Iglesia parroquial de Morés |
Morés
extiende su casco urbano longitudinalmente, al pie de la montaña
y junto a la carretera, buscando la ribera. Pero aquí la carretera
está convertida en avenida de Francisca Gil de la Riva, que mandó
construir las escuelas del pueblo, además de impulsar otras muchas
mejoras.
La avenida, que sigue siendo
la carretera a pesar de todo, se ve sombreada por grandes acacias, olmos,
plátanos, cipreses y pinos. Los edificios más modernos se
levantan en esta zona. La ermita de San Antonio
|
de Padua, que mira hacia
la ribera, se encuentra ahora cercada de casas, aunque sigue destacando
de todas formas su silueta inconfundible.
El paseo por la calles del
pueblo resulta siempre sugerente. La plaza de España, donde se encuentra
la Casa Consistorial, presidiendo, se cierra con unos grandes portalones
para dar vida a los encierros y las vaquillas que animan las fiestas patronales
en honor de San Félix.
De la plaza de España
parte la calle de Sancho
Gil. Después, otra plaza. Morés fue un lugar
poblado
por los moriscos y no ha desaparecido la huella árabe, presente
en muchas de sus calles y edificios. Hay calles que se curvan y estrechan
al máximo. Otras, las paralelas a la carretera, cruzan el pueblo
de parte a parte. Pero las más buscan su salida a la ribera y a
la montaña. Arriba, en el peñascal más alto, cabe
contemplar las ruinas del castillo,
que hablan de pasadas grandezas.
El edificio de la iglesia
parroquial se encuentra a la mitad del casco urbano entre la ribera y la
montaña. La breve torre campanario sirve de remate a un conjunto
arquitectónico de regulares proporciones, construido a finales del
siglo XVIII. El interior es de estilo barroco, con planta rectangular de
tres naves separadas por pilastras de planta de cruz de orden corintio;
bóveda de cañón y crucero con cúpula semiesférica
con pechinas y ventanas practicadas en el intradós.
Entre los retablos existentes
sobresalen los dedicados a la Inmaculada y al Santo Cristo, ambos del siglo
XVII. Sobre el frontón del segundo se guardan dos tablas pintadas
con profetas, de escuela aragonesa, cuya época es un siglo anterior
a la del retablo.
El altar mayor corresponde
al siglo XIX y es de estilo neoclásico, con imágenes de San
José, la Asunción de la Virgen -titular de la parroquia-
y San Francisco de Asís.
Artísticamente, poco
más cabe resaltar, a no ser la escultura de San Pedro Nolasco, en
alabastro, del siglo XVII, y una cruz procesional de plata, del siglo XVIII,
con punzones de Olaso y Zaragoza.
En cuanto a la ermita de
San Félix, patrón de Morés, Abbad Ríos la describe
así: "Construida con piedra de sillería las esquinas y con
mampostería el resto, tiene una planta rectangular con cabecera
plana. Según reza una inscripción, en el año 1690
se restauró, sustituyéndose la cubierta de madera por la
actual bóveda de lunetos. Uno de los arcos se decoró con
lacería en yeso. La iglesia se pintó totalmente de negro,
cubriéndose con escenas de caza debidas a los menos que mediocres
pintores Diego González, Miguel Ponce y Fernando Ponce, fechadas
en 1699. El retablo, fechado en 1658, es aún de tipo herreriano
y tiene una pintura del calvario bien lograda", (Alfonso Zapater Gil)
|