Castillo de Nuévalos
La historia del castillo
de Nuévalos está unida a la orden
del Santo Sepulcro de Calatayud
desde 1156, año en que Ramón Berenguer IV le concedió
el señorío del lugar. En 1228 ya poseía la iglesia
parroquial, cercana al castillo, por donación del obispo de Tarazona,
García Frontín. Los monarcas sucesores confirmaron la donación
y en 1328 estaba constituida la encomienda, siendo su comendador Bartolomé
de Morlanes.
El castillo fue uno de los
pocos que no se rindió ante la invasión de Pedro I. En
1362 el rey exigió a los canónigos la entrega de la ciudad,
cuya fortaleza resultaba casi inexpugnable, pero Nuévalos resistió
la ofensiva castellana a pesar de haber caído Calatayud
y otros muchos lugares de la comarca.
En 1372, Pedro IV confirmó
el dominio y jurisdicción civil y criminal y declaró que
la posesión y propiedad de Nuévalos pertenecían a
la orden
del Santo Sepulcro y a su prior de Calatayud.
Nuevamente fue atacado por los castellanos en 1374, siendo notable la defensa
que los miembros de la orden hicieron de él, según A. Durán.
Sus ruinas se alzan junto
a la iglesia sobre un espolón rocoso que domina el valle del río
Piedra. Está construido sobre el precipicio y rodeado
por el río, dejando para su acceso una angosta entrada. El edificio
se compone de un estrecho patio con dos muros laterales cimentados sobre
el precipicio; entre ambos se alza la torre del Homenaje, sobre la que
luego se construyó un cuerpo de campanas. Junto al castillo se levanta
el palacio de los comendadores, hoy transformado en casa consistorial,
construido en la primera mitad del siglo XVII.
A un nivel más bajo,
junto a la carretera, se encuentra un segundo castillo. Se trata de una
torre de mampostería en la mitad inferior y de tapial el resto,
con la base de tres de sus muros revistiendo la peña en la que se
asienta. Su alzado es ligeramente troncopiramidal y su planta rectangular,
de doce por seis metros. Aparece con los huecos del almenaje cubiertos,
a fin de facilitar la colocación de tejado añadido en el
siglo XIV. En la fachada principal, más larga y la única
accesible, se abre la puerta de ingreso; es de arco apuntado con guarnición
de ladrillo, al igual que una ventana situada sobre ella. En el resto de
los lados presenta estrechas saeteras. (Aurelio Cabañas Boyano)
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