Convento de la Merced
La casa de religiosos de
Santa María de la Misericordia o Merced de los cautivos, que había
en Munébrega, se trasladó a Calatayud
en 1245 al convento construido entre la muralla y la ermita de San Alberto,
sobre el solar cedido por el Ayuntamiento bilbilitano. Fue reedificado
en 1718 gracias a la munificencia del padre fray Juan
Navarro, general de la Orden, más tarde obispo de Albarracín.
En 1808 lo fortificó Suchet, y en septiembre del mismo año,
Durán y el Empecinado, lo sitiaron y con una mina colocada en las
bodegas de Santa Clara volaron parte de la iglesia y resintieron la torre
de tal modo, que años más tarde hubo que desmocharla. Después
de la desamortización se destinó a cuartel, prisión
militar y depósito de sementales. Hoy su solar lo ocupan la plaza
del Fuerte y el edificio de Ibercaja.
El templo constaba de tres
naves con coro tras el altar mayor; tenía ocho altares y dos órganos.
Su amplio claustro quedó muy dañado por la explosión
de la mina ya referida.
Por el exterior, la fábrica
del edificio constaba de un basamento de sillería de Val de Catín,
sobre el que le elevaban tres pisos o plantas; en los dos primeros,
la serie de vanos iba guarnecida por molduración mixtilínea,
característica del siglo XVIII, mientras que el tercero y último,
a modo de galería aragonesa, presentaba vanos adintelados, sin decoración,
con gran sobriedad, doblando únicamente el vano, y decorando el
antepecho con un óculo. De este conjunto destacan dos torres en
los ángulos de la fachada.
El tesoro artístico
de este convento sufrió una gran dispersión. Así,
una imagen de San Ramón Nonato, de madera tallada y policromada,
pasó al convento
de Capuchinas, y Carlos Domínguez de la Fuente, pudo recuperar,
mediante compra, dos ángeles genuflexos portando cirios, de madera
tallada y policromada, que conservaba su familia. (Gonzalo M. Borrás
Gualis / Germán
López Sampedro)
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