Molde para la fabricación de cerámica
encontrado en el yacimiento |
Entre
las riquezas del patrimonio cultural con que cuenta esta localidad, merece
destacarse una que enlaza directamente con la tradición de artesanía
alfarera largo tiempo mantenida por sus habitantes. Así, inmersos
en el entorno agrícola que caracteriza a esta villa, en un lugar
en que predomina la arcilla de buena calidad, se ubican los restos de un
alfar romano. Como suele ser frecuente en época celtibérica
y romana, se sitúa al borde un barranco, que desemboca en la vega
del río
Ribota, hallándose sobre la pequeña planicie |
que domina
el barranco gran cantidad de cerámicas, moldes, pruebas y otros
elementos de alfar. Estos terrenos han seguido cultivándose, produciéndose
como consecuencia de los trabajos agrícolas la dispersión
de los restos materiales por la zona. En la vertiente que se encuentra
entre la planicie superior y el lecho del barranco se conservan todavía los restos de un horno de adobe, con forma semiesférica.
Entre los diversos vestigios
que se han encontrado en el lugar, aparecen abundantes elementos propios
del trabajo de alfarería, como las pellas de barro amasado, que
son deshechos del material del torno. Hay también piezas circulares
con orificio central y fuertes rebordes, cuya finalidad era servir de base
para pequeñas vasijas de fondo cónico. Asimismo se encuentras
fragmentos de platos de torno y objetos de barro de forma anular, modelados
groseramente mano, que debieron utilizarse para sujetar las vasijas
dentro de los hornos.
En cuanto a las producciones
del alfar, son escasos los fragmentos conservados de cerámicas de
tipo común, casi siempre de gran tamaño, lo cual indica de
forma clara que la actividad se centró casi exclusivamente en la
fabricación de terra sigillata, como queda evidenciado por la gran
abundancia de ésta, así como de moldes para su fabricación.
En lo referente a la terra
sigillata, las piezas abarcan todas las formas publicadas hasta la fecha
de producciones hispánicas, existiendo algunos fragmentos que parecen
corresponder a tipos nuevos. Los colores de los engobes oscilan desde del
rojo fuego anaranjado al rojo casi vinoso en las piezas más tardías.
Las pastas son depuradas, con ligera presencia de mica, y presenta tonos
que van desde el rosa anaranjado hasta llegar al rojo ladrillo. El tipo
de arcilla es el mismo que existe todavía en la zona. En cuento
a los motivos decorativos, se observa una relativa variedad: círculos,
líneas verticales de ángulos consecutivos, de ruedecilla,
conejos, águilas, grifos, figuras humanas y escenas separadas por
metopas con dibujos geométricos o florales. Ninguna de las piezas
que se conocen presente el sigillum del alfarero. Por lo que respecta a
los moldes, los hay decorados y lisos, siendo el hallazgos de éstos
últimos poco frecuente.
La situación del alfar
permite adelantar que, con bastante seguridad, sus producciones llegarían
a la cercana Bílbilis,
abasteciendo sin duda a las villas de la zona, sin que podamos descartar
que otras ciudades más alejadas, como Arcóbriga
o Turiaso, estuviesen también dentro de su ámbito comarcal.
(Mª Antonia Díaz Sanz)
En este centro de producción
cerámica se han excavado ya dos hornos y localizado un tercero.
Estuvo en funcionamiento desde el 50 d. C. hasta el siglo IV, siendo su
periodo de apogeo los siglos II y III. Junto a él se sitúa
un área con enterramientos romanos en ataúdes, acompañados
de ajuar: cerámicas, cuchillos, hebilla, vasijas de vidrio y un
pequeño caldero de bronce. Cerca se encuentra la villa de sus propietarios,
con tuberías de cerámica (Manuel Medrano Marqués)
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