaciones teatrales en varios pueblos moriscos aragoneses, coincidiendo con la toma por los turcos de la Goleta, una fortaleza cercana a Túnez. En Borja y Maleján se representaron en vísperas de la Pascua de Navidad. En principio las representaciones pasaron desapercibidas, pero la Inquisición envió una carta a los comisarios y familiares, para que informasen si estas fiestas podían deberse a la pérdida de la Goleta. El comisario Marcos Valforga, de Borja, concluyó que las fiestas tenían relación con la caída de la Goleta cinco meses antes. Entonces todas las fiestas desde agosto fueron calificadas como celebraciones por la toma de la Goleta. El informe decía que en Saviñán se festejó esta toma con gran alboroto, adelantando las fiestas del ramadán. Pero todo hace suponer que estas representaciones se hicieron para distraer las aburridas horas de ocio que dejaba el trabajo en el campo.
A la toma de la ciudadela de Menorca en 1588, con el peligro potencial que estuvo Barcelona, se investigaron las fiestas de los moriscos en el ducado de Híjar. Se cuenta que entonces se vistieron como moros, hicieron juegos de cañas, corrieron toros y otros muchos regocijos. Es posible que los moriscos festejasen los éxitos de los turcos, pero lo hacían con fiestas totalmente cristianas.
Enrique Cock, notario apostólico y arquero de la guardia del Cuerpo Real, dejó un relato del viaje que llevó a cabo Felipe II para asistir a las Cortes de Monzón en 1585. En él escribía que los moriscos rompían las vasijas contaminadas de tocino o de vino, en que habían comido las tropas del séquito real. También dice que la iglesia de Muel sólo se abría los domingos y fiestas de guardar. En Muel sólo había tres casas de cristianos: la del cura, la del notario y la del tabernero, que hacía las veces de mesonero. "Los demás irían de mejor gana en romería a la casa de la Meca que a Santiago a Galicia". También se guarda un relato en verso de un morisco de Monzón, que a fines del siglo XVI, hizo clandestinamente la peregrinación a la Meca.
En abril de 1577 se contrataba la nueva fábrica de la iglesia de San Miguel con el obrero de villa Juan de Campos. El retablo se debe a Juan Martínez de Salamanca. Un año más tarde arrancan las partidas del primer libro de San Miguel, a donde pertenecen los moriscos, aunque también viven en el pueblo de realengo, siendo parroquianos de San Pedro y vasallos de la Señoría. El obispo Diego de Yepes pedía al vicario de San Pedro en una de sus visitas, que los moriscos que vivían en Saviñán asistieran a misa como parroquianos suyos, y de no hacerlo los amonestara y los multara. A los rebeldes y contumaces los debía denunciar al Santo Oficio.
Resulta extraño que en una visita en 1579, el canónigo de Tarazona, Carlos Muñoz Serrano, pidiera colocar antes de seis meses una pila bautismal en San Miguel. También apuntaba que la sepultura de los nuevos convertidos la hiciera un cristiano viejo, pagándole de los bienes del difunto. En las partidas de defunción, los vicarios de San Miguel escribían que los nuevos cristianos se confesaban y hacían obras de cristiano. Era costumbre en esta parroquia dejar una limosna para novena y cabo de año. En 1585 Pedro Calavera dejaba dos arrobas de aceite, que fueron tasadas en treinta y seis sueldos. El pueblo debía pagar la defunción de los pobres, según era uso y costumbre. Según el vicario, el obispo Fr. Diego de Yepes había mandado que los nuevos convertidos que muriesen sin confesar, no se enterrasen en lugar sagrado. Y reseñaba que María Escobar, muerta en 1606, estaba enterrada en las Majanetas, en la zumaquera de Miguel de Porras, "de la pierna gorda". El 1 de noviembre de 1606 había muerto María Pastor. No había recibido los sacramentos porque nunca "quiso hablar". El vicario la había confesado el 16 de agosto de ese mismo año y la había visto varias veces en el portal de su casa y en la calle. El vicario aseguraba que visitaba a los enfermos por la mañana y por la tarde, para que ninguno muriese sin confesar. El vicario había ido tres veces a casa de María Pastor a confesarla, acompañado por algunos cristianos viejos, pero en ninguna ocasión quiso hacerlo. Cuando murió se mandó que se llevase como desterrada y se la condujo a la Arcada, enterrándose en una zumaquera del "de la pierna gorda". Se hizo por mandato del obispo Diego de Yepes.
