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El Carmen de los Mártires (II). El Campo de los Mártires
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Descritas ya las mazmorras nazaríes, pasamos ahora a analizar las razones que motivaron que, tras la toma de la ciudad, se convirtieran en un lugar santo como escribe fray Francisco de Santa María: “pero mucho mayor es la hermosura que le concedió la elección del Cielo, escogiéndole como lugar de santos, para testigo de sus gemidos, oración y obras santas, relicario de sus lágrimas y sangre, y tesoro de sus cuerpos, por todo lo cual a este cerro lo llamaron santo”.
Muchos fueron los cristianos de toda condición que pasaron por esta cárcel, algunos pocos consiguieron su libertad a cambio de un rescate, los mas, o por medio de la fuga, los menos. Sin embargo, la mayoría acabaron sus días como mártires de la fe cristina. Célebre aunque errónea fue la creencia del martirio del obispo de Jaén, Gonzalo de Zúñiga, el cual supuestamente sufrió presidio y fue muerto en Granada. Se dice que el dinero de su rescate sirvió para la construcción de parte de la muralla de la ciudad, en concreto la situada en el cerro del Aceituno, llamada en época cristiana “cerca de don Gonzalo” en su honor. Sin embargo es del todo imposible que esto sea así ya que este obispo vivió en el siglo XV, no consta que muriera en Granada, y la muralla es, como mínimo, de un siglo antes. Al parecer se confundió a don Gonzalo con otro obispo de la misma diócesis, el mercedario fray Pedro Nicolás Pascual, que utilizó el dinero destinado a su rescate para conseguir la libertad de trescientos cristianos por los que se intercambió, siendo ejecutado el 6 de diciembre de 1300, fecha más cercana a la construcción de la muralla. El cuadro que encabeza esta entrada, proveniente del convento de los Mártires y en la actualidad en el Museo de Bellas Artes, abunda en esta confusión, aunque la escena es muy interesante, ya que a parte de los personajes del primer plano, se observan los pozos teniendo como fondo la Alhambra y Sierra Nevada.
Pero volvamos al primer plano, tras el Obispo aparecen otros dos religiosos en actitud orante, dos caballeros y una mujer con dos niños. De todos tenemos noticias. Los dos religiosos son los franciscanos fray Juan Lorenzo de Cetina y fray Pedro de Dueñas. El primero de ellos, nacido en 1340, se propuso predicar entre los musulmanes de Jerusalén, no se le permitió y fue enviado al convento de San Francisco del Monte en Córdoba, donde coincidirá con el joven fray Pedro de Dueñas, nacido en 1377. Finalmente obtendrá el permiso para predicar en Granada, llevando al segundo como compañero. Llegan a la ciudad en enero de 1397, siendo detenidos y acusados de proselitismo, ante la persistencia de sus intenciones. Llevados a presencia del sultán nazarí, Muhammad VII, este los tortura y decapita, se dice que con sus propias manos dada su fama de cruel, ante la puerta de la mezquita real de la Alhambra. Primero fray Juan, intentando que fray Pedro renuncie a su fe, a lo cual se niega, corriendo la misma suerte. Sus cuerpos fueron llevados por mercaderes catalanes a la catedral de Vic, siendo desde 1731 beatos de la iglesia católica. En el atrio de la iglesia de la Encarnación de la Alhambra, donde se situaba la mezquita donde murieron, se levanta una columna en su memoria sobre la que una cartela reza: “Año de MCCCXCVII, a XII de maio, reynando en Granada Mohamed VII, fueron martirizados por manos del mismo rey en esta Alhambra F. Pedro Dueñas y F. Juan Zetina de la Orden del P. S. Francisco, cuias reliquias están aquí. A cuia honra y de Dios nuestro Señor se consagra esta memoria por mandato del Illv. D. Pedro de Castro. Arzobispo de Granada Año MDCX”.
De milagrosa califica Antolinez de Burgos la liberación de dos caballeros, “don Galcerán, hijo del almirante de Cataluña, y S. Cernín, señor de Sull, que estaban captivos”, bien pudieran ser estos los que aparecen en el cuadro. Por último, el historiador Francisco Bermúdez de Pedraza habla de una “mujer valenciana que con dos hijos estaba cautiva en Granada”, también liberada y representada en la escena. Como vemos, en un solo cuadro se condensan varias historias y leyendas que dan idea de la importancia que la loma de Ahabul adquirió tras la conquista de la ciudad. Por ello en 1492, los Reyes Católicos mandaron construir una ermita en este campo “en memoria de los cautivos mártires que fueron sepultados en este cerro y con advocación de ellos”. De este templo, origen del posterior convento carmelita, abundaremos en la siguiente entrada.
El Último Reino (24-1-2011)
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