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Memorias de un superviviente
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Acto de presentación de la obra
FRANCISCO TOBAJAS GALLEGO | El pasado 30 de marzo se presentó en Calatayud el libro Momentos de una vida. Memorias para mis nietos, de Darío Pérez García, editado por Manuel Vizán, con la colaboración del Ayuntamiento de Calatayud. Se trata de las memorias inéditas que escribió Darío Pérez al final de su vida.
El alcalde de Calatayud, José Manuel Aranda, repasó la larga y fructífera vida de Darío Pérez, dedicada a su familia, al periodismo, a la política y a Calatayud.
El editor, Manuel Vizán, reconoció que este trabajo había sido sorprendente y gratificante. Relató que hacía dos años, los herederos de Darío Pérez quisieron trasladar la casa familiar a otra más pequeña. Para hacerse cargo de los libros, habían llamado a Carlos Mosquera, actor principal de esta edición, que dirige la librería Antonio Azorín, un lugar mágico que abre sus puertas en El Escorial. Entre cientos de libros empolvados, manuscritos envueltos en papel de periódico y atados con cuerdas, aparecieron estas memorias de Darío Pérez. En ellas se recoge el devenir de su protagonista, desde su niñez hasta su vejez, con todos los escenarios, personajes, vicisitudes, trabajos y vivencias personales y familiares. Las escribió entre abril de 1942 y finales de febrero de 1943, a los ochenta y un años de edad, aprovechando el papel de otros asuntos, debido a su escasez. Otros tantos años han debido transcurrir hasta ver la luz, coincidiendo con el centenario de su nombramiento como Hijo Predilecto de Calatayud, acaecido en 2022.
Este libro de memorias ha inaugurado el sello Antonio Azorín, donde irán apareciendo otras obras del mismo Darío Pérez y de otros escritores olvidados. La portada del libro es una foto coloreada de la familia Pérez-Zabalo, de R. Rodríguez.
Vizán señaló que Darío Pérez se convirtió en un superviviente de la historia. Crisis políticas, desilusión con la Segunda República, desdichas familiares y la guerra civil, le acabarían cerrando todos los caminos vitales, llenando de amargura y desencanto sus últimos años de vida, en los que se decidió a escribir de memoria unas interesantes memorias para sus nietos, como amable entretenimiento. Con la edición de estas memorias, dirigidas a todos los interesados, se habría conseguido contrarrestar, según Vizán, esa sensación de fracaso, que sintió en aquellos momentos Darío Pérez.
El archivero Francisco Zaragoza señaló que la edición de estas memorias había sido un asunto complejo, con la participación de los propietarios, el editor y el Ayuntamiento de Calatayud. Darío Pérez había sido convencido por su amigo Lorenzo Pardo, para que redactara sus memorias. En aquellos tiempos, Darío Pérez se sentía amargado y desencantado por los acontecimientos y desdichas familiares, debido al temprano fallecimiento de su hija. En algo menos de un año las fue dictando, apelando al recuerdo, pues no guardaba ningún fichero ni apunte. Las dedicó a sus nietos, para que les sirvieran de enseñanza y también de experiencia en la vida.
Darío Pérez utilizó para ello una prosa rica y cultivada, ya que de joven había sido un ávido lector de escritores clásicos españoles, franceses, ingleses y rusos. Un libro que le marcaría profundamente sería Las Nacionalidades, de Pi y Margall. Zaragoza señaló que el Archivo Municipal de Calatayud, se había preocupado de llevar a cabo los contactos oportunos, para sacar adelante este proyecto. Afirmó que el Archivo Municipal atesoraba unos doscientos documentos de Valentín Gómez, uno de ellos de Darío Pérez, que participaría en el homenaje de aquel. Añadió que actualmente estaban en proceso de integración, más de mil documentos de Vicente de la Fuente. Señaló que el Archivo Municipal se mostraba receptivo en acoger el legado de Darío Pérez, aportando la garantía de conservación y facilidades de acceso a los investigadores. Y, finalmente, consideró el gran acierto del Ayuntamiento de Calatayud, al poner al alcance de curiosos e investigadores de la historia de España un libro inédito, único y excepcional.
Por su parte Ignacio Astarloa, profesor de Derecho Constitucional y letrado de las Cortes Generales, aseguró que no sobraban los libros como el de Darío Pérez, escritos por testigos presenciales de la historia, en el que se recogían muchas cuestiones de interés. En estas memorias se pintaba el fresco de aquella España, en continua zozobra, que abarcaban desde la segunda mitad del siglo XIX, hasta la primera mitad del siglo XX. Consideró que era un libro bien escrito, con aromas de Baroja, en el que no faltaba el humor ni las anécdotas. Estaba escrito con una buena ligereza y se dejaba leer de un tirón, incitando al lector a buscar información de los temas tratados.
De su contenido destacó la historia personal del protagonista, llena de vicisitudes, el repaso que en él se hacía de la historia local y nacional, su participación como concejal de su ciudad, con unas interesantes páginas dedicadas a Cataluña, donde residió siete años, y donde hubo de batallar contra el independentismo y el catalanismo de su época, escribiendo mucho sobre estos asuntos. En estas memorias también había encontrado muchas páginas dedicadas a la música: Bretón, La Dolores, Gayarre y los incontables teatros de Madrid. También se recogía la historia de la prensa de aquellos años, con sus protagonistas más destacados.
Darío Pérez formó parte de una numerosa estirpe de periodistas que hacían política, pero que no llegó a firmar crónicas parlamentarias. Astarloa no estaba de acuerdo que sustituyera a Montes Azcona en las Cortes de 1933, sino que Darío Pérez había ocupado su puesto, al haberse anulado el acta de aquel por incompatibilidad. Darío Pérez rechazaría algunas ofertas para presentarse como diputado por Cataluña.
Astarloa señaló que Darío Pérez no tenía el perfil de político profesional, ni había ocupado ningún cargo ministerial. Tampoco había intervenido en debates políticos, ni había llevado a cabo preguntas en el hemiciclo. Por su austeridad política, no le consideraba una figura parlamentaría, según los cánones, sino que Darío Pérez había hecho política a su manera. Lo consideró un excelente orador y mediador de conflictos. Hablaba poco, pero era un gran trabajador, prefiriendo estos trabajos extraparlamentarios, a favor de su distrito. Como diputado le tocó vivir tiempos difíciles, con crisis agudas y escasa estabilidad en los gobiernos. Como periodista lo consideró observador y crítico, con mucho juicio y modestia, todo lo contrario a un periodista de batalla.
Astarloa señaló que el tiempo pasado había sido distinto al actual, ni mejor ni peor. Y afirmó que los problemas actuales ya eran conocidos desde hacía tiempo.
Darío Pérez terminaba sus memorias, entregándolas a la curiosidad lectora, pero decía sentirse "inmune ante el dardo del maldiciente que ose hallar en mi obra lo que, limpia de vanidad o error voluntario, no sea la recta intención que me guió al escribirla". Ya en las primeras páginas, el autor escribía que para "medir la dimensión de una vida, demostrando cuál fue y cómo se cumplió el quehacer que al destino le plugo encomendarle, no se precisa llegar al subsuelo de nuestros sentimientos íntimos, basta emplearlos en la órbita tangencial de las obligaciones para con el prójimo y con la propia estimación de ciudadanía. Con ello se cumplirá el fin ejemplificador de unas memorias, y el autor podrá decir como Goethe: Yo un luchador he sido/ y esto quiere decir que he sido un hombre", en este caso y por este orden: decente, español y republicano.
El libro recoge también un interesante apéndice documental.
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