En 1578 murió Ana Porras. No testó ni confesó porque era casi muda y sorda y el vicario no la entendía. A la muerte de Juan Rueda en 1582 se dice que era tan sordo que no se atrevieron los sacerdotes de San Pedro a darle los sacramentos, pues para recibirlos se requerían todos los sentidos.
En 1601 se enterraba en el cementerio de San Pedro al morisco berberisco Alonso Martínez. El vicario de Calatayud, Juan Betrian, mandó enterrarlo pues los berberiscos gozaban de libertad en Castilla, no así los granadinos. En este mismo año el vicario general, doctor Izquierdo, señalaba en cincuenta reales el derecho del entierro.
En las ceremonias de bautismo aparecen citados como padrinos cristianos viejos, cristianos nuevos y a finales del siglo XVI aparecen invariablemente las parteras. En 1580, en el bautismo de Gabriel de Moscavida, mosén Antón Villalba, vicario de San Pedro, apuntaba que la partera le dijo que al nacer el niño, el capullo de la verga estaba "como atenado". Y por eso dejaba apuntada esta confidencia, por si fuera necesario saber la verdad. En San Miguel se reseñaba en las partidas si los hijos eran de legítimo matrimonio o si por el contrario eran bastardos. En la corte se prohibió que las amas reales fueran de origen morisco o judío.
En las partidas de matrimonio hemos encontrado contrayentes vecinos de Sestrica, Mesones, Morés, Chodes, Burbáguena, Morata, Brea, Bardallur y Calatorao.
En 1601 el obispo Fr. Diego de Yepes apuntaba que en los días de fiesta el vicario debía enseñar la doctrina cristiana a sus fieles, que no debían jugar ni trabajar. Al menos el páter noster, el credo, el salve regina, los mandamientos y los artículos de fe. En 1605 el obispo pedía al Justicia y a los Jurados de la Señoría que quitaran inmediatamente el estiércol que se amontonaba detrás de la iglesia de San Miguel. También mandaba que quitaran las balsas del ruejo de encima de Santa María, porque causaban gran indecencia. En noviembre de 1597, Pedro de Campos, de Paracuellos de la Ribera, firmaba una capitulación y concordia con el Concejo de la Señoría de Saviñán, para hacer un molino de aceite.
En este año de 1605 se llamaba la atención a los amancebados, con sus nombres y apellidos.
En varias ocasiones aparecen citados aquellos que tenían tablajes de juegos prohibidos, donde era muy ofendido Nuestro Señor. En 1586, por mandato de Cuaresma y con licencia del vicario general, se denunció por descomulgado a Juan de Xabella Royo, pues tenía un tablaje público arrendado. Un mes más tarde sería absuelto. El obispo Cerbuna en 1588 pedía que no se jugaran a las tablas, dados ni otros juegos prohibidos, bajo pena de diez escudos.
En una visita del obispo Diego de Yepes se apuntaba que se jugaba en casa de Domingo Sabiñán, por lo que los jugadores tenían una pena de diez escudos. También se jugaba en casa de Amador Granada. Domingo Sabiñán se defendía argumentando que se metían en su casa contra su voluntad, jugando a la carteta y a otros juegos prohibidos. Miguel Casadalva estaba obligado a pagar cada año, a partir de 1600, ocho reales a los pobres, por un legado pío que había dejado Domingo Domalique, que había muerto en galeras, penitenciado por el Santo Oficio. En 1601 se tiene noticia del fallecimiento de Miguel Goxqui, sastre, que había muerto en Zaragoza a los sesenta años, penitenciado por el Santo Oficio.
