Iglesia de San Julián y Santa Basilia, en Nuévalos
La panorámica urbana
no puede ser más excepcional con el caserío apiñado
sobre el espolón rocoso. Las casas colgantes desafiando el equilibrio
sobre el abismo y la torre del castillo
emergiendo entre las rocas. Sobre una roca se encarama también la
torre de la iglesia.
Abajo, y en lo más
alto, han surgido chalets y viviendas de recreo, un nueva era para el pueblo;
y arriba, a donde se llega por un empinado acceso, se abre una sugestiva
plaza, donde destacan los edificios de la iglesia y de la casa rectoral,
que fue la mansión de los priores del Santo
Sepulcro. Son frecuentes las galerías de madera orlando las
fachadas de las casas. Las calles -a veces más bien callejones-
suben y bajan, se quiebran o terminan sin solución de continuidad,
confiriendo todo ello al conjunto urbano singular pintoresquismo. Hay que
recorrer Nuévalos despacio, empapándose de todas sus esencias.
Cuentan que en la torre del
castillo
de Nuévalos, inexpugnable fortaleza -una de las pocas que no
se rindió ante Pedro I de Castilla- tremolaba la cruz patriarcal
y encarnada de la mencionada orden religiosa. En la actualidad, aquella
torre continúa en pie, construida de mampostería y tapial.
Es una de las mayores de la cuenca del Jalón, de 12 por 6 metros.
Aparece con las almenas tapiadas, con el fin de facilitar la colocación
del tejado que le adosaron posteriormente. Puede ser obra del siglo XIV,
a juzgar por la puerta y la ventana apuntadas.
La casa rectoral es un modesto
palacio del siglo XVI, que conserva un patio de dos cuerpos arquitrabados
sobre columnas y linterna sobre su gran escalera, de estilo barroco. Los
vecinos le llaman palacio.
Sobre una plataforma rocosa
se yergue el edificio de la iglesia parroquial, cuyo origen fue, al parecer,
una pequeña capilla del siglo XVI, "formada por dos tramos de una
nave cubierta por bóveda de crucería de arcos diagonales
y capilla absidal octogonal". El templo, que está dedicado a San
Julián y Santa Basilia, fue ampliado en el siglo XVII, mediante
construcción de una nave de cabecera plana, cubierta por bóveda
de lunetos. El coro se alza a los pies. La torre del campanario se asienta
sobre el saliente de la roca y sube de planta cuadrada, con vanos para
las campanas, de arco de medio punto, y de menor tamaño en el remate,
a modo de clásica arquería aragonesa, con tejadillo a cuatro
aguas.
En el interior de la iglesia
se conservan varios retablos pertenecientes a los siglos XVI, XVII y XVIII,
dedicados, respectivamente, al Santo Cristo, a San Roque, a San
Pascual Bailón, a Santa Ana y a San Francisco Javier. Además,
naturalmente, del retablo mayor, que es de madera dorada y estilo herreriano.
También cabe admirar un confesionario del siglo XVIII, y sendas
esculturas de madera tallada, del XVII, que representan a San Julián
y Santa Basilia.
Tres ermitas se citan en
el término municipal: la de Nuestra Señora de los Albares,
la de San Sebastián y la de los Diegos. (Alfonso Zapater Gil)
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