Entre las contrucciones sobresale el modelo de las iglesias-fortaleza,
como ésta de Torralba de Ribota (Foto: A. Sanmiguel)
Al ser lo más llamativo
de los edificios mudéjares su decoración con motivos de origen
islámico, se ha relegado tradicionalmente lo mudéjar a un
aspecto meramente ornamental, habiéndose acuñado los términos
"románico-mudéjar" o "gótico-mudéjar". Hoy,
sin embargo, se reconocen las importantes soluciones estructurales aportadas
por los alarifes, o maestros de obras moros, en la construcción
de campanarios e iglesias. Son dos los logros principales: las torres-alminares
y las iglesias-fortaleza. A diferencia de los campanarios cristianos, huecos
y con escaleras de madera, las torres mudéjares tienen la estructura
de los alminares musulmanes: la torre dispone de un eje central o machón,
alrededor del cual se desarrolla una escalera helicoidal de obra, trabando
el eje con los muros exteriores, consiguiendo una estructura de gran resistencia.
Las escaleras se apoyan en bovedillas de hormigón de yeso o de ladrillo.
Obviamente, esto sólo puede verse accediendo al interior de las
torres y quizá sólo tenga interés para algunas personas,
pero conviene dar cuenta de ello.
Por otra parte, entre las
iglesias, casi siempre de una nave y ábside poligonal, sobresale
un modelo que se ha denominado iglesia-fortaleza, por el aspecto defensivo
que le confiere un a galería corrida de arcos abiertos al exterior,
y que la circunda casi por completo. Su plante es rectangular, con ábside
plano y tres capillas en la cabecera, y los contrafuertes, embutidos en
la fábrica, sobresalen en forma de torrecillas. Se construyeron
en la segunda mitad del siglo XIV y principios del XV. El mejor ejemplo
es la iglesia de Torralba de Ribota. (Agustín
Sanmiguel Mateo)
|