El Santo Oficio de la Inquisición, se estableció en Aragón en 1484, con una fuerte oposición. En España, entre 1540 a 1614, se procesaron a nueve mil seiscientos moriscos de entre trescientos veinte mil, por lo que el porcentaje es muy bajo, ya que los señores protegían a sus vasallos. La mitad lo fueron por los tribunales de Valencia y Zaragoza. Para la Inquisición todos los denunciados eran culpables, que debían demostrar su inocencia. La iglesia obligaba a denunciar, pues el que no lo hacía conociendo el hecho, se condenaba.
En 1578 se apuntaba que Gabriel de la Bermeja murió andando en siega en Castilla. Los moriscos que no comían de la olla diaria de los otros braceros cristianos, a base de garbanzos, tocino gordo, chorizo y alguna verdura, comían pan, aceite, cebolla, gachas o pan de cebada y panizo. Los arrieros comían pan y manzanas. Los moriscos guisaban con aceite, los cristianos con tocino y manteca. Los moriscos llevaban una dieta mediterránea a base de aceite, pan, fruta, productos de huerta, carne de oveja y cabra, y frutos secos. Las relaciones de las gentes del Jalón con los pueblos sorianos fueron intensas, pues hasta allí llegaban los arrieros a vender peras.
Tras la conversión, la aljama musulmana desaparecerá y se convertirá en Concejo. Y los dos Concejos de Saviñán y su Señoría aprueban conjuntamente unas nuevas Ordinaciones u Ordenanzas en 1562, con ochenta y seis capítulos, que servirían para diez años. En ellas se apuntaba que como había gran escasez de leña, estaba prohibido hacer calcina, aljez, tejas, ladrillos y objetos de escudillería para fuera de Saviñán y su Señoría. El escudillero podía vender fuera el sobrante.
El arrendador de la carnicería era común para el pueblo de realengo y el de señorío. En 1601 se otorgaba por los procuradores de los Concejos de Saviñán y la Señoría, el arrendamiento de la carnecería a Juan de la Raga, mayor, Domingo de la Raga, menor, y Miguel Sánchez, vecinos de Embid de la Ribera, y a Pedro Vicente, mayor, vecino de la Señoría de Saviñán. En 1593 se procesaba a un morisco de Brea por degollar reses a la "manera morisca". O sea, "degollándolas atrabesando el cuchillo y dejaba la nuez a la parte de la cabeça y decia vizmela que en aljamía quiere decir loado sea Dios… y los ponía hacia la alquibla". Igual hacían con las gallinas, aunque no comían carne degollada por mujer. Los moriscos "comen la carne sin sangre y lavada en agua hasta que está blanca como la nieve".
En un protocolo de 1601 del notario de Saviñán, Pedro Gascón, se apuntaba que Amador Nebero y Juan Calavera, habían de "guardar las cabras y cabrería del lugar de Saviñán y de los vecinos y habitadores de dichos lugar y Señoría" por tres años, valorándose en mil sueldos su servicio.
El cultivo principal de Saviñán sería el olivo, aunque se cultivaba también viñas, zumaque y cáñamo. El aceite de Saviñán era mejor que el del Bajo Aragón. En un protocolo de 1602 de Pedro Gascón, se decía que era tanta la afluencia de calandinos que venían a comprar aceite, que el Concejo dispuso que se les prohibiera la venta, por la mengua de la fama del aceite de la zona. En un inventario del palacio de los Muñoz en 1561, se cita un ruejo. En el testamento de Miguel de Heredia de 1592, aparece otro molino de aceite. Las formas de explotación de la propiedad eran el alodio, el treudo y la alcábala.
El fogaje de 1495 da cuarenta y tres fuegos para Saviñán cristiano y cuarenta y seis para el Saviñán musulmán. En el censo del virrey marqués de Aytona, poco antes de la expulsión los fuegos de la Señoría son ya ciento veinte, con unos seiscientos moriscos.
