La Comarca de Calatayud |
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José
Mª Sánchez Molledo y Francisco J. Lorenzo de la Mata
1.- Entre la leyenda y la historia Existe consenso entre los historiadores en atribuir a San Íñigo su nacimiento en el barrio mozárabe de Calatayud en torno al año mil. Si bien es cierto que no existe documentación que lo acredite, tampoco puede sostenerse documentalmente lo contrario. Dos aspectos han sido debatidos por los historiadores: la fecha exacta de su nacimiento y la existencia de un barrio mozárabe en Calatayud. En cuanto a la fecha de nacimiento del patrón de Calatayud, ésta varía según los autores, quienes la sitúan en torno al año mil. La fecha de su muerte es el 1 de junio de 1068. Respecto a la existencia de un barrio mozárabe en Calatayud, el argumento principal es un documento posterior: la donación de Ramón Berenguer IV en 1148, en el que al someter el priorato de San Benito de Calatayud al monasterio burgalés de Oña, se dice del primero "que está situado en el barrio de los mozárabes, cerca de la puerta de Zaragoza" . Anacoreta en los montes de Tobed, se acoge Íñigo a la regla de San Benito en el monasterio de San Juan de la Peña, desde donde es promovido al cargo de Prior del monasterio de San Salvador de Oña, en 1035 a instancias del rey don Sancho el Mayor de Navarra. El monasterio de Oña había sido fundado en 1011 por el tercer conde soberano de Castilla Sancho García (995-1017) y en 1033 adopta la Regla de San Benito, reforma que estaría inspirada en la reforma de Cluny . Los principios básicos que la regían eran la completa sumisión a una ley monástica, concreta y bien definida, como era la Regla de San Benito, el cuidado esmerado de la liturgia, que alcanzó un extraordinario desarrollo, llegando a unas cotas de magnificencia y brillantez sin precedentes, y el recogimiento y estudio dentro del claustro. Lo que Cluny provoca es una elevación del nivel espiritual e incluso material del estado monástico. El trabajo intelectual ocupa, sin duda, un lugar importante en la vida de los monjes, a la vez que las numerosas donaciones, generalmente de tierras, que los monasterios reformados reciben, tanto de reyes y nobles como de pequeños propietarios, los convierten en importantes centros económicos y de organización de las exportaciones agrarias. Junto con ello, la caridad y la hospitalidad fueron organizados de modo sistemático con la creación de numerosas hospederías y hospitales, labor social que rompe con los viejos moldes del monacato tradicional que había vivido más desligado del pueblo. La documentación procedente del Monasterio de San Salvador de Oña se conserva en el Archivo Histórico Nacional y ha sido publicada . De 31 documentos que corresponden al período en el que San Íñigo fue abad (1035-1068), en 20 de ellos se le cita por su nombre con la fórmula Domino Enneco abati de Sancti Salvatoris Honie, Enneconi Abati, o similares. La documentación trata de donaciones al monasterio otorgadas por el rey, los nobles o particulares, de villas, castillos, monasterios o tierras. En 1066 Sancho II de Castilla señala al monasterio de Oña como lugar de su sepultura. Tal era el prestigio que gozaban abad y monasterio. De 1065, tres años antes de su muerte, se conserva una firma autógrafa del Santo. En efecto, en abril de 1065 doña Especiosa y sus hijos Didaco y Roig y doña Sol, con su yerno Alvero Sánchez, dan al abad Íñigo y demás monjes de Oña la iglesia de San Salvador de Barruelo. Firman como testigos, entre otros, Iñigo, con esta fórmula: Ego Enneco scripsi (signo) et de manu mea huc signum fecit , firma autógrafa que reproducimos en esta obra. Íñigo muere el 1 de junio de 1068 en el convento de Oña, en cuyo claustro es enterrado. Numerosos milagros obrados en su vida y después de su muerte, en torno a su sepulcro, hacen que Alejandro III por bula Cum ex iniuncto de 19 de mayo de 1163 otorgue al obispo de Burgos facultad para canonizar al abad de Oña, siendo entonces canonizado, según unos autores , y según otros, en ese año de 1163, con ocasión del concilio de Tours se autorice su culto litúrgico. Alejandro IV otorga el 18 de junio de 1259 40 días de indulgencia a todos los fieles cristianos que visitasen la iglesia del monasterio de Oña en el día de la fiesta de San Íñigo. Gregorio XIII en 1575 concede indulgencia plenaria. El rey Felipe V solicita la inclusión de San Íñigo en el martirologio romano, que fue concedida por Clemente XII por Decreto del 13 de marzo de 1736. El mismo pontífice concede Oficio propio en la festividad del santo el 2 de marzo de 1740. |