Del castillo
de La Vilueña quedan restos en el extremo de un espolón,
otero próximo a la ribera jalonera, en el interfluvio de otros dos
ríos, el Piedra
y el Jiloca.
El caserío se apiña
al otro extremo del espolón, enfrente de la antigua fortaleza pero
no enfrentado, más bien al calor o porque así lo impuso el
vasallaje debido al señorío, pues el ejemplo se da en otros
muchos pueblos, que las casas se arraciman al pie del castillo.
Resalta el encalado de las
fachadas, que se ofrecen revocadas en su mayoría, con edificios
de dos plantas, por lo general, con balcones en la primera y ventanas en
la segunda. Como remate, saliente alero, que es de madera en muchos casos.
En medio del denso casco
urbano se alza la iglesia
parroquial de Santa María, comprimida entre otros edificios.
Es de estilo gótico-mudéjar. Su única nave tiene la
forma de una amplia sala, cubierta por madera que descansa sobre robustas
arcadas apuntadas. La torre campanario sube de planta cuadrada, de ladrillo
y apunta labores mudéjares. Su cuerpo superior, de menos sección
y escasa alzada, es octogonal, rematado en el correspondiente chapitel.
Además de la parroquial,
se citan tres ermitas, dedicadas respectivamente a San Antón Abad,
San Juan y San Sebastián. (Alfonso Zapater)
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