El padre Pedro Aznar Cardona, natural de Aniñón, publicó en Huesca en 1612 la Expulsión justificada de los moriscos, donde escribe. "eran una gente vilissima, descuydada, enemiga de las letras y ciencias ilustres, compañeras de la virtud, y por consiguiente agena de todo trato urbano, cortés y político. Criaban sus hijos cerriles como bestias, sin enseñanza racional y doctrina de salud, excepto la forçosa, que por razón de ser bautizados eran compelidos por los superiores a que acudiesen a ella". Y continua su discurso antimorisco: "Eran torpes en su razones, bestiales en su discurso, bárbaros en su lenguaje, ridículos en su traje, yendo vestidos por la mayor parte, con gregüesquillos ligeros de lienço, o de otra cosa valadí, al modo de marineros, y con ropillas de poco valor, y mal compuestos adrede, y las mugeres de la misma suerte, con un corpezito de color, y una saya sola, de forraje amarillo, verde, o azul, andando en todos tiempos ligeras y desembarazadas, con poca ropa, casi en camisa, pero muy peinadas las jóvenes, lavadas y limpias. Comían cosas viles (que hasta en esto han padecido en esta vida por juicio del cielo) como son fresas diversas harinas de legumbres, lentejas, panizo, habas, mijo, y pan de lo mismo. Con este pan los que podían, juntavan pasas, higos, miel, arrope, leche y frutas a su tiempo, como son melones, aunque fuesen verdes y no mayores que el puño, pepinos, duraznos y otra cualesquiera, por mal sazonadas que estuviesen, solo fuesse frutas, tras la qual bebian los ayres y no dexaban barda de huerto a vida: y como se mantenian todo el año de diversidad de frutas, verdes y secas, guardalas hasta casi podridas, y de pan y de agua sola, porque ni bebian vino ni compraban carne ni cosa de caças muertas por perros, o en lazos, o con escopetas o redes, ni las comían, sino que ellos las matassen según el rito de su Mahoma, por eso gastavan poco, assi en el comer como en el vestir, aunque tenían harto que pagar tributos a los Señores". Y continuaba: "Eran muy amigos de burlerías, cuentos, berlandinas y sobre todo amicissimos ( y assí tenian comúnmente gaytas, sonajas, adufes) de baylas, danças, solazes, cantarzillos, alvadas, passeos de huertas y fuentes, y de todos los entretenimientos bestiales en que con descompuesto bullicio y griteria, suelen yr los moços villanos vozinglando por las calles. Vanagloriarvanse de baylones, jugadores de pelota y de la estornija, tiradores de bola y del canto, y corredores de toros, y de otros hechos semejantes de gañanes. Eran dados a oficios de poco trabajo, texedores, sastres, sogueros, esparteñeros, olleros, zapateros, albéitares, colchoneros, hortelanos, recueros, y revendedores de azeyte, pescado, miel, pasas açucar, lienços, huevos, gallinas, gapatillos y cosa de lana para los niños; y al fin tenían oficios que pedían asistencia en casa y davan lugar para yr discurriendo por los lugares y registrando cuanto passava de paz y de guerra, por lo qual se estavan ordinariamente ociosos, vagabundos, echados al sol el invierno con su botija al lado, y en sus porches el verano, sacadas las pocas horas que trabajavan con grande ahinco en sus oficios, o en sus huertas", aunque pocos se dedicaban a trabajar el hierro, las piedras o la madera".
El padre Guadalajara escribía que los moriscos no comían rábanos, nabos ni zanahorias, por creer que eran cosas de puercos.
El padre Aznar nos dice que los moriscos nunca andaban solos por los caminos, sino en grupo, conversaban a gritos y "Eran entregadísimos sobremanera al vicio de la carne", pues "Casavan sus hijos de muy tierna edad, pareciéndoles que era sobrado tener la hembra onze años y el varón doze, para casarse. Entre ellos no se fatigavan mucho de la dote, porque comúnmente (excepto los ricos) con una ropa, y diez libras de dinero se tenían por muy contentos y prósperos. Su intento era crecer y multiplicarse en número como las malas hiervas, y verdaderamente, que se avían dado tan buena mafia en España que ya no cabian en sus barrios ni lugares, antes ocupavan lo restante y lo contaminaban todo, deseosos de ver cumplido un romance suyo que les oy cantar con que pedían su multiplicación a mahoma, que les diesse". Ningún morisco ingresaba de fraile, de clérigo ni de monja. "Todos se casavan, pobres y ricos, sanos y coxos".
