Calatayud : Santuario de laVirgen de la Peña,
patrona de la ciudad
Aunque se desconoce documentalmente
la fecha de su fundación, es muy probable que estuviese entre las
primeras parroquias de la Villa (Santa María, San Andrés,
San Juan de Vallupié, le PeñaÖ). Hacia 1180 en el episcopado
de D. Juan Frontín, fue erigida en colegiata con prior y doce frailes
de la regla de San Agustín, y en 1187, Alfonso II el Casto les ratificaba
sus propiedades, nombrándoles al mismo tiempo capellanes reales.
En 1343 se iniciarán
las obras del templo mudéjar sobre el solar del castillo de la Peña,
sustituyendo a una fábrica anterior. Para acelerar su construcción
el obispo de Tarazona concedía en 1347 indulgencias a quienes diesen
limosnas o hiciesen prestaciones personales en la obras que terminarían
en 1350. Pronto sus bóvedas, en 1362, quedaron arruinadas durante
la guerra de los Pedros, rehaciéndose con posterioridad en el reinado
de Martín I.
En el año 1629, por
bula de Urbano VIII, el cabildo de esta colegiata quedó unido al
de Santa María que aspiraba a convertirse en catedral. Era entonces
prior D. Juan
Bitrian Pujadas, que procuró excusar la unión sin conseguirlo,
lo que se llevó a efecto en 1632.
Al quedar la Peña
sin culto, el ayuntamiento de la ciudad de acuerdo con las autoridades
eclesiásticas, entregó el templo a los Clérigos de
San Francisco Caraciolo que cuidaron de él hasta 1835.
En el año 1649 se
fundó la Esclavitud de Nuestra Señora de la Peña con
el único fin de mejorar el culto. Una de las primeras cosas que
hizo esta cofradía de la esclavitud fue fundir la campana de la
Invención de Nuestra Señora de la Peña.
Durante la guerra de la Independencia
el ejército francés se acuarteló en la iglesia, fortificando
su fábrica, y al abandonarla, su estado sería tan lamentable
que hubo que proceder de nuevo a repararla, desde 1814 a 1826, reanudándose
el culto el 2 de septiembre de 1827. La mayor parte de la actual fábrica
data de estas fechas. Ya en 1823 los frailes utilizaban el crucero para
el culto por esta arruinado el resto.
El 12 de septiembre de 1835,
dando cumplimiento a los decretos de desamortización, se inventariaron
los bienes del convento de clérigos menores y de la iglesia de la
Peña, pasando los ornamentos y vasos sagrados al episcopado Turiasonense,
y los bienes y muebles al gobierno de la nación. Era entonces prepósito
D. Mariano Serra.
Con este motivo solicita
la Esclavitud del Intendente provincial, con el informa favorable del administrador
de rentas D. José de Viezma, la adjudicación de la iglesia
para parroquia de esta ciudad. Según oficio del 2 de diciembre de
1835, firmado por José de la Cruz y Ballano Pallete y Ochoa, es
atendida esta pretensión con la condición de que la Esclavitud,
bajo el patronato del ayuntamiento, conserve a sus expensas la fábrica
del templo, realizando obras de consolidación, que se efectuaron
el año 1836.
El 24 de julio de 1839 la
venerada imagen de Nuestra Señora de la Peña fue trasladada
a la colegiata de Santa María bajo escolta militar debido a que
de nuevo el ejército utiliza el santuario para acuartelamiento de
sus tropas dada la situación estratégica del recinto.
Ya terminada la primera guerra
carlista, el 28 de diciembre de 1843 se publica en el B. O. de la provincia
la venta pública del templo, contra la que reclamaron conjuntamente
el ayuntamiento y la Esclavitud, recordando su adjudicación anterior
y su necesidad para el culto.
Esta petición fue
denegada con fecha 24 de enero de 1844 por considerarse que la entrega
del año 1835 había sido temporal, ya que la intendencia provincial
no era organismo competente.
Zacarías Marco adquirió
todos los bienes de la clérigos menores y vendió la iglesia
a la Esclavitud por 5.000 reales, negocio jurídico testificado por
el notario Juan Francisco Mochales en este año de 1844. En este
momento carecía la fábrica de puertas y ventanas, los santos
habían desaparecido de los retablos, y todo el edificio se hallaba
en mal estado.
Las nuevas reparaciones comenzaron
en el año 1852 interviniendo en las mismas Juan Vargas y Vicente
Badesa. El 23 de enero de 1853 se reanudó el culto con la solemne
celebración de la Santa Misa, y en este mismo domingo, a las dos
y media de la tarde, se subió la imagen de la Virgen.
En 1877 se terminó
de pintar el templo y se arreglaron los accesos al mismo. La noche del
8 al 9 de diciembre de 1933, y como un episodio más de la sistemática
quema de conventos e iglesias en España, ardió el santuario
de Nuestra Señora de la Peña, desapareciendo la imagen de
la Virgen, interesante no solo por su valor espiritual, sino también
artístico, ya que se trataba de una Virgen sedente con niño,
de estilo románico.
Como consecuencia de este
incendio los Hermanos Albareda de Zaragoza, restauran el altar mayor y
hacen una nueva imagen; el pintor José María Rubio es el
autor de las pinturas murales de la cabecera. (Gonzalo M. Borrás
Gualis / Germán
López Sampedro)
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