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Escuela y despensa
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FRANCISCO TOBAJAS GALLEGO | El 28 de octubre de 1745 el vicario de San Pedro de Saviñán, mosén Francisco Betrián, al tiempo del ofertorio de la misa, declaró excomulgados al mancebo Antonio Marco y a María Herrero, viuda de Antonio Matoque, pues el novio había entrado en casa de su prometida después de ajustado el matrimonio, poniendo sus nombres en tablillas. Pero el día 2 de noviembre, con licencia del obispo, el vicario les dio la absolución, cumpliendo la penitencia de estar en público a vista de todo el pueblo durante la misa conventual, con el sermón que se predicó de San Judas, como había mandado el obispo. El 20 de octubre de 1766, José Mancho, abogado de los Reales Consejos, canónigo de la catedral de Tarazona y vicario general, enviaba un impreso a todos los lugares de la Diócesis, explicando su firme oposición a que las mujeres salieran a contraer matrimonio fuera del pueblo, a veces con intervención de los regentes de las parroquias o alcaldes del lugar. Por eso el vicario general pedía que no lo hicieran antes de tener licencia eclesiástica o de otro juez competente. En 1796, en la visita efectuada por el canónigo de la catedral de Tarazona y vicario general, Antonio Ximeno y Pablo, que era oriundo de Sediles, se mandaba nuevamente que los novios no entraran en casa de sus futuras esposas, si no era por algún asunto grave. En su visita a Inogés dicho vicario general anotaba que la pena era de cinco escudos y que el vicario debía velar sobre su cumplimiento. En la visita del obispo de Tarazona García de Pardiñas Villar de Francos Figueroa Bermúdez de Castro, cursada en Saviñán en 1733, pedía que no se llevaran a los niños a la iglesia, bajo pena de una libra, pues "con su inquietud, y clamores divierten a los Mynistros con riesgo de distraerlos, o interrumpirlos", impidiendo la devoción de los demás fieles.
Josefa Amar y Borbón (Zaragoza 1753- h 1805) se destacó en la defensa de las aptitudes de la mujer para el desempeño de funciones políticas y sociales. En su Discurso sobre la educación física y moral de las mujeres, de 1790, decía que éste era "el móvil de mayor impulso para que se logren (…) los beneficios que el Estado puede esperar de esta noble y considerable parte de sus individuos". Con la Constitución de 1812, la educación institucional, reservada hasta entonces a las clases privilegiadas, se quiere hacer llegar al pueblo. La Ley de Instrucción Primaria de 1838 es el primer ensayo del liberalismo español para modernizar a la sociedad, ilustrando y moralizando a sus individuos. Sus dos grandes objetivos eran la escolarización de todos los niños de entre 6 y 9 años y la dignificación de la formación del profesorado y de su posición económica. Pero en 1890, en el Magisterio Aragonés, publicación que defendía los derechos de la enseñanza y de los maestros, se decía: "Los soldados de la vanguardia del progreso.- Así se nos designa a los Maestros cuando se trata de encomiar los beneficios de la educación; pero cuando de pagar nuestras asignaciones se trata, entonces, todos parece como que se preguntan: ¿pero los Maestros comen?". En el Congreso Nacional Pedagógico de Madrid de 1882, convocado por el Fomento de las Artes, y en el que participó Costa como representante de la Institución Libre de Enseñanza, Álvaro Marina dijo ante unos mil doscientos maestros: "Poned al maestro en condiciones de enseñar; lo que necesita el maestro no es tanta pedagogía moderna, lo que necesita es comer". Según la Gaceta de octubre de 1898 a los maestros se les adeudaba más de ocho millones de pesetas.
En una manuscrito de 1871 titulado Ensayo sobre Fomento de Educación Popular, Costa señalaba: "Para que la instrucción popular sea completa debe extenderse a los dos sexos; por desgracia, si poco se ha adelantado hasta el presente en la educación del hombre, se ha adelantado menos aún en la de la mujer". Costa pensaba que de la educación femenina dependía el buen funcionamiento del hogar y de la sociedad, pues la educación era primordial para salvar a España. Y así lo afirma en su discurso ante la Liga Nacional de Productores: "La escuela y la despensa, la despensa y la escuela: no hay otras llaves capaces de abrir camino a la regeneración española".
En aquel tiempo la única salida para las jóvenes era el matrimonio, la obediencia a sus maridos y el cuidado de sus hijos. Se daba poca importancia a la formación de la mujer, siendo ésta muy limitada e inservible. Sofía Tartilán, en una serie de artículos publicados en la revista La Ilustración de la Mujer a lo largo de 1873 y 1874, decía que la educación de entonces sólo conseguía "barnizar a la joven, charolarla, ponerla en estado de que deslumbre, de que agrade, y una vez conseguido el objeto, poco importa el resto; poco importa que después este conocimiento, como los otros, no la sea de ninguna utilidad". Pero con la degradación de la mujer, sólo se conseguía degradar a sus hijos, pues "nada puede haber que degrade tanto como la ignorancia".
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