El notario de Saviñán, Matías Cimal, firmaba un protocolo en 1581, donde aparecía una sentencia arbitral, determinando las condiciones que a la muerte de la madre, el padre debía mantener a los hijos hasta los dieciocho años. La hija tenía de dote mil sueldos y una cama de ropa que le correspondía "como es costumbre quando contraen matrimonio". Describe la hechura de dos vestidos: "una saja de paño turquesa guarneída con terciopelo carmesí y otra saja de paño verde con una franguela y un sajuelo con sus mangas guarnecido de terciopelo verde el cual sajuelo es de panio naranja". Los moriscos aragoneses no se diferenciaban de los cristianos viejos en la ropa ni en la vivienda.
En el libro primero de San Miguel aparecen citados varios oficios de los moriscos, como fustero, escudillero, sastre, guarda, hortelano, zapatero, chapinero, espartenero, herrero y médico, que lo era Miguel Calavera. También aparecen los jurados y varios justicias, con los nombres de Pedro Ximeno, Miguel Alvillena, Amador Haquen y Jorge de Porras, menor. Además de un justicia y dos jurados, el Concejo de la Señoría de Saviñán tenía un procurador. En 1601 lo era Miguel Gascón.
La documentación presenta al morisco aragonés integrado en la sociedad y en el orden político aragonés y posiblemente más próximo a sus vecinos cristianos de lo que estaban sus correligionarios granadinos y valencianos. En 1604 Lupercio Leonardo de Argensola escribía: "hai en Aragón, como en otros muchos reinos de España, muchos moriscos, aunque en hábito y en lengua no se diferencian de los otros hombres".
Los mudéjares castellanos y aragoneses debieron olvidar completamente el árabe. Los que querían que sus hijos lo aprendieran, los debían de enviar a Valencia, donde se hablaba en muchos lugares. Por esta razón los mudéjares aragoneses recurrieron al aljamiado, o sea, escribir la lengua romance que hablaban, castellano con aragonesismos, con signos árabes. En muchos lugares han aparecido testos aljamiados: Ricla, Cosuenda, Morés, Morata, Almonacid, Torrellas, Tórtoles, Urrea de Jalón, Cunchillos, Tarazona, Calatayud, Daroca, Calatorao y Saviñán, donde fue encontrado en la calle de Santa María en 1957. Se trata de un Corán y de un Compendio que incluye una oración en árabe para solicitar la lluvia, evitando el pedrisco y las tormentas. Como talismán para el granizo se debían escribir unas palabras en "trapo nuevo", se metía en una caña o "en una rama alta secreta", que se pondría en poblado o en un campo sembrado, alejando las malas nubes. Los moriscos aragoneses eran los de espíritu más cultivado. La mayor parte de la literatura morisca, que se expone actualmente en la Biblioteca Nacional de Madrid, procede de Aragón.
La relación de los vicarios de San Miguel con los moriscos cambiará radicalmente en 1604, con la toma de posesión de mosén Jaime Pérez, de Mara. Sus relaciones con los cristianos nuevos serán difíciles y tensas. En 1607 redactaba una lista con los nombres de los ciento cuatro vecinos de la Señoría, a los que habría que sumar los que vivían en realengo. Al final apuntaba que todos eran moros, que seguían la secta de Mahoma y eran grandísimo bellacos. En enero de 1607 el vicario nos dice que los moriscos abjuraron del Ramadán y que les hizo comer entonces el pan bendito. Mosén Jaime Pérez añade que había estado con el inquisidor, quien le preguntó si sus fieles vivían como moros. El vicario, bajo su conciencia, le respondió que así era y firmó una declaración que se remitió a la Corte, para calificar "sus maldades y bellaquerías". Mosén Jaime Pérez fue uno de los receptores de los bienes de los moriscos tras su expulsión.
El padre Vargas habló proféticamente con motivo del nacimiento de Felipe III: "Pues no queréis dar en la cuenta ni arrancar de vuestro endurecido corazón esa infernal y maldita secta de mahoma, sabed que oy os ha nacido en España el príncipe que os ha de echar de ella". Y la profecía se cumplió.
