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Calatayud en La Regenta de 'Clarín'
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FRANCISCO TOBAJAS GALLEGO | En el año 2001 se cumplió el primer centenario de la muerte de Leopoldo Alas "Clarín" en Oviedo. Había nacido en 1852 en Zamora, aunque siempre se sintió asturiano, tanto por ascendencia como por vocación. En 1878 perdió la cátedra de Derecho Romano de la Universidad de Salamanca, debido a sus simpatías por el krausismo. José Luis Albareda, responsable en 1868 del nacimiento de la Revista de España y ministro de Fomento en el gabinete de Sagasta en 1881, otorgó a "Clarín" la cátedra de Economía Política y Estadística de la Facultad de Derecho de la Universidad de Zaragoza, durante el curso académico 1882-1883. En junio de 1883 consiguió su traslado a Oviedo. Algunos cuentos de Pipá (1886) están fechados en Zaragoza y en uno de ellos aparece Petra, que es de las Cinco Villas. En La Regenta (1884-1885), la mejor novela del siglo XIX español, aparece el arcipreste de la catedral de Vetusta, Cayetano Ripamilán, que era de Calatayud, "un viejecillo de setenta y seis años, vivaracho, alegre, flaco, seco, de color de cuero viejo, arrugado como un pergamino al fuego, y el conjunto de su personilla recordaba, sin que se supiera a punto fijo por qué, la silueta de un buitre de tamaño natural; aunque, según otros, más se parecía a una urraca, o a un tordo encogido y despeluznado". El arcipreste, que había ido a Vetusta de beneficiado a los cuarenta años, gustaba de los poetas Meléndez Valdés y Leandro Fernández de Moratín, aunque sus "dioses eran Garcilaso y Marcial, su ilustre paisano". Ripamilán tenía aún dos pasiones mundanas: la mujer, como "sujeto poético", y la escopeta, a la que ya había renunciado. El arcipreste era confesor de Ana Ozores, de una de las familias nobles de Vetusta, y ante la pretensión de la dama de hacerse monja, Ripamilán le busca de novio a un paisano suyo, magistrado, natural de Zaragoza, "joven para oidor y algo maduro, aunque no mucho, para novio". Ana tiene 19 años y Víctor Quintanar, Regente o magistrado que presidía la Audiencia de Vetusta, pasaba ya de los 40, pero "estaba muy bien conservado". El nombre de Regente se usó hasta mediados del siglo XIX, por lo que don Víctor sería uno de los últimos regentes de España. Quintanar se jubiló en Vetusta "con el pretexto de evitar murmuraciones acerca de ciertas dudosas incompatibilidades; pero en realidad porque estaba cansado y podía vivir holgadamente saliendo del servicio activo", y pensaba retirarse a sus posesiones de La Almunia de Doña Godina. A su mujer, Ana Ozores, se le siguió llamando la Regenta, nombre que da título a la novela. Vetusta es un nombre simbólico que "Clarín" ya había ensayado en El diablo en Semana Santa, cuando el diablo se acerca a "la ciudad vetusta", "una ciudad muy antigua, triste y vieja, pero no exenta de aires señoriales y de elegancia majestuosa". La Vetusta de "Clarín" es Oviedo.
A "Clarín" se le debe el homenaje celebrado por el Ateneo de Zaragoza a Pérez Galdós en 1883. El homenaje a Galdós celebrado en Madrid se fraguó en la tertulia de la Cervecería Inglesa, en donde un grupo de asturianos, entre ellos Armando Palacio Valdés y Leopoldo Alas, presidían lo que más tarde será el "Bilis Club", cuyos miembros debían tener afición a la cerveza, al krausismo y al naturalismo de Zola. En una cena con la que festejaban el estreno de Las esculturas de carne, de Eugenio Sellés, surgió la idea del homenaje a Galdós. "Clarín" no participó porque se encontraba en Zaragoza, donde el Ateneo dedicó a Galdós una sesión literaria el 26 de marzo, con enorme asistencia de público. Presidían el acto Marceliano Isábal, Faustino Sancho y Gil, Valentín Marín y Carbonell, Mario de la Sala, Pozas y Martínez Gómez. Abrió la sesión el presidente Isábal y tras él Martínez Gómez leyó un capítulo de Gloria. Luego Marín y Carbonell leyó unas redondillas dedicadas a Galdós y a su término "Clarín" se levantó y dijo en voz alta que lamentaba las diferencias literarias que le impedían estrechar la mano del joven poeta, por eso se fundieron en un estrecho abrazo. Y es que "Clarín" había dedicado a Marín y Carbonell un artículo de su libro La Literatura en 1881, publicado en Madrid en 1882. Y en él escribía: "¡Ah, Sr. Marín! Poetas líricos, lo que se llaman poetas, tendremos en España a la hora presente, dos o tres a lo sumo. Ya ve Vd. qué pocos. Quedan cerca de diecisiete millones de españoles que no son poetas líricos. Pues bien; Vd. no hace más que votar con la mayoría". Sin embargo, Marín y Carbonell le dedicó, en su grueso volumen de Poesías líricas, aparecido en Zaragoza en 1881, con prólogo de Baldomero Mediano y Ruiz, un soneto elogioso que comparte "Clarín" con Manuel de la Revilla.
En la sesión celebrada en homenaje a Galdós, "Clarín" pronunció un discurso sobre el naturalismo, de gran actualidad entonces. Tras él tomó la palabra Sancho y Gil, siendo interrumpido varias veces por los entusiastas aplausos de "Clarín".
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