Oratorio de Nuestra Señora del Buen Parto
(Foto: A.
Utrera) |
Fue
construida en 1670 por el ayuntamiento sobre el solar de la casa natal
del venerable Domingo
de Jesús María Ruzola, muerto el 16 de febrero de 1630
en el Palacio de Fernando II de Austria.
Más tarde Juan de
Vera y Sesse cedió terreno para su ampliación, y a fines
del siglo, su descendiente Mariano Lobera, caballero sanjuanista, la restauró,
consiguiendo licencia para construir una tribuna a la que se accedía
directamente desde su domicilio.
En 1824, Jacinto Herlueta
remozó la fábrica, siendo de nuevo bendecido el templo con
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autorización del vicario general, Joaquín Sigüenza.
La iglesia es de nave única,
que consta de tres tramos cubiertos con bóveda de lunetos y carece
de decoración. El retablo mayor es un gran
lienzo pintado al óleo, imitando la arquitectura de un retablo a
base de columnas salomónicas decoradas con hojas, y se relaciona
muy estrechamente con la obra de Jerónimo
Secano o de su taller en el convento
de Capuchinas. El tema central representa a la Virgen con el chorrillo
de leche brotando de sus virginales pechos, según el motivo iconográfico
tradicional de inspiración mariana a sus polígrafos. Bajo
ella un grupo de santos (entre otros, San Bernardo, Santa Catalina y el
venerable
Ruzola) y sobre la escena el Padre Celestial bendiciendo.
En el banco se representan
a Santa Águeda, Santa Lucía, Nacimiento, Epifanía
y Santa Úrsula y Santa Inés. En las puertas se representan
dos ángeles, uno de los cuales ha sido sustituido por un santo crucífero
(quizás San Francisco Javier).
Un lienzo de gran tamaño
con Cristo y la Virgen que ofrece el niño al venerable
Ruzola. Había otro que representaba a fray
Domingo al frente de las tropas imperiales en la batalla de Praga durante
la rebelión de Bohemia.
Una credencia del siglo XVIII,
de madera pintada en oro y verde. (Gonzalo M. Borrás Gualis / Germán
López Sampedro)
Hace unos años, el
oratorio fue cedido por sus propietarios a la Hermandad de San
Pascual Bailón (patrón de los sogueros bilbilitanos),
que celebra en ella sus cultos y fiestas, y mantiene en la casa aledaña
un pequeño museo dedicado a la industria de confección de
sogas. A raíz de esta cesión se incorporaron a la decoración
del pequeño templo algunos cuadros, de inspiración popular,
dedicados al santo de Torrehermosa.
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