En 1609 se ordenó la expulsión de los moriscos valencianos. Los acreedores censalistas comenzaron a inquietarse y ya no prestarán más dinero. Ante el peligro de la sublevación, las ciudades cristianas pidieron licencia al rey para comprar armas. Por entonces se denunciaron varias conjuras y conspiraciones moriscas, siempre infundadas. Se sospechó que la desaparición en el mercado de los huevos, se debía a que los moriscos los destinaban a obtener alquitrán para fabricar pólvora. Se hablaba de contactos con los turcos, de robos de harina, de reuniones secretas…, pero los moriscos no tenían líderes ni dinero para preparar una revuelta. Entonces los moriscos aragoneses comenzaron a recelar y abandonaron las labores de los campos, pues pensaban que ya no tendrían ocasión de recoger las cosechas. Entonces aumentaron las transacciones económicas y la introducción de moneda falsa de vellón. Las partidas del libro de San Miguel de Saviñán son cada vez más escasas. Se espera lo peor. Los señores no deseaban de ninguna manera la expulsión de sus vasallos, pero todo está decidido. Y el 29 de mayo de 1610 se publica el bando de la expulsión de los moriscos aragoneses en Zaragoza. El virrey marqués de Aytona mandará confeccionar un censo de los moriscos y los agrupa en treinta y cinco itinerarios, señalando el camino a seguir hasta los confines del reino, para ir a embarcar a los Alfaques. A los moriscos se les permitió la salida de todos aquellos bienes que pudieran cargar sobre sus personas. También debían procurar su sustento para el viaje. Los niños menores de cuatro años podrían quedarse. Los cristianos que escondieran a los moriscos, serían condenados a seis años de galeras. Se nombraron a comisarios para que se desplazaran a cada lugar, publicaran el bando y ordenaran y dirigieran a los desterrados hasta las fronteras marcadas. El censo del marqués de Aytona da para Saviñán, ciento veinte casas con unas seiscientas personas, que con los moriscos de Morés y Purroy, habían de seguir hacia Alpartir, Paniza, Azuara, Lécera, Samper, Caspe y Maella, último lugar de Aragón. El padre Marcos de Guadalajara nos dice que ochenta y nueve familias de Saviñán, o sea trescientas ochenta y dos personas, con ciento cincuenta y dos moriscos de Purroy, salieron por la frontera de Navarra, siendo comisario Martín de Aedo. Los moriscos de Saviñán sacaron dos mil setecientos ochenta y cuatro ducados.
El padre Aznar escribe:"Salieron, pues, los desventurados moriscos por sus días señalados por los ministros reales, en orden de procesión desordenada, mezclados los de pie con los de a caballo, yendo unos entre otros, reventando de dolor, y de lágrimas, llevando grande estruendo y confusa vozería, cargados de sus hijos y mugeres, y de sus enfermos, y de sus viejos y niños, llenos de polvo, sudando y carleando, los unos en carro, apretados allí con sus personas, alhajas y baratijas: otros en cavalgaduras con estrañas invenciones y posturas rústicas, en sillones, albardones, espuertas, aguaderas, arrodeados de alforjas, botijas, tañados, cestillos, ropas, sayos, camisas, lienços, manteles, pedazos de cáñamo, pieças de lino con otras cosas semejantes, cada qual con lo que tenía. Unos yban a pie, rotos, mal vestidos, calçados con una esparteña y un çapato, otros con sus capas al cuello, otros con sus fardelillos, y otros con diversos envoltorios y líos, todos saludando a los que los miraban, o encontrabam, diciéndoles: -el Señor los en de guarda: -Señores, queden con Dios.
Entre los sobredichos de los carros y cavalgaduras (todo alquilado, porque no podían sacar ni llevar sino lo que pudiesen en sus personas, como eran sus vestidos, y el dinero de los bienes muebles que huviessen vendido) en que salian hasta la ultima raya del Reyno, yban de quando en quando (de algunos moros ricos) muchas mugeres hechas unas devanaderas, con diversas patenillas de plata en los pechos, colgadas del cuello, con gargantillas, collares, arracadas corales, y con mil gayterías, y colores, en sus trages y ropas con que disimulavan algo el dolor del corazón… Los otros que eran más sin comparación, yban a pie, cansados, doloridos, perdidos, fatigados, tristes, confusos, corridos, rabiosos, corrompidos, enojados, aburridos, sedientos, y hambrientos tanto, que por justo castigo del cielo no se veyan hartos ni satisfechos, ni les bastava el pan de los lugares, ni el agua de las fuentes, con ser tierra tan abundante, y con dalle el pan sin limite con su dinero". Muchos de los comisarios abusaron de los moriscos, "llevándoles más dinero de lo que se les señaló por sus salarios".
Según Cervantes a los moriscos de Aragón se les llamaba en Argel Tagarinos, término que en España designaba a "los moriscos antiguos criados entre cristianos viejos, en lugares de Castilla y Aragón, los quales saben igualmente nuestra lengua y la suya, de modo que apenas se pueden distinguir ni conocer, salvo por la orden que con ellos se tiene de que vivan en ciertos barrios". En un libro alemán del siglo XVII, con informaciones sobre moriscos en Argel y Túnez, se podía leer: "Los tagarinos son mauri o moros blancos, es decir, aquellos que fueron expulsados en el año 1609 de España por rebelión y aquí recibidos en gran cantidad. Son llamados por los turcos L' Andalusin y no pueden ser soldados ni pajes, esto es, gozar paga, ni ascender a ningún cargo honorable, sino que tienen que inclinarse siempre ante los turcos: por eso se dedican, en general, al comercio". En Túnez fueron bien recibidos, formando pueblos, en los que aún se conservan apellidos, expresiones, gastronomía y costumbres. Los moriscos aragoneses eran más avanzados que los africanos, llevaban dinero y se volvieron a convertir al Islán. Un miembro del consulado inglés en Argel informaba a principios del siglo XVIII, que una docena de pueblos tunecinos hablaban español y hasta los más viejos recitaban poemas del poeta aragonés Mohamed Rabadán, que había nacido en Rueda de Jalón en 1580, muriendo en Túnez.
Los bienes de los moriscos situados en jurisdicción real fueron incautados por el rey. Los censalistas y acreedores de otras deudas fueron apartados de estas propiedades desde el primer momento. Y aunque el virrey marqués de Aytona señalaba que en Saviñán "salen sobre ellas tantas deudas que se entiende que no avra para pagarlas", el rey envió a su comisario Agustín de Villanueva, para "recuperar en su totalidad la herencia morisca y conseguir el máximo beneficio posible para la hacienda real". Tras las gestiones de Villanueva, el valor de las Señorías de Terrer y Saviñán, ascendieron a setenta mil ochocientas libras. Villanueva convenció a compradores y acreedores de que adquirieran o recuperaran esas propiedades a cambio de censos y pensiones, deudas y treudos, según el precio de tasación, casi nunca de mercado.
La Comunidad de Calatayud compró todos los bienes de los moriscos de la Señoría de Saviñán, confiscados por el rey debido a su expulsión, según un documento dado en Juslibol el 12 de abril de 1612. Y el 29 de mayo de 1612, dos años después del bando de la expulsión, la Comunidad otorgaba una nueva Carta de población. Varios vecinos bajaron de Saviñán y otros llegaron de los pueblos vecinos.
Resulta emocionante recordar una copla anónima y popular que recuerda el instante en que un morisco de Saviñán se despide de su tierra, poco antes de iniciar el camino del destierro, un adiós que sería para siempre.
Adiós a los Valdemoros
Y también la vega nueva.
Quédate con Dios Trasmón,
Que se va Juan Calavera.
Y se fue para no volver jamás. Sin embargo la historia no lo ha olvidado todavía. Aun hoy en día todos intentamos ser muy tribales, ahondando en nuestras diferencias raciales, religiosas y culturales, pero en ningún tiempo estas tierras prosperaron tanto como cuando vivían en paz, judíos, musulmanes y cristianos. Paz, Salam, Shalom.
Charla ofrecida dentro de las actividades del verano cultural. Saviñán 6 de julio de